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Por Elsa Bornemann *

A pesar de ser muuuy joven entonces, mi primer libro apareció en 1970. Lo había escrito durante mi pasaje por la escuela secundaria, al igual que otros que pronto lo sucedieron y que –tal como ése– gozaron –para mi sincero asombro– de una insólita difusión y acogida por parte de sus destinatarios (chicos y preadolescentes) de las escuelas argentinas en general. Por eso, aunque mi obra de cuentos titulada Un elefante ocupa mucho espacio fue incluida en el Cuadro de Honor del Premio Internacional Hans Christian Andersen/1976, galardón otorgado por IBBY (International Board of Books for Young People, con sede en Suiza), en 1977 fue prohibida por Videla, mediante un ultrainjurioso decreto que me exponía a lo peor desde su vandálica dictadura militar. Sin embargo, hasta que se produjo el retorno a la democracia recibí absoluta solidaridad de las editoriales –que siguieron publicando mis libros– y de las autoridades de la Feria, quienes tampoco me erradicaron.
En las sucesivas ferias montadas a pesar del “proceso”, mi asistencia a múltiples actos y firma de mis libros persistió, como si ese terrorismo de Estado no me hubiera colocado “en la picota”. Si no fuera por ello, nunca hubiese sentido –¡a lo largo de 29 años!– la emoción que me sacude cuando colas de concurrentes aguardan mi atención frente al stand en el que me encuentre, a fin de que dedique sus ejemplares. No sólo se trata de niños y jóvenes que desean conocerme, sino –incluso– de ex lectorcitos “míos”, actualmente de 35 “pirulos”, 40 o algo más, quienes se presentan a verme con sus hijos. También suelen ir ex compañeros, maestros, profesores de los colegios y de la Facultad de Filosofía y Letras (UNBA) donde me recibí, a quienes se suman alumnos y docentes de escuelas que visité. ¡Qué cálidos reencuentros! ¿Y qué decir de la intensa alegría de relacionarme –personalmente– con admirados escritores argentinos y extranjeros, venciendo mi timidez? ¡Ah... la Feria es una fiesta... (ahora en La Rural y tan enorme...)!
* Escritora.