ESPECTáCULOS
Los conductores de la medianoche y sus permisos frente a la pantalla
La hora de las brujas supone permisos que en otros horarios serían raros. El after hour a la medida del espectador insomne.
Por Julián Gorodischer
A la hora de las brujas, la TV estrena anticonductores. La trasnoche da permisos, y ellos se rebelan a las pautas de su oficio. Ante el espectador insomne comentan la noticia haciendo pucherito (Marcela Pacheco) o convierten el programa de concurso en un experimento lisérgico (Emiliano Rella). Otras veces podrán calificarse como “feo, gordo, tímido” (Gerardo Rozín) o heredar el desbande de Todo por 2$ pero con un trazo algo más grueso y barrial (Daniel Aráoz y Coco Silly). Para todos, la madrugada se recibe con euforia, como si desconocieran aquel viejo postulado que le atribuía: relajar, pausar. Los anticonductores desconocen las reglas de los géneros; hasta podrían compartir un ruego: “No me digan chapita”, dice la Pacheco, a punto de ingresar al noticiero.
Ella empezó a desatarse en Medios locos, un magazine de humor y noticias que condujo (Canal 7, en 2001) con Mex Urtizberea y Adolfo Castelo. Descubrió que le salía bien “la loca”, una conductora que mechaba la noticia con chistes o se volcaba a la tribuna para hacer un pogo. Ahora lo aplica al noticiero: hace caída de ojitos, puchero, eleva el tono y se queja, se levanta, quiebra la ley del mostrador y se pasea. “En la tele siempre fui como una loca: me da lo mismo estar atrás, adelante, hacer pintadas en la calle o agarrar un parlante –dice Marcela Pacheco–. Me resisto a ser cómplice de ese medio de distorsión que suele ser el noticiero.” Combate la asepsia del presentador no gestual, rígido, secote. “Eso es actuación”, dice ella, a la que acusan de actuar las noticias. El anticonductor será, ante todo, un pequeño mártir: relegado del horario central, insertado en una serie de “loquitos” (Horacio Embón, Liliana López Foresi, la Pacheco...), y retado por hablar de más. “Presentá y callate”, le decían en otros noticieros, cuando entraba en su ataque frecuente de ira. “¿Por qué nos joden tanto con la inseguridad? –dice–. ¿A quién beneficia? Los noticieros se manejan por intereses, y el conflicto vende más que nunca. Me acusaron toda la vida de tener discurso incontrolable, de editorializar con la cara: ¡tienen miedo de que me exprese!”
Emiliano Rella, de Call TV (Canal 9, 1 de la mañana), empezó en la TV como actor de publicidad, y se hizo famoso con el aviso del Día Osvaldo, de cerveza Quilmes. Como anticonductor convirtió el austero escenario del call center, planeado como un concurso telefónico para insomnes, en un extraño experimento donde pasa de todo: escenificación de “partusas”, clases de seducción, bailes y gritos a la madrugada. Call TV mutó al primer show lisérgico de la tele, decorado en flúo, sin profundidad, y con los marcados gestos de Emiliano para quebrar toda tradición realista en concursos. “El formato original es holandés, pero lo tratamos de argentinizar –dice–. Por ejemplo, intento un chichoneo fino. A las mujeres de 40 años les gusta que les haga ojitos.” Emiliano actúa como si fuera un mimo: se apoya en una barra virtual, se calza sombreros que no existen o agarra objetos de aire. Y entabla su seducción con esa mujer a la que imagina del otro lado: una de entre 20 y 55, en la cama y sola.
Lo de Coco Silly y Daniel Aráoz, en Compatriotas (a las 0.30, Canal 7), también es una renovación: ellos desconocen la invocación a un público. Hablan como si “estuvieran” sin destinatario, interrumpiéndose o contando chistes, también jugando con el off, buscando la herencia de Alberto Olmedo, y otro poco de Todo por 2$. “La postura es no conducir –dice Silly–. Y en vez de disimular la falta de recursos, la acentuamos: preferimos una peluquita a una superproducción. Queremos que nos identifiquen no con el glamour del ambiente, sino con el primo de todos.” Los personajes de Compatriotas rondan siempre un arquetipo: el “licenciado en todo” (porteño típico) o Milton Legrón (famoso típico) pero con lugar para algunas caricaturas procaces (Carlitos, que se toca el pito). Siempre harán una defensa del “no saber hacerlo”, en la era de la naturalidad forzada, cuando lo que importa es “armar espejo”.
En la misma sintonía que Gerardo Rozín en el flamante Medianoche de un día agitado (Canal 9) donde el anticonductor satura la referencia a su ser “feo, gordo, tímido, perdedor”. En las entrevistas calcadas del show de David Letterman y del Duro de acostar de Roberto Pettinato, Rozín sigue la doctrina Capote “para entrevistas en profundidad” (denigrarse para que confiesen) pero –a diferencia de aquél– nunca logra un coming out. En cualquier caso, no ostenta un saber. Como Silly: “Nos llaman porque tenemos una credibilidad; yo podría ser taxista –dice–. Esto es como el clima de trasnoche de una fábrica: compramos una pizza, escuchamos la radio. Eso le quita prolijidad a la tele, pero por suerte nos identifican con personas iguales laburando”.