Jueves, 29 de julio de 2010 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Raúl Dellatorre
Quedó claro que el discurso por cadena nacional de la presidenta de la Nación de ayer al mediodía no fue el simple anuncio o justificación de una medida. Fue, meditadamente, la definición de una política, la respuesta a las alternativas de la oposición que se expresan en el Congreso y ayer en las calles. Cristina Fernández estableció los fundamentos de una política de seguridad social con pretensiones de permanencia, una apuesta a la redistribución de ingresos por vía del reconocimiento de derechos antes que por el reparto de un superávit o de circunstanciales holguras de caja. Reivindicó la política de Estado y su institucionalidad, en contraposición a un Estado vacío de políticas que sólo actúe bajo presión de sectores en un sentido o en otro.
Cristina explicó el sentido de las políticas públicas en un país donde muchos políticos, legisladores o postulantes, parecerían ignorarlas. “Los anuncios se hacen en el marco de la institucionalización de las políticas de seguridad social, de inclusión social, para que no queden sujetos a los humores de un gobernante de turno, a las presuntas vocaciones que de repente se desatan en medio de campañas electorales.” Se refería al aumento en las jubilaciones que se rigen por una ley que fija las dos fechas anuales y la fórmula de ajuste para determinar el aumento. No hay discrecionalidad posible en su aplicación.
Cristina y su gobierno están jugando muy fuerte a la política de seguridad social como reasignador de recursos, como ningún otro gobierno argentino antes. Pero, aparentemente, sin poner en riesgo su sustentabilidad. “La suma de todas esas inversiones de carácter social (jubilaciones, asignaciones familiares, asignación universal), junto a la armonización de las cajas a las cuales aporta la Anses, y sus gastos propios, significan un 11,88 por ciento del PBI y un 57 por ciento del presupuesto total de gastos aprobado por el Congreso.”
Cristina les reclama a los sectores económicos y sociales, empresarios y sindicatos, que actúen responsablemente para permitir el impacto pleno de estas políticas. Que se ubiquen, en todo caso, al lado de las políticas públicas redistributivas, pero no enfrente. “Quiero dirigirme específicamente al sector empresarial y comercial argentino: éste es un aumento (jubilaciones y asignaciones por hijo) que no puede tener correlato en aumento de precios, porque las negociaciones salariales están terminadas y estos aumentos son a cuenta pura y exclusiva de la Anses, o sea de la administración estatal (...). Que no digan que hay un aumento de precios porque aumentaron las asignaciones familiares por hijo o porque los jubilados van a ganar más, porque eso no les costó absolutamente nada, eso lo hicieron los recursos de los trabajadores.”
Y con respecto a la convocatoria al Consejo del Salario Mínimo, dijo: “También quiero pedir mucha responsabilidad a todos los dirigentes empresariales y también a los compañeros de la CGT, de la CTA, los dirigentes sindicales, porque ellos representan a quienes ya tienen el derecho del trabajo asegurado. Convoco a esa responsabilidad para los que ya también han conseguido muchos derechos y seguramente querrán conservarlos y aumentarlos, pero siempre con la mirada puesta en los que todavía no tienen, y que entonces este modelo pueda seguir sustentándose”.
La Presidenta polemizó con las posturas de la oposición, recordando la falta de acompañamiento en políticas que han permitido mejorar sustancialmente la posición económica de los más vulnerables. “La ley de movilidad jubilatoria, un proyecto del Poder Ejecutivo enviado al Parlamento que, en aquel momento, discutimos mucho y votamos casi en soledad la fórmula por la cual se iba a dar ese ajuste. Todos recordarán las críticas de la oposición, en cuanto a que iban a ser ajustes mínimos, de apenas el 4, el 5 por ciento, que en realidad estábamos haciendo trampa.”
Y se preguntó, a propósito de la propuesta opositora de llevar el piso jubilatorio al 82 por ciento del salario mínimo, “cómo se puede mejorar esta propuesta de seguridad social reduciendo ingresos o impuestos (...). No se puede pasar de pedir enfriamiento de la economía a rifar dinero por otro lado, no se puede pasar de descontar sueldos a jubilados y pensionados a tornarse en abanderado de los derechos de los humildes, sobre todo cuando hay tan poco tiempo entre una cosa y la otra”.
Cristina también se permitió momentos de distensión y humor. “Yo ya no me enojo más, me fastidio. Voy en trance: antes me enojaba mucho, ahora me fastidio un poco. Más light, como tanto gusta para ser políticamente correcto. (Desde la primera fila, Hebe de Bonafini le pide que no deje de enojarse.) No, para eso estás vos Hebe, enojate vos que te enojás mejor que nadie. Vos te enojás, mi querida Hebe, mucho más, mucho mejor y con mucho más derecho que cualquiera de los que andan enojados por ahí.”
O cuando expresó su admiración y debilidad por la ardillita Belka, la que corría tras su bellota en el dibujo animado La era del hielo. Fue al recordar la década larga (los ‘90 hasta 2001) de congelamiento de los haberes jubilatorios y asignaciones familiares. “Es lo que yo denomino ‘La era del hielo’, aunque en realidad los animalitos de esa película son mucho más simpáticos que los personajes de la era del hielo nuestra. Sí, la ardillita ésa es una maravilla, incomparable.”
O al ser recibida con ovaciones al entrar al Salón de la Mujer de la Casa de Gobierno. “Cuando vi tanta algarabía pensé que ingresaba a una cancha de fútbol. En realidad, estamos ingresando a la cancha del pueblo, que en definitiva es también el lugar que nos contiene a todos.”
Por lo que significa en dinero, 17.988 millones de pesos anualizados, los tres aumentos anunciados ayer podrían considerarse la decisión oficial de mayor trascendencia puntual en la gestión de la actual Presidenta (y de la de su antecesor y marido también). Pero el contenido del anuncio es mucho más que eso: en medio de la pulseada que lanzó la oposición con el 82 por ciento móvil que busca unificarlos, la fórmula de ajuste del Gobierno quedaba puesta a prueba. Debía demostrar que era capaz de dar una respuesta satisfactoria. El aumento del 26,5 por ciento en los haberes jubilatorios (en todos los haberes, no sólo en la mínima) en el año, y del 51,6 por ciento en dos años de vigencia del sistema, evidencian que pasó la prueba.
Y con formas no discrecionales, sino a través de una fórmula y una frecuencia predeterminadas. Distinto es el caso de la propuesta alternativa de la oposición, que ata el haber jubilatorio mínimo a un salario mínimo que se fija anualmente en una mesa de negociación. Pero con el Gobierno como árbitro o con la facultad de “desempatar” entre empleadores y trabajadores. ¿Qué pasaría con un gobierno que, para no tener que aumentar la jubilación mínima, se aliara al sector patronal para no aumentar el salario mínimo en determinado año? La propuesta de la oposición deja espacio para semejante discrecionalidad, y el voto “no positivo” del Estado en la mesa de negociación no se puede descartar como eventualidad.
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