SOCIEDAD › UNO DE LOS POLICíAS DETENIDOS POR EL CASO DUFFAU SE SUICIDó LUEGO DE SER AISLADO EN UNA CELDA PARA PROTEGERLO

El viejo truco del suicidio contagioso

David Mansilla había pedido hablar con el juez del caso y tenía audiencia el miércoles. Curiosamente, prefirió no hablar y suicidarse dos días antes. Estaba alojado con sus cinco compañeros, pero dicen que quiso terminar con su vida y decidieron aislarlo.

 Por Horacio Cecchi

El caso Gastón Duffau, el joven muerto a golpes y patadas de vehículo (según la sorprendente primera autopsia realizada por la Bonaerense) el sábado 23 de febrero por la noche, sigue sembrando sombras, sospechas, y cuerpos. Ayer, David Mansilla, uno de los seis uniformados bonaerenses imputados por el crimen de Gastón, apareció ahorcado con una sábana en la nueva Unidad 43 del Servicio Penitenciario Bonaerense. La defensa de Mansilla es de la idea de que un bajón anímico quebró la voluntad del joven policía. El uniformado se encontraba alojado junto a sus cinco colegas de la 2ª de Ramos Mejía, acusados como él por los golpes de tránsito. Mansilla había pedido hablar con el juez y la fecha fue fijada para el miércoles. Curiosamente, dos días antes, tomó la drástica decisión de no abrir la boca. Unas horas antes, su defensor particular había presentado un escrito sosteniendo que el sábado Mansilla se había querido suicidar y pidió su atención. Ayer, pasado el mediodía, el SPB lo atendió: imbuido de la idea clínica de que el suicidio es contagioso y en actitud protectiva, decidió llevar a Mansilla a una celda de aislamiento, solo, sin cordones, pero con sábana, y bajo un estricto control.

Mansilla estaba detenido con Leonardo Brandán, Natalio Denaris, Luis Acuña, Mauro Ponti y Rubén Steingruber. Los tres últimos compartían con Mansilla el mismo defensor particular, Miguel Racanelli. Los seis habían sido alojados en la nueva Unidad Penal 43 que el SPB inauguró en Laferrère hace unos cuatro meses. Los seis habían sido acusados de la muerte de Duffau, luego de detenerlo en un McDonald’s de Ramos Mejía y trasladarlo hacia la comisaría 2ª, donde aparentemente no fue ingresado, y luego hasta el hospital de Haedo, donde llegó muerto, con dos juegos de esposas en las muñecas y los pies atados.

Los seis acusados se entregaron quince días después, pero la defensa institucional empezó a integrarse al caso mucho antes que fueran acusados. La autopsia, realizada la misma madrugada por el médico policial Falomo Sileno, dictaminó que el joven se había golpeado un poco en la caja de la camioneta o al resistir su detención. Pero que la muerte fue provocada por un auto que lo embistió cinco días antes y le provocó una lesión en el cuello, se ve que mortal pero de efecto lerdo.

La autopsia no merece el mote de policial sólo por la intervención del mentado Sileno: en los registros de video se ve participar a la plana mayor bonaerense de La Matanza, a altos mandos de la seccional 2ª, a la primera fiscal del caso, Silvana Breggia, y a policías que incluso documentaban científicamente tomando fotos con sus celulares.

La procuradora general de la Suprema Corte bonaerense, María del Carmen Falbo, ordenó el cambio inmediato de Breggia, ordenó una reautopsia con forenses de La Matanza, y una observadora enviada por la propia Asesoría Pericial de la Corte, Virginia Creimer. De más está decir que la reautopsia descubrió alrededor de 200 golpes no registrados por Sileno ni por ninguno de los uniformados presentes en la primera, descartó la muerte posdatada por accidente y consideró que a Duffau le habían presionado el cuello.

La tercera, a cargo de la perito forense Creimer, no fue autopsia, sino relectura de los dos resultados anteriores. Pasado en limpio, el dictamen de Creimer permitió al nuevo fiscal, Guillermo Bordenave, sostener la hipótesis de la tremenda golpiza y cargar las tintas sobre los acusados.

Y llegamos a Mansilla. Los seis acusados, luego de que el juez Carlos Blanco aceptara el pedido de preventiva, fueron alojados en la nueva UP 43 de Gregorio Laferrère, kilómetro 33 ruta 3, La Matanza.

Se encontraban los seis juntos, cohabitaban. Según aseguró Racanelli a este diario, “Mansilla tenía problemas psiquiátricos. Ya había intentado suicidarse el sábado, después de enterarse de que les habían confirmado la preventiva”. El shock emocional tiene sentido si se considera que la acusación es por tortura seguida de muerte, lo que implica la posible condena a perpetua. Un bajón anímico.

Lo que no tiene sentido es todo lo demás: el mismo lunes, por la mañana, Racanelli presentó un escrito ante el juez Blanco pidiendo asistencia psiquiátrica a su defendido. El juez la ordenó y efectivamente fue asistido. Por otro lado, el propio Mansilla había solicitado hablar con el juez, audiencia que había sido fijada para mañana, miércoles.

A la luz de los acontecimientos, podría suponerse que, o bien Mansilla pretendía anunciar al juez su suicidio con la honrosa idea de evitar complicaciones a sus compañeros, o bien quería hablar de otra cosa, supuestamente relacionada con el caso.

Lo cierto es que antes del miércoles viene el lunes por la tarde.

Tras la atención terapéutica, el SPB decidió sacar a Mansilla de la celda que compartía con sus amigos y lo trasladaron a una celda de aislamiento. “Estaba muy deprimido y lo venía anunciando”, asegura Racanelli, aunque otras versiones mencionan que existían asperezas y presiones sobre Mansilla.

–Si estaba deprimido, ¿por qué lo aislaron?

–No lo entiendo –asegura el abogado, aunque insiste con la idea del suicidio.

Un investigador confió a este diario que alrededor de las tres de la tarde de ayer, después de haber sido trasladado a una celda de aislamiento para su supuesta protección, la guardia dejó de verlo, hasta que vio por la mirilla los pies del detenido que todavía se movían. Lo descolgaron de inmediato y lo trasladaron de urgencia a un hospital. Pero igual que Duffau, llegó muerto.

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Gastón Duffau recibió una brutal golpiza antes de morir. Ahora, el caso se torna más escabroso.
Imagen: Télam
 
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