Jueves, 28 de diciembre de 2006 | Hoy
Por C. O.
En La interpretación de los sueños, Freud dice que el material psíquico de que se sirve el sueño consta, las más de las veces, de imágenes visuales, pero señala que no todos los sueños muestran esa trasmutación de la representación en una imagen sensible: hay sueños compuestos sólo por pensamientos. ¿Deberíamos pensar que los sueños de los ciegos no pasan por la trasmutación a lo sensible, que simplemente son pensados o sabidos como suelen ser los pensamientos en la vigilia? Ciertamente, no. Conozco sujetos adultos que quedaron ciegos de niños y todavía sueñan con imágenes visuales; a otros, que quedaron ciegos recientemente, los colores se les van borroneando, desgastando; otros sueñan con colores vivaces, fluorescentes, casi irreales. Una joven mujer, ciega durante la mitad de su vida, se ve en el sueño como los otros la ven, pero se sueña ciega; ella, en el sueño, se ve, como protagonista del sueño, pero no mira, porque está ciega.
El mayor enigma lo ofrecen los ciegos congénitos. ¿Cómo sueñan?, pregunto a un grupo de jóvenes. “Tal como vivimos”, contesta uno de ellos.
“Sueño con el traqueteo del tren, con su sonido, con mi cuerpo en movimiento”, dice otro. “Sueño con un olor que me invadió, con la suavidad o la aspereza de algo”, contesta un tercero. “No sé por qué siempre sueño que estoy en la casa de mi mamá y no en la mía”, dice una muchacha. “¿Cómo te das cuenta?”, le pregunto. “Porque mi departamento es pequeño, lo recorro en seguida. En cambio, la casa de mamá es amplia, tiene muchas habitaciones, un patio grande.”
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