ESPECTáCULOS › EL IMPOSTOR, BASADO EN UN CUENTO DE PHILIP K. DICK
Les juro que no soy un androide
Por Martín Pérez
Un hombre es acusado de ser un androide. Y eso no es todo: ese androide fue construido por los extraterrestres en guerra con la Tierra a imagen y semejanza del hombre al que reemplaza, y carga en su tórax un explosivo mortal. Su acusador explica que es imposible de saber si el humano es o no un androide antes de matarlo. Que sólo sospecha de él porque su nombre está incluido en una lista alienígena. Que poco importa que el hombre jure y perjure que es humano y que recurra a viejos recuerdos para demostrarlo, porque el androide ideado por los extraterrestres tampoco sabría que no es humano. Y que la única forma de demostrarlo, y de desarmar la bomba en el camino, es correr el riesgo de equivocarse y asesinarlo. Por el bien de todos, claro.
Basado en un cuento de Philip K. Dick, la trama de El impostor recuerda inevitablemente a ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, la novela de Dick que dio origen a Blade Runner, el notable film de Riddley Scott. Pero ahí se acaban las semejanzas entre esta producción de Gary Sinise -también protagonista de la historia– con aquel mítico film. Suerte de cortometraje estirado más allá de lo aconsejable, y a pesar de eso necesitado de permanentes parlamentos que expliquen su trama, este film dirigido por un tal Felder es a su manera también un impostor. Con la ambivalencia paranoide propia de Dick atrapada en una tonta huida permanente hacia un final supuestamente revelador, El impostor es aburrido y un recurrente film clase B, que recuerda épocas en las que la excusa de la ciencia ficción justificaba los pasillos oscuros y goteantes. Y cuyo estreno local es raro en tiempos en que tantos films interesantes terminan siendo condenados al video por una supuesta carencia de lugar en el mercado.