Domingo, 10 de enero de 2016 | Hoy
Por Mario Wainfeld
El Frente para la Victoria (FpV) fue vencido en elecciones libres. Contribuyó bastante al desenlace sin quererlo y sin saberlo evitar. Repensar sus errores y elaborarlos insumirá un tiempo.
El FpV conserva espacios institucionales importantes: en el Congreso Nacional, gobernaciones, intendencias, legislaturas provinciales, concejos deliberantes. Esos representantes del pueblo o de las provincias están “condenados” a negociar o articular con los adversarios políticos, es su rol.
Quienes están en el llano disponen de mayor autonomía táctica aunque de menos poder, en general.
Las tácticas o herramientas elegidas son variadas, tanto como los discursos. Van desde “la resistencia” o la caracterización del macrismo como una nueva dictadura hasta formas de adaptación demasiado entusiastas. En el medio o entrambas el verde follaje de la vida y de la acción. El reacomodamiento despunta recién, será cuesta arriba.
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Hay actores fijados en el pasado, que persisten en discutir la interna pasada en la provincia de Buenos Aires. La elección general se perdió, consecuencia que padece el conjunto. El debate retrospectivo, internista, no suma, solo congrega (o disgrega) a los iniciados.
Un joven diputado con alto cargo provincial es noticia por su vida privada, sus contactos con “la Griega”. La prensa dominante se hace un festín, lo menciona en las tapas en las que omite la represión en La Plata. Los damnificados son muchos, habrá que ver si por frivolidad o por algo peor.
Internismos, debates con espejo retrovisor no suman ni siquiera realinean. Perder es duro, descoloca.
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El estado post kirchnerista maneja cantidades de recursos. El sector público creció y es poderoso. Cambiemos apropia herramientas construidas con esfuerzo colectivo y las coloca al servicio de intereses concentrados. La Nación conserva una “caja” importante. Durante el ciclo anterior los tiras y aflojes con las provincias no obstaron a que sus mandatarios también tuvieran alta aprobación popular, revalidaciones, crecimiento.
El presidente Mauricio Macri mejora el trato con los gobernadores, los invita a almorzar a la quinta de Olivos. Así puesto, es pura ganancia para el oficialismo: se diferencia de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, predispone un clima dialoguista.
El ministro del Interior Rogelio Frigerio mantiene paliques cotidianos con los mandatarios provinciales. El nuevo trato gratifica a los dirigentes peronistas, de pelaje surtido. Al kirchnerismo le faltaron mimos, hecto litros de mate o café, toneladas de asado. “Quinchos”, “mesas” en las que discurrir o conversar.
Muchos rencores se amasaron, recrudecen tras la derrota. En mejores momentos, los ablandaba el éxito común.
Ese eje sigue siendo fundante. Los “gobernas” no cambian beneficios tangibles por tiras de asado o achuras: por ahora suponen que los adicionarán. Dicho de otra forma: no truecan efectividades conducentes por amabilidad. Políticos al fin, si son conminados a elegir preferirán lo material. Si les cortan los víveres, dejarán de agradecer los almuerzos. Habrá que ver.
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Pasar del oficialismo a la oposición es arduo, el tránsito es confuso. Hay militantes y dirigentes kirchneristas que conocieron el erial del llano... otros muchos que no tuvieron jamás esa vivencia. En el camino se apartarán arribistas que “cobraron” de más, incluidos protagonistas con alto nivel.
Reconstruir la fuerza y la acción cotidiana es un reto mayúsculo. Entender cuántas adhesiones se perdieron desde 2011 es parte del aprendizaje: será forzoso pero no suficiente.
El ex diputado y ex ministro Agustín Rossi (uno de los que seguirá militando y bancando donde le toque estar) decía en el pasado que el kirchnerismo había conseguido el milagro de encabezar una etapa progresista conduciendo una fuerza conservadora: el peronismo en su conjunto. No habrá sido magia pero sí un logro notable de las presidencias de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner.
Reconstruir una mayoría perdida desde el llano, con igual rumbo, da la impresión de ser un milagro a un mes del nuevo gobierno. Quizá lo sea, quizá se consiga con mucho laburo y revisión. Intentarlo, paso a paso, es parte de la hoja de ruta a construir. No será en una semana, ni en cuatro ni, tal vez, en un año.
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