Sábado, 12 de enero de 2008 | Hoy
El presidente venezolano pidió que se le retire la denominación de “grupo” terrorista a la guerrilla colombiana para facilitar el canje humanitario, pero recibió una dura respuesta de Uribe.
La batalla entre Caracas y Bogotá volvió a arrancar. Después de un intento de distensión para permitir la liberación de Clara Rojas y Consuelo González, el gobierno de Hugo Chávez y el de su par colombiano, Alvaro Uribe, se entrelazaron en un nuevo cruce verbal. El primero en lanzar la piedra fue el líder bolivariano. “Las FARC y el ELN no son terroristas: son verdaderos ejércitos que ocupan espacios en Colombia”, dijo Chávez antes de pedirle a Uribe que los reconozca como parte beligerante. La respuesta de Bogotá no se hizo esperar. “Bajo ningún motivo”, sostuvo la Cancillería. El ministro del Interior, Carlos Holguín, fue aún más duro y calificó de “insólita” la propuesta de Chávez.
El pedido del presidente venezolano provocó la reacción de casi todo el establishment político colombiano. Incluso el ex presidente Andrés Pastrana, una de las figuras que más abogaron por el intercambio humanitario en los últimos tiempos, acusó al mandatario de “chantaje”. El Palacio de Nariño fue un poco más diplomático. “Todos los grupos violentos de Colombia son terroristas. Terroristas son las FARC, el ELN, los paramilitares en proceso de desmantelamiento. Son terroristas por atentar contra una democracia respetable y por sus métodos de exterminio de la humanidad”, decía el texto que difundió ayer la Presidencia. Para justificar su postura, el gobierno de Uribe recordó los vínculos de las FARC con el narcotráfico, su responsabilidad por crímenes de lesa humanidad y el uso sistemático de minas antipersonales.
Pero no fueron estas palabras las que despertaron el enojo del Palacio de Miraflores. “La petición del presidente Chávez es insólita y desproporcionada”, sentenció al poco de enterarse del discurso del mandatario venezolano el ministro del Interior colombiano. “La condición de terrorista no lo hace la calidad o el nombramiento como tal, sino los hechos que cometen”, agregó Holguín. Mientras desde el uribismo todos compartieron la opinión del funcionario, la oposición colombiana, que tradicionalmente reivindica la idea de una guerra interna, optó por mantener el silencio.
En su nuevo perfil bajo, Chávez esquivó la crítica y le pasó la posta a su canciller, Nicolás Maduro. “Hago un llamado para que no arranque una jauría mediática-política desde Colombia y de otras partes a disparar para tratar de desfigurar una palabras que van con una carga necesaria de lucha por la paz y, además, basada en un proceso histórico”, se defendió el ministro. “Nosotros tenemos propuestas y queremos un diálogo y un debate de altura, esclarecedor, con espíritu de paz y humanista”, agregó.
A pesar del cruce y de las molestias que su propuesta generó en Bogotá, Chávez siguió adelante con su plan. Propuso instalar una mesa de paz en su país, donde el gobierno colombiano, las FARC y los mediadores y garantes internacionales se puedan reunir a discutir el fin del conflicto armado, que ya lleva devastando al país vecino hace más de medio siglo. Mientras el antichavismo lo acusó de intentar interferir en los asuntos de otro país y de querer legalizar a las FARC, los familiares de los secuestrados y las dos liberadas, Clara Rojas y Consuelo González, celebraron su iniciativa.
El embajador de Cuba en Caracas y miembro de la misión humanitaria de esta semana, Germán Sánchez Otero, también se puso del lado del mandatario venezolano. El diplomático participó del discurso anual de Chávez ante la Asamblea Nacional y rescató la importancia histórica de lo que consiguieron el jueves pasado. Para Sánchez no hay duda de que la liberación de dos rehenes abre la posibilidad a nuevas entregas y, lo que es aún más importante, a un proceso de paz.
Mientras las cámaras estaban pendientes de los dos mandatarios y sus idas y venidas, los Rojas y los González Perdomo decidían disfrutar de su reencuentro y quedarse unos días más en Caracas. La prensa venezolana aseguraba ayer que las dos mujeres no volverán todavía a sus hogares para cumplir con un chequeo médico completo. Según fuentes colombianas, la ex congresista González recién estaría llegando a su pueblo natal en dos o tres semanas. Allá sus familiares y sus amigos ya le están preparando una fiesta masiva para darle la bienvenida.
Por su parte, los Rojas esperan a Clara un poco antes. La compañera de fórmula de Ingrid Betancourt podría estar de vuelta en Bogotá la semana que viene. Su primera y más importante misión será reencontrarse con su hijo, Emmanuel. El jueves, después de conocerse la entrega, el Instituto de Bienestar Familiar se comprometió a entregar al niño no bien lo reclame su madre, quien no lo ve desde hace más de dos años.
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