LA VENTANA › MEDIOS Y COMUNICACIóN

Medios y responsabilidad social

El debate sobre el proyecto de la nueva ley de servicios de comunicación audiovisual que debería sustituir el decreto-ley dictado por la dictadura y que, con reformas posteriores, sigue rigiendo la comunicación, se sigue postergando. Mientras tanto, continúan las críticas al manejo que los intereses económicos y políticos hacen del sistema masivo de medios.

 Por Graciela Adriana Pini *

Los medios de comunicación lejos de ser el “tercer poder” –como se le decía cuando éramos pequeños– se han convertido –como lo expresara nuestro querido amigo Nicolás Casullo– en un partido político. Una cuestión que cabe retener a la luz de la presente puntuación es que, en la misma época en la que se la denominaba “tercer poder”, la prensa reinante en aquel momento, mientras nombraba “tirano prófugo” al que fuera dos veces electo presidente, prohibía con una particular concepción de la “libertad de expresión” la mención de su nombre. Así como la historia la cuentan los que ganan y como las significaciones y construcción de la realidad al niño le llegan junto a la papilla que le da la vieja o quien la sustituya, de la misma manera la información nos la dan quienes tienen el poder mientras van constituyendo el sentido del mundo que nos rodea. Prueba de ello es el papel jugado por los medios en la no muy lejana “batalla” entre el campo y el Gobierno. Conflicto significado desde su comienzo estableciendo un “versus”, construyendo un imaginario donde aparecían los supuestos mejores valores “del argentino” del lado del campo, apelando a un “nosesabededónde” emergido de golpe “nacionalismo” y del otro lado la barbarie, chusma enardecida que de la mano del “negro” D’Elía parecía semejar a los ojos de los “ciudadanos decentes” aquel “aluvión zoológico” que alguna vez osó meter las “patas en la fuente”. ¡Figura amenazante si las hay! “Somos el campo”, rezaba el cartel de los patriotas campestres, mientras ciudadanos que, en algunos casos, apenas si habían visto tierra en sus macetas, aparecían enarbolando banderas propias de los terratenientes (o sea, ajenas). Conformación de sentido y climas de sospecha, como el que ahora se construye a partir de una permanente denigración y bastardización de las medidas de gobierno. Editoriales que rayan en la injuria y la chabacanería cuando no rozan el tono de denuncia (¡quieren la caja!); interpretaciones trágicas generadoras de un malhumor social que casualmente coinciden con los vaticinios apocalípticos de la principal referente de la oposición. O con las medidoras de riesgo extranjeras que mal pudieron prevenir su propia catástrofe financiera. En medio de este universo mediático solapado y manipulador donde ya no podemos distinguir un editorial (propiamente de opinión) de una sección informativa. ¿Qué de la construcción de ciudadanía y la responsabilidad que debería provenir de un sector que mediatiza la realidad y su sentido en forma cotidiana? La realidad es precaria dirá Freud; está “atada con alambre” recitando a Copan; significantes dirá Lacan. La realidad es un hecho estructural. La palabra del Otro me constituye y constituye la realidad, junto a la papilla... Nacemos a un mundo hablado y significado por Otro. Esto es así. No es ni bueno ni malo, es un hecho estructural. Lo que sí resulta por lo menos preocupante es que se nos deje a merced de los intereses del Mercado. ¿Quién debería regular su funcionamiento si no el Estado? Si un padre no cumple con su función su abandono se refleja en la inmediatez del síntoma del hijo (en el mejor de los casos). Si un Estado se corre de su rol regulador, el Mercado manda, siendo sus voceros por excelencia los medios de comunicación con su discurso hipnotizante, portador de “certezas”. ¿Y en qué basa su poder? Es que el orden mediático es el lugar por excelencia por donde el capitalismo ha logrado entrar a las casas junto a los electrodomésticos, el horóscopo, el pronóstico de tiempo. Es decir, junto a aquellas cosas que “nos hacen felices” o que nos “deberían” hacer tal como nos augura este mundo mercantil y hedonista. “Satisfacción inmediata” es el paradigma de la felicidad actual. Felicidad “puertas adentro” promocionando el goce de determinados “bienes”, sustrayéndonos del lazo social con su fin autoerótico. Las propagandas –signos, noticias– nos traen entonces junto a su promesa de goce un mundo amarrado al bienestar de un cuerpo enajenado, des-subjetivizado y autómata, unido y despegado a la vez como esos dibujitos horrendos que ven los pibes. A esta felicidad estupidizante que por momentos los “mercaderes de la angustia” (al decir de A. Zaiat) logran desestabilizar con sus alertas “rojos” haciéndonos temer la perdida de una supuesta completud, sólo podemos oponer la palabra. Palabra que no se agota en sí misma sino que enlazada a otra y a otra en su función simbólica pueda producir una fisura al discurso hegemónico, apostando a la aparición de un sujeto social, crítico y responsable, enlazado con otros en una nueva trama significante.

* Psicoanalista del Fuero Penal Juvenil. Participante del Espacio Carta Abierta.

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