Domingo, 22 de abril de 2012 | Hoy
Por Horacio Verbitsky
El reconocimiento otorgado a Néstor Kirchner es el primero que la Universidad de Padua concede a un político desde su creación en 1222. Por pedido de la presidente CFK, lo recibió en su nombre la madre de Plaza de Mayo Vera Vigevani de Jarach, nacida en Milán y emigrada en 1939 a la Argentina, para huir de las leyes raciales de Mussolini. Su hija Franca fue secuestrada en 1976 y continúa desaparecida. Conmovida hasta las lágrimas, Vera recibió el pergamino y la escultura de la distinción de manos del vicerrector de la Universidad, Francesco Gnesotto. Esta Universidad es la única de Italia que recibió la Medalla de Oro por su rol en la resistencia al fascismo. Estaban presentes el canciller Héctor Timerman y la directora del curso de Actualización Profesional en Estudios Latinoamericanos, Antonella Cancellier, promotora del acontecimiento. Antonio Varsori, director del Departamento de Ciencias Políticas, Jurídicas y Estudios Internacionales expuso sobre la coincidencia entre los valores de la Universidad de Padua y la defensa de los derechos humanos que Kirchner colocó en el centro de su acción política, con la consigna Memoria, Verdad y Justicia. Paolo De Stefani, profesor de Protección Internacional de los derechos humanos, reconoció el “papel de extraordinaria importancia en la globalización de los derechos humanos” ejercido por la Argentina, que goza hoy de credibilidad y respeto internacional debido a la decisión de algunos de sus presidentes y en especial Néstor Kirchner “de fundar la legitimidad democrática del Estado sobre los derechos humanos internacionalmente reconocidos”. La Argentina “puede ser tomada como ejemplo de cómo los procesos políticos y de producción jurídica interna pueden influenciar la evolución del régimen internacional de los derechos humanos”, que deben ser analizados en una perspectiva no eurocéntrica. La Argentina “asume un valor paradigmático y tiene mucho que enseñar, en particular a las democracias europeas y a la misma Unión Europea”. Stefani valoró la acción durante la dictadura de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, del CELS de Emilio Mignone y el SERPAJ de Adolfo Pérez Esquivel y el apoyo internacional que esa resistencia democrática obtuvo con la visita y el informe de la Comisión Interamericana de Derechos humanos. Se produjo a partir de entonces un “proceso de ósmosis entre la Argentina y el régimen internacional de los derechos humanos”. La CONADEP fue la primera de las Comisiones de la Verdad que en todo el mundo se convirtieron en una valiosa innovación institucional y la precisa voluntad de Kirchner de remover las leyes y decretos de impunidad, que la justicia declaró incompatibles con la Constitución, permitió reanudar los procesos interrumpidos. “La historia reciente de la Argentina –entre momentos de aceleración y freno– es el ejemplo de una democracia que ha sabido refundarse creando una síntesis original entre valores nacionales y universales. En este sentido puede ser un modelo para muchos sistemas políticos y para muchas sociedades.” Enrico Calamai, quien como cónsul de Italia ayudó a salvar la vida y salir del país a decenas de argentinos e italianos evocó su llegada en la primera mitad de la década del ’70, donde conoció “una juventud bellísima, entusiasta, preparada, convencida de que había llegado el momento de liberar al país de un sistema oligárquico que bloqueaba toda instancia progresista”. Para contener “esta marea creciente, los militares argentinos declararon la guerra a su propio pueblo” y golpearon a los más jóvenes. Cómplices de este crimen contra la humanidad fueron “las democracias occidentales” que “colaboraron en el oscurecimiento de lo que estaban haciendo los militares que, en cambio, abrieron el país a los espíritus animales de sus multinacionales. Cuanto más prolongada la complicidad, mayor la recompensa”. Luego de encomiar el coraje de Kirchner al poner los derechos humanos en el centro de la actividad política de una Argentina renovada, Calamai lamentó que mientras los militares están cumpliendo sus condenas “poco se sabe todavía de las complicidades con que contaron a nivel internacional”. El gobierno de Italia antepuso “los intereses del propio sistema productivo a la tutela de los derechos humanos no sólo del pueblo argentino sino incluso de una de las colectividades italianas más numerosas del mundo”. Falta sacar estas complicidades a luz ya que “estos comportamientos colusivos de parte de los Estados son todavía una constante de la política exterior”.
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