Ayer fue un día muy intenso para la armada y la guardia costera italianas, que interceptaron decenas de barcazas provenientes de Africa con algo más de 4000 inmigrantes a bordo. El número es un record en sí mismo, pero también un indicio de que las políticas de difusión sobre los peligros del cruce del Mediterráneo fracasaron. Para dar una idea, entre el once y el quince de abril de este año, la marina había rescatado a casi 8000 inmigrantes, un promedio de 1600 por día. En mayo hubo picos mayores, con 6779 rescatados entre el día dos y el cuatro. Ahora se pasó la barrera de los cuatro mil en un día, incluyendo a 17 inmigrantes encontrados muertos a bordo.

La peor tragedia sucedida hasta ahora en esta ola inmigratoria desde el norte africano al sur europeo fue el 19 de abril, cuando naufragó un barco completamente sobrecargado en el canal de Sicilia. Ese día murieron, según la Fiscalía de Catania, por lo menos 850 personas. El accidente fue llamativo porque era una de las pocas veces en que las pateras trataban de alcanzar la península italiana, en lugar de ir a la cercana isla de Lampedusa o a Sicilia misma. Esa tragedia ocurrió la misma semana en que la ONG internacional Save the Children anunció que se había hundido otra embarcación cerca de la costa de Libia, antes de llegar a las zonas patrulladas por los buques italianos. En esa ocasión, los muertos llegarían a 400, con lo que entre ambos accidentes este año fue el peor en el Mediterráneo en más de veinte años.

Según el Ministerio del Interior, para febrero de este año ya se veía un aumento del 43 por ciento en el número de inmigrantes llegados a Italia por estas vías desesperadas. Si la tendencia se confirma, se agravará el record de 160.000 clandestinos llegados en 2014, cuatro veces más de los que habían llegado en el comparativamente tranquilo año de 2013.