ESPECTáCULOS › PAGINA/12 PRESENTA “ALMENDRA EN OBRAS” Y UN SHOW DE 1969 EN EL TEATRO DEL GLOBO
Cuando toda la magia cabía en una almendra
Los CD’s son momentos clave de un grupo capital: el segundo show en Buenos Aires, hasta ahora inédito, y la inolvidable reunión de 1979. Luis Alberto Spinetta, Emilio Del Guercio, Edelmiro Molinari y Rodolfo García recuerdan esos días.
Por Claudio Kleiman
Surgidos a fines de los ’60, fueron una estrella fugaz cuya estela ilumina hasta hoy la música en castellano a partir del rock, con canciones perfectas, esparcidas en dos discos y algunos simples. Su reunión una década más tarde, en un clima de terror, llevó su música a una nueva generación. Como sucede con los grandes, la química de las cuatro personalidades que componían Almendra daba un resultado más grande que la suma de las partes. Por eso, los discos que se presentan a partir de mañana con Página/12 son de incalculable valor documental: En vivo en Teatro Del Globo se publica por primera vez, y al registrar la segunda actuación de Almendra en Buenos Aires, en abril de 1969, constituye un testimonio extraordinario de ese núcleo creativo, aumentado por seis temas inéditos. Almendra en Obras, registrado en la reunión de diciembre de 1979, presenta a músicos que evolucionaron sin perder su sonido, reviviendo su repertorio y mirando hacia adelante con nuevos temas. Más de 35 años después, Rodolfo García, Emilio Del Guercio y Edelmiro Molinari continúan un diálogo que nunca se interrumpió: su relación atraviesa el tiempo. Por su parte, Luis Alberto Spinetta consideró que la ocasión ameritaba romper su habitual mutismo (ver aparte).
–En la nota con que presentan el disco del Globo hablan de la sala de Arribeños, donde se gestó la música de Almendra.
Emilio Del Guercio: –Es la foto de la tapa del disco. Como no tenemos foto del concierto, nos pareció que la foto en la sala representa el ambiente y la energía. Le poníamos una artesanía impresionante, horas de probar cosas, acordes, arreglos. Además de la investigación, había una cosa lúdica.
Rodolfo García: –Buscábamos no tocar cosas que ya habían sido tocadas, decíamos “no traer ideas remachadas”. El tema tenía que tener algo diferente, no desarrollarlo como lo haría un músico sesionista.
–Los arreglos de voces eran inusuales. ¿Cómo se generó esa alquimia?
R.G.: –A veces terminábamos de ensayar, nos íbamos a algún boliche y cantábamos cosas como Bad Boy o Nowhere Man (The Beatles), que eran una especie de ejercicio para armar voces con criterios “no remachados”. Entonces, las voces en nuestros temas a veces salían instantáneamente. Así pasó con Muchacha, Luis dijo “tengo un tema que hice ayer”, lo mostró con la guitarra, y al segundo coro ya estábamos metiéndole voces. Se decidió que el tema iba sólo con guitarra y voces. Nos quedamos maravillados, sonaba tan bien que era como “no lo toques más, dejalo así”.
–¿Dónde se produjo el debut del grupo?
R.G.: –Nuestro primer laburo fue en Mar del Plata, en enero de 1969, en Matoko’s. Eso nos dio un training de tocar todos los días. En marzo, la compañía nos propuso ir a tocar a un Festival de la Canción que se realizaba en Ancón, a 40 kilómetros de Lima. Volvimos e hicimos el primer concierto en Buenos Aires, en el Di Tella. Un par de semanas después tocamos en el Globo, donde fue registrada la cinta que se edita ahora.
–¿Cuál es el origen de esa cinta?
R.G.: –Amadeo Alvarez, que era el cantante de Los In, vino a vernos a la sala acompañando al productor Ricardo Kleiman, que nos dijo que íbamos a grabar en RCA. Habrá pesado la opinión de Amadeo, quien quedó muy impactado. Y el día del Globo se apareció con un grabador Phillips de cinta abierta, en una época en que no era nada común grabar los recitales.
–¿Y cuándo tomaron contacto con la grabación?
R.G.: –Años después, Amadeo le regaló esa grabación a Litto Nebbia, y un día me llamó y me dijo “tengo una grabación que es impresionante”. Yo ni me acordaba que existía, y escucharla fue increíble. Después se filtró por algún lado y empezó a circular en forma pirata.
E.D.G.: –Por eso es un poco la salida de este disco, ya que limpiamos un poco el sonido –que por supuesto es documental– y lo entregamos de una manera más digna, con las letras y algunas fotos inéditas.
–Los temas inéditos le agregan valor documental extra.
