SOCIEDAD › DENUNCIAN QUE UNA POLICIA CONDENADA POR TORTURAS PASEA POR SU BARRIO CON TOBILLERA

Cuando la perpetua parece impunidad

Es la cabo Marta Oviedo, condenada a perpetua por el crimen de Andrea Viera, en 2002. Aseguran que la mujer policía “sale a pasear y de compras”, pese a que tiene tobillera. Nadie se atreve a denunciarla: en esa causa, un testigo clave apareció muerto.

“Los vecinos de la cabo (Marta) Oviedo, que torturó y asesinó a mi hermana, me cuentan que casi a diario sale a pasear, de compras, que atiende un negocio al frente de su casa, pese a que tiene la tobillera magnética”, relató ayer Eugenia Vázquez, que viene alertando a las autoridades sobre esta situación desde principios de este año. Su hermana, Andrea Viera, fue víctima de la violencia policial al quedar detenida en una comisaría de Florencio Varela junto a su esposo, sospechados por un delito que no cometieron, y murió después de haber sido sometida a tormentos. “Ninguno de los vecinos se atreve a dar la cara y denunciar porque ya asesinaron a un hombre que testimonió contra Oviedo”, agregó Vázquez, al referirse a Jorge Galván Plaza, testigo clave del caso Viera que, tras declarar, “apareció con un tiro en la sien en un descampado”.

Hace algunos días, el ministro de Justicia bonaerense, Ricardo Casal, reconoció que la figura penal de torturas seguidas de muerte por la cual Oviedo purga condena es “uno de los delitos más graves del Código Penal”, por lo cual quienes están condenados por ese delito no pueden ser beneficiarios de la libertad controlada por métodos electrónicos. Vázquez aseguró que viene pidiendo una audiencia con el gobernador bonaerense, Daniel Scioli, desde el 29 de enero pasado, con el fin de exigir que “se haga justicia y que esta policía torturadora y asesina vaya a la cárcel, porque es mentira que padezca problemas de salud, tiene sólo 46 años y hace falta una pericia médica de la Suprema Corte bonaerense”.

Viera, de 25 años, y su marido, Gustavo Daniel Cardozo, eran vendedores ambulantes. Fueron detenidos el 22 de mayo de 2002, mientras esperaban un colectivo, y demorados por “averiguación de antecedentes” en la comisaría primera de Varela, donde fueron alojados por equivocación, ya que se los acusaba de haber herido a un agente en un tiroteo. Después de haber sufrido un duro castigo, la mujer entró un coma y debió ser trasladada de urgencia al hospital local. Allí, los médicos constataron que tenía golpes en todo el cuerpo, así como marcas de uña en el cuello por supuesto ahorcamiento. Pese a la asistencia, nunca más despertó y falleció doce días después.

Hubo cinco policías acusados y el juicio se hizo durante 2006 en el Tribunal Oral en lo Criminal 3 de Quilmes. Allí, además del relato del marido, pudo escucharse el testimonio de Galván Plaza, quien estaba preso en la misma comisaría. El hombre contó que la suboficial de la Bonaerense Marta Oviedo le confió que “sólo le había pegado seis patadas” a Viera y que a los otros policías “se les había ido la mano”. También aseguró que los otros cuatro policías habrían participado en la detención y la golpiza propinada a la pareja, incluso incriminó al oficial Marcelo Aquino, que no llegó a juicio como imputado. El tribunal condenó a Oviedo a reclusión perpetua domiciliaria en su casa del barrio San Jorge Varela porque la mujer policía alegó sufrir problemas cardíacos, aunque la querella sostuvo que el certificado médico lo habría expedido un médico traumatólogo. El resto de los acusados fue absuelto por el beneficio de la duda otorgado por los jueces. Se trata del oficial principal David Leonardo Gutiérrez, el oficial subinspector Diego Hernán Herrera, el suboficial principal Carlos Daniel Maidana y el agente Oscar Luciano Farías.

Galván Plaza también había denunciado ante el tribunal que sufrió tormentos en la misma comisaría de Varela donde fue torturada Viera, y a raíz de su testimonio fue recibido en 2006 por el entonces gobernador Felipe Solá, que le impuso una custodia personal durante algunos meses. Su cadáver apareció tirado en un descampado del barrio Pepsi con un tiro en la sien un año después. El o los asesinos dejaron cerca del cuerpo su DNI, algo que los investigadores interpretaron en su momento como un mensaje mafioso para que la víctima fuera identificada sin demoras.

El crimen quedó irresuelto y Vázquez volvió a hablar con Solá, según le contó ayer a PáginaI12, para denunciar que, pese a tener la tobillera, “Oviedo iba todos los viernes a visitar a sus compañeros a la comisaría primera. Inmediatamente fueron separadas y reubicados los policías de esa seccional”.

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La hermana de la víctima pide desde enero una entrevista con Scioli para hacer la denuncia.
Imagen: Télam
 
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