Domingo, 13 de diciembre de 2015 | Hoy
Por Mario Wainfeld
La edición digital de Página/12 padece un ataque informático desde hace varios días, que abarcan el tramo final de la transición y el comienzo del gobierno de Mauricio Macri. Mecanismos sofisticados intentan bloquear casi todo el tiempo el acceso a las noticias.
Es sabido que un diario de cualquier magnitud es más leído “en la compu” que en papel. En el caso de este medio, y solo para empezar, son millones los lectores del exterior y de todo el país, además de las producciones de programas radiales o televisivos distribuidos en todo el territorio que ya en la madrugada se enteran así sobre “qué dice Página”. El ataque obtura la divulgación de una voz no alineada con la comunicación hegemónica, cuando estas son flagrante minoría frente al blindaje mediático que acompaña al presidente Macri.
Según los técnicos y peritos consultados el bloqueo solo puede ser realizado por personas o, mejor, organizaciones dotadas de importantes recursos. Se iniciaron acciones legales para identificarlas y hacer cesar un atentado contra la libertad de expresión.
Es impropio personificar a los culpables sin pruebas pero tampoco se puede pecar de ingenuo. Es llamativo el momento en que se limita la divulgación de Página/12. También es notoria y preocupante la falta de respuesta de autoridades nacionales. No las hubo, hasta el cierre de esta nota. Ningún funcionario prometió cooperación de algún tipo. Nadie, tan siquiera, formuló alguna declaración de solidaridad. Tampoco se escuchó una sesuda reflexión del presidente de la Corte Suprema Ricardo Lorenzetti, tan solícito cuando Clarín estornuda.
Ese mismo silencio aqueja a los medios dominantes que mencionaron fatigadamente la denuncia eludiendo comentarla y mucho menos repudiarla.
Mucho se ha debatido en estos años acerca de la vigencia de la libertad de prensa. No hay registro de una situación tangible similar a ésta: un medio nacional, que está bloqueado por “manos anónimas” muy bien sustentadas durante largo plazo.
Todo eso ocurre cuando desde el oficialismo se enfatiza que fomenta que se escuchen “todas las voces”.
La simultaneidad en el tiempo no prueba causalidad, pero fuerza a averiguar si existe.
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