Sábado, 10 de marzo de 2007 | Hoy
Después de marchar tres días, un grupo de militantes llegado desde Montevideo protestó en la entrada a la estancia Anchorena por la presencia de Bush. En Colonia no los dejaron pasar.
Por Mercedes López San Miguel
Desde Colonia
En el mediodía de ayer, bajo un sol ardiente, Jorge Zabalza, ex tupamaro de 63 años, agitó su bandera de Uruguay en la cara de los policías que formaban un cordón en la ruta para impedirle el paso en las cercanías de la estancia presidencial de Anchorena. “Está con nosotros el espíritu de los desaparecidos, de los solidarios con Cuba. Estamos protestando contra la presencia de un genocida”, gritó con voz ronca, haciéndose oír en medio de un concierto de petardos. Su voz no transmitía el cansancio que reflejaba su cuerpo, tras tres días de caminata desde Montevideo. Fue aquí, en este descampado al borde de la ruta, a siete kilómetros de la estancia donde hoy se reunirá Tabaré Vázquez con su par norteamericano, George Bush, y a 30 de la ciudad de Colonia, con un grupo de policías como únicos testigos, donde Zabalza y las decenas de personas que peregrinaron con él en la “caravana antiimperialista” dieron por cumplida su misión.
Página/12 fue testigo del último tramo de la peregrinación, desde el pueblo pesquero Juan Lacase, donde pasaron la última noche, al poblado Tarariba y cruzando el puente sobre el arroyo San Juan, por el que Tabaré y Bush, según trascendió, irán hoy a pescar sábalos, hasta el cordón policial que rodea la estancia.
Atardecía el martes cuando la marcha nucleada por la Federación Uruguaya de Cooperativas de Vivienda y Ayuda Mutua (Fucvam) partió desde Montevideo. Pararon en San José, Rosario y Juan Lacase. Algunos se sumaron en el camino, otros desistieron después del temporal del jueves. Claudio Peijó recordó las ganas de sus compañeros y la actitud de bienvenida en cada poblado que atravesaron: “En San José se nos acercaron unos botijas para entregarnos alimentos”, contó emocionado.
Al partir de Juan Lacase, con las primeras luces de ayer, las remeras azules de la Fucvam que lucían los peregrinos contrastaban con el amarronado del fondo de las plantaciones de sorgo. Las remeras portaban consignas. La de Lourdes Facholla decía: “Bush responsable del Plan Cóndor y asesino del pueblo iraquí”.
Otros se valían de carteles para transmitir sus mensajes: “Bush genocida”, “Fuera de Uruguay, terrorista”. Flameaban banderas de Uruguay, Venezuela, Cuba. Los movía el espíritu de Artigas, de Bolívar, de Guevara. “Veo a un Uruguay alineado a toda la política de Estados Unidos, por eso estoy acá”, dijo Sebastián Carrato, de 20 años, estudiante de Humanidades y “apartidario”, al llegar al poblado de Tarariba.
A la cabeza de la columna marchaba Zabalza. Con cada paso crecía su indignación con el gobierno por darle la bienvenida al mandatario norteamericano. “Este gobierno se dice progresista y hace acuerdos comerciales con Estados Unidos”, se quejaba el veterano militante.
Se refería al Acuerdo Marco de Convenio de Inversión, TIFA (por sus siglas en inglés), un acuerdo previo a un tratado de Libre comercio que firmaron en enero los gobiernos de Uruguay y EE.UU. El tratado generó turbulencias en el seno de la coalición oficialista, entre los pro-TLC, como el ministro de Economía, Danilo Astori, y los anti-TLC y defensores del Mercosur, como el canciller Reinaldo Gargano.
Las remeras azules, en su parte trasera, lo evocaron: “TIFA: con olor a TLC”. Para Lourdes Facholla, el acuerdo comercial huele a pescado podrido. “Nosotros tenemos mucha materia prima; ellos quieren un TLC por un pedazo de carne o de tela”, dijo la militante de 29 años mientras apuraba el paso.
“Como el Mercosur está en un momento difícil, estas cosas perjudican las relaciones con los vecinos. Ni la visita de Lula creo que ayude”, agregó Peijó, que marchaba a la par.
Pasaban las horas y José Dacosta levantaba las esperanzas de algunos rezagados con calambres en las piernas o ampollas en los pies. Por tramos, ganaría el cansancio y algunos se subirían a los micros. Detrás de ellos se veían chiquitos los eucaliptos plantados por la papelera Fanapel (Fábrica Nacional de Papel de Eucaliptos), de Juan Lacase, y los caminantes señalaban a lo lejos la chimenea de esa papelera, que pertenece al departamento de Colonia, cuyo intendente es Walter Zimmer, del Partido Nacional (blanco). El intendente tiene en común con el presidente Vázquez que ambos son médicos, y no faltó quien dijera “que Zimmer mejor se dedique a la cirugía tiempo completo”.
Tabaré Vázquez es oncólogo y sigue en actividad. A él le piden los cambios los que lo votaron. “La papelera no debería existir, antes había dos mil empleados, después de la crisis de 2002 fueron 200”, dijo Peijó, llevando una bandera de Covijar, Cooperativa de Acción Mutua de Montevideo. Pasó un segundo y mencionó la papelera de Fray Bentos. “No puedo estar ni a favor ni en contra”, dijo, y se calló sin más.
En la ruta 22 llegó la policía y los hizo desviarse del camino original. No podían entrar a Colonia. “Los de Inteligencia de Bush pueden andar por donde quieran, nosotros, que somos el pueblo, no”, dijo exaltado Eduardo Barrios. “Es entregar la soberanía”, acotó a su lado Carlos Gracoya. “¿Cuál es la imagen de Uruguay al exterior?”, se preguntó Daniel De Souza, secretario general de Fucvam. De Souza se preocupó de lo que opinarán los bolivianos y los venezolanos. “El gobierno no va adonde va el pueblo”, agregó.
Con ampollas y en medio del calor llegaron a las inmediaciones de la estancia, donde 2500 efectivos se encargan de la seguridad. Los peregrinos se quedaron de frente al cordón de la policía –“los milicos”, como los llaman–, con el campo a sus espaldas. “Las vallas nos separan, son ellos y nosotros”, dijo Zabalza. De fondo se oía un tema de la banda rockera Cuatro pesos de propina, una obscena y popular que decía: “Sacámela un poquito”.
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