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Un complejo turístico

Baño compartido en medio de la nada. Asado para 20, mesas de material que se fabrican ahí mismo. Dos quinchos, otro en construcción y un rancho de madera en donde siempre humea una comida casera. Plaza de juegos con seis hamacas, sube y baja, dos caballitos hechos con tanques de oxígeno y cadenas. Canteros con flores, bien podados, con la tierra correctamente removida. Tanque de agua con bomba que extrae de un pozo apto para el consumo, aunque la empresa Baggio ofrece suficientes bidones como para que el agua de la napa se use para bañarse en las duchas que se están terminando de construir. Cuatro o cinco casas rodantes con cuatro o cinco familias bien instaladas, vallas de madera hechas a mano para evitar incidentes con quienes, cada tanto, buscan pasar de prepo. Carteles que indican el tamaño de los peces que pueden comerse si se pesca en el arroyo y cuáles hay que devolver. Recolección de residuos, reciclaje de los orgánicos. Un puesto de gendarmería un poco más alejado y una radio policial con un efectivo que matea con los asambleístas. Más allá de las decisiones que a diario se tomen a mano alzada en la ruta, lo cierto para las relaciones con Uruguay es que todo en la ruta 136 parece preparado para que las vacaciones encuentren en este paraje un lugar más o menos amable, para que los vecinos pasen largas temporadas con el menor daño posible.

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