E.D.G.: –Quedaron sin grabar muchos más temas, música que es familiar en nuestro corazón y en nuestro recuerdo. Por suerte se van a conocer estos temas, aunque lo ideal hubiera sido grabarlos en estudio.
–¿Cómo se produjo la reunión de Almendra en 1979?
R.G.: –Hubo un par de intentos anteriores, Edelmiro vivía en EE.UU., y cuando venía a veces nos juntábamos a comer un asado con zapada, pero pesaban cosas como “la gente va a creer que estamos especulando para hacer plata”, y no hacíamos nada. Un día Luis dijo que lo había llamado Alberto Ohanian contándole que había estado una tarde con su mujer escuchando Almendra y fantaseó con la idea de juntarnos. Empezó a prender la idea, como “dejémonos de joder, vale la pena”. Hicimos una reunión en la casa de Ohanian y nos dimos manija, lo llamamos a Edelmiro a Los Angeles y él dio el OK. Al día siguiente ya estaba Alberto gestionando lugares; al poco tiempo nos encontramos pasando temas, preparando material.
Edelmiro Molinari: –Había programados dos conciertos en Obras, pero se generó un impacto que nadie esperaba, incluso en contra de los vaticinios de personas como Daniel Grinbank, que decían que no iba a funcionar.
R.G.: –La gente ligada al espectáculo decía que la gente que había consumido a Almendra se había casado y no iba más a recitales.
E.D.G.: –Además era un momento muy jodido, y otra idea, si bien no era lo central, era recordarle a la gente que habíamos estado mejor, como una especie de cachetazo diciendo “¿te acordás que nos pasaban otras cosas?”. Desde el punto de vista musical y de nuestra relación era algo reparador, volver a hacer cosas que habían quedado inconclusas.
E.M.: –Fue increíble, porque no había recitales multitudinarios en Obras y terminamos haciendo seis, dos funciones por noche durante tres días. Llegaron ómnibus de todo el país, 36.000 personas. Y a los pocos días hicimos dos conciertos en el Lawn Tennis Club.
–¿Desde el principio estaba planteada la grabación del disco en vivo?
R.G.: –El plan era un delirio, grabar los conciertos de Obras –porque no teníamos ningún disco en vivo y era muy importante para nosotros–, hacer una gira por el interior y un disco de estudio con temas nuevos, todo entre noviembre y marzo. Hicimos cuatro temas nuevos junto a los conocidos en ese primer lapso, y nos volvimos a reunir a mediados de 1980 para hacer El Valle Interior.
–¿Qué diferencias veían entre el Almendra del ’69 y el del ’79?
R.G.: –Por momentos era como si esos diez años hubieran sido dos meses. También había un progreso, porque cada cual se fue desarrollando con proyectos como Color Humano, Aquelarre, Pescado Rabioso, y llegó con otro bagaje. Y se nota en el disco.
E. M.: –También esos años acentuaron nuestros egos. Estaba el candor y todo eso porque somos amigos desde chicos, pero cada uno estaba afianzado en sus egos y eso marcaba más diferencias.
–Escuchando el disco en Obras es palpable el cariño de la gente.
E.M.: –La carga emotiva en Obras nos sobrepasó a todos. Cuando estás tocando y ves que en el escenario está todo el mundo llorando, hasta los ayudantes, y abajo también, te pasan cosas muy profundas.
–Además, había una necesidad muy fuerte de expresión...
R.G.: –En la gira nos pararon montones de veces. Había salido un radiograma del Ministerio del Interior a todo el país que aconsejaba “evitar la actuación del grupo Almendra”, porque “alentaba el consumo de drogas y el desenfreno sexual” (risas). Hubo lugares donde a las siete de la mañana venían a despertarme tipos de la SIDE para pedirme las letras.
–¿Cómo ven la experiencia con la perspectiva que da el tiempo?
E.D.G.: –Fue una marca de vida grossísima, y una de las cosas que más rescato es el capital de experiencia humana, ver nuestra música en la vida de las personas. Algunos creen que éramos un grupo concheto de Belgrano, y no es así, tocamos en lugares súper humildes, nos fueron a ver tipos de la villa y de Belgrano R. Unir esas puntas fue una experiencia impresionante. Y está el hecho de que más de 30 años después haya gente que se acerca no en el sentido de la admiración sino desde otro lugar. Como esos amigos de la infancia con los que te encontrás y por ahí no los ves nunca, pero sabés que tenés una parte de vida compartida y eso no lo borra nadie. Eso es lo que siento con mucha gente, que compartimos algo, no es que el tipo me aplaudió y yo le vendí un disco. Eso no se paga con nada.