Domingo, 24 de julio de 2011 | Hoy
Por Adrián Paenza
Han cambiado muchas cosas en estos últimos ocho años en la Argentina. Justamente, esos cambios son los que nos inspiraron a imaginar este ciclo. Más allá del ruido, de las peleas y de la supuesta crispación, nos empezamos a acostumbrar a que ya no hay temas tabú, que todo puede ponerse arriba de la mesa y discutirse hasta encontrar un resultado que exprese la voluntad de las mayorías. Durante mucho tiempo en nuestro país —y no me refiero sólo a los espacios de las dictaduras sino también en períodos democráticos— sectores de la sociedad pretendieron convencernos de que había cosas que no se podían discutir o cambiar. Algo así como que había ciertos intereses corporativos que no lo iban a permitir. Sin embargo, tanto en lo económico, como en lo político y en lo social fuimos encontrando el modo de abordar esas cuentas pendientes.
Un breve repaso: parecía que el Estado estaba condenado a ser un Estado bobo, necesario para absorber pérdidas y facilitar ganancias. Las AFJP no se podían tocar, las empresas públicas tenían que ser privadas, la ley de radiodifusión de Videla no se podía tocar, a los monopolios mediáticos, tampoco. La Asignación Universal por Hijo era un derroche que no se podía permitir, el matrimonio entre personas del mismo sexo, una afrenta a la moral y a las buenas costumbres, la televisión pública de calidad, un lujo innecesario.
Fue el debate, orgánico o desordenado, legislativo o espontáneo, pero el debate al fin el que habilitó esas discusiones y el que permitió que se empezaran a pagar viejas cuentas que la sociedad tenía pendientes. Eso es precisamente lo que queremos hacer: promover el ejercicio del debate, desarrollar esa gimnasia que nos hace mejores, convocar a construir incorporando lo mejor del otro sin que todo termine en una competencia estéril por saber quién tiene razón. La vida está llena de grises.
Un canal público tiene la obligación de exponer ciertos temas ante la ciudadanía. Los canales privados, no. Es obvio que nada va a quedar definido en un programa de televisión, tampoco lo pretendemos. Pero así como hay lugar para las noticias, el entretenimiento, la ficción, el arte, el deporte, por nombrar algunos componentes de la vida cotidiana, también hay otros temas ríspidos, complicados, que no son binarios. Esto está bien o está mal. Esto es verdadero o esto es falso. Hay numerosos matices a contemplar, posiciones a considerar. Necesitamos entrenarnos en debatir, en escuchar, en aprender a tolerar y a ceder. Este programa no va a cerrar ningún tema, sólo pretende contribuir generando preguntas, y en todo caso aportando algunas potenciales respuestas. Se trata de escuchar a gente que piensa distinto. Pero acá van a venir a exponer y a defender sus posiciones, pero no se van a pelear ni a gritar. ¿En qué sociedad queremos vivir?, ¿qué queremos ser?, ¿cómo vamos a respetar a las mayorías, pero al mismo tiempo incluir a las minorías? Eso, un debate que debería servir para educar nuestra opinión.
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