Domingo, 29 de noviembre de 2015 | Hoy
Por Mario Wainfeld
Por convención, los mapas de distribución de los votos del domingo pasado pintan en celeste o azul los del Frente para la Victoria (FpV) y en amarillo los de Cambiemos. Con un poco de voluntad queda dibujada una variante de la camiseta de Boca (con licencias poéticas en Jujuy y San Luis).
La zona centro aupó al presidente electo Mauricio Macri. El NOA, el NEA y la Patagonia al gobernador bonaerense Daniel Scioli.
Usemos al mapa como metáfora. Boca es el primer escalón del itinerario de Macri y también el club más popular de la Argentina. El Jefe de Gobierno, como muchos ocupantes de palcos en la Bombonera, integra la clase alta que esta vez conjugó con apoyo popular.
Dividir el país en un “interior profundo” y suponer que solo las clases medias y altas eligieron al nuevo gobierno sería un error de lectura. Los apoyos en el Conurbano bonaerense, en las comunas humildes de la Ciudad Autónoma, en el Gran Rosario, en Jujuy hablan de un abanico de adhesiones policlasistas. Tres cuartas partes del padrón de Córdoba no pueden dejar afuera a laburantes rasos: esa provincia no es Luxemburgo.
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Hablemos en trazos gruesos, a la espera de análisis más finos del voto, expresión suprema de la voluntad popular. Los votos propios de los dos rivales se contaron en la primera vuelta electoral. El balotaje convoca al voto útil, fundado en el “segundo mejor” o en el mal menor.
El FpV perdió 17 puntos porcentuales entre 2011 y el primer turno de 2015. No mejoró tanto desde 2013. Una hipótesis simplificadora aunque no delirante es que el grueso del drenaje derivó hacia el Frente Renovador del diputado Sergio Massa cuya fortaleza no finca solo en las clases elevadas ni en las grandes metrópolis de la zona central.
Cabe al kirchnerismo elaborar qué sucedió. Hay quien prefiere pensar en el último año del mandato de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. La campaña, los errores, la infortunada selección de candidatos. Es un enfoque posible, que este cronista juzga imperfecto o incompleto. En un sistema democrático estable las presidenciales las gana o las pierde el oficialismo y las razones deben bucearse en años de gestión, de resultados, de indicadores sociales.
La diferencia escueta del escrutinio definitivo tienta para pensar en el peso de la campaña, de los discursos, de la coyuntura breve. Tal vez haya sucedido así, nadie puede probar un contra factual. Pero la primera vuelta definió cuestiones precisas y potentes. La decisiva pérdida de Buenos Aires, la provincia que Scioli gobernó esos años. Tal vez es un poco arriesgado decir que ese cambio de color es más asombroso que el resultado general pero le pasa cerca.
En todos los países del mundo la economía casera gravita en las elecciones. La gente de a pie conoce su “metro cuadrado”: cómo vive, cuánto cobra, cuáles son los servicios públicos que disfruta o padece. Una lectura que prescinda de ese dato inicial tal vez dificulte recobrar la mayoría, para lo que se tiene una notable base. La mejor, lejos, que se lleva cualquier mandatario desplazado en elecciones libres desde 1983.
Da la impresión que la mayoría de los análisis subestima esos aspectos y enfatiza la fatiga social, broncas, cuestiones discursivas. Para quienes son partidarios de las explicaciones multicausales esos factores pesan pero no son únicos. Parece clavado que un discurso binario, muy obsesionado con(tra) los medios dominantes deja afuera cuestiones sensibles.
En todo caso, pintar la política en blanco y negro colocó al kirchnerismo en una encrucijada difícil entre las dos vueltas electorales. Debía adecuarse, “pedirle” el voto a terceros, a otros que no eran ni propios ni macristas. El resultado quedó a la vista.
También queda para meditar por qué Cambiemos fue más orgánico, más estructurado y más hábil en la campaña.
En el tramo final, la militancia y las bases cobraron intenso protagonismo mientras Scioli mostró garra y coherencia. Son hechos esenciales para desentrañar el potencial del kirchnerismo. Pero también para repensar sus limitaciones en esta etapa de su formidable historia.
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