Jueves, 4 de febrero de 2010 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Mario Wainfeld
Pudo ser Mario Blejer, cuya designación hasta fue divulgada por el ministro de Economía, Amado Boudou. Hasta ayer pintaba que podía ser Miguel Pesce, sí que con carácter interino hasta septiembre, cuando vencería el mandato de Martín Redrado. Pero, por ahora en comisión, la nueva presidente del Banco Central será Mercedes Marcó del Pont. Así lo anunció la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, quien nuevamente apeló a la sorpresa como recurso para recuperar iniciativa.
Marcó del Pont tiene un perfil ideológico diferente del de Blejer. Progresista convencida, forjada en el desarrollismo, integrante del Grupo Fénix, ha sido una consistente funcionaria y diputada del oficialismo. Su paso por el Parlamento y por el Banco Nación seguramente la ayudará para el acuerdo que debe otorgar el Senado durante el período ordinario de sesiones. Una demostración de que lo cortés (un estilo dialoguista, una sonrisa permanente) no quita lo valiente (defensa del interés público y de las líneas maestras de la política económica). Claro que la buena consideración (que seguramente se extiende al mundillo financiero) no bastará para asegurar los votos necesarios para el Acuerdo. De cualquier modo, es imaginable que se conseguirán. Ocurre que la estabilidad del Central, el reencauzamiento del canje de la deuda externa y el Fondo del Bicentenario se corresponden con los intereses materiales de las provincias. Los gobernadores –es más que probable– ayudarán a suturar la crisis de enero. Su afán, confluyente con el gobierno nacional, es que se empiece a orquestar un año con un Estado nacional fondeado y más liquidez para repartir. El nombramiento de Marcó del Pont es funcional a esos afanes, viene en combo con el Fondo y el canje de deuda.
Para el Gobierno es sustancial recuperarse de un enero fatal en el que cometió una seguidilla de errores. Los hechos ulteriores –el correcto y veloz funcionamiento de la Bicameral, la salida de Redrado por la puerta lateral sin honores ni fanfarria– demostraron cuán inapropiados fueron los instrumentos que eligió. La posible aprobación senatorial del Decreto de Necesidad y Urgencia que crea el Fondo lleva a pensar que, amén de su improbable legalidad, dejar de lado al Parlamento fue disfuncional a los propios intereses del oficialismo.
Con culpas compartidas con la oposición y con el irresponsable Redrado, se causaron demoras en el canje de deuda y aumento del riesgo país. Como daño colateral, se reveló la compra de dólares realizada por Néstor Kirchner, que (como mínimo) es un daño a la reputación de la pareja presidencial.
La vida da sorpresas y prodiga paradojas. Julio Cobos también padeció lo suyo en lo que va de la temporada de verano. Estuvo insomne pensando en su “consejo” a la Presidenta. Terminó eligiendo acompañar el despido, con fundamentos propios, en aras de no quedar pegado como “destituyente serial”. Por cuidar ese flanco, dejó expuestos otros: Elisa Carrió aprovechó la oportunidad para acusarlo de colaboracionista. Y los correligionarios radicales (el presidente del partido, senador Ernesto Sanz en dos ocasiones) intentaron inducirle otro voto. Fueron desairados. El senador Gerardo Morales (uno de los boinas blancas que más detestan al hijo pródigo Cleto) repudió su dictamen con todas las letras. Otros dirigentes hubieran preferido guardar silencio ante el hecho consumado, sin privarse de tomar nota de la inorganicidad de Cobos.
La Cámara alta será crucial para el oficialismo, de ella dependen la validación del Fondo del Bicentenario y la ratificación de Marcó del Pont. Si ambos objetivos (alcanzables) se concretan, el Gobierno sumará a sus huestes a una funcionaria eficaz y creíble, con buenas dotes de comunicadora, rubro en el que también tiene faltantes. Y podrá recomenzar el año, con sus objetivos clásicos: crecimiento, gasto y consumo a todo vapor. También le valdría recapacitar acerca de cuántas piedras interpuso en su propio camino.
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