Martes, 13 de junio de 2006 | Hoy
–¿Sabía qué representaba la ESMA cuando entró?
–Yo tenía mucho desconocimiento sobre esos temas en el momento en que ingresé. Hoy me lo puedo cuestionar y pensar por qué en ese momento no sabía. En ese momento, con 19 años, pensaba más que nada en estudiar para tener trabajo.
–¿Cómo recuerda la formación en la escuela?
–Yo viví una época de cambio. Me tocó ingresar en 1994, cuando se terminó el servicio militar obligatorio. El caso del soldado Omar Carrasco marcó un antes y un después en las Fuerzas Armadas. Algunas cosas que se hacían en la instrucción militar se dejaron de hacer y estaban vedados lo que llamaban “movimientos prohibidos”. Pero los cambios no son de un año para otro. Los “bailes militares” siguieron existiendo y yo los sufrí. Algunas costumbres siempre quedan. Sin embargo, en tercer año, me tocó tener responsabilidad disciplinaria y jerárquica sobre los otros cadetes. Y la asumí con la concepción de que primero viene el ser humano y después lo militar. Yo estaba en contra de los “bailes”, por lo que tuve muchos enfrentamientos con mis camaradas.
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