Los uniformados tenían, lo que se dice, la vaca atada. Los cinco. Gendarmes ellos. En realidad, uno ya no era ni uniformado ni gendarme, pero había sido: estaba exonerado. Los detuvieron en Nueva Pompeya, mientras cumplían con su propósito específico de custodiar la zona en una camioneta provista por el propio Ministerio de Seguridad y de paso campaneaban, mientras otros cumplían como boqueteros para entrar a una empresa de insumos agropecuarios abriendo una puerta allí donde no la hay. Los federales, que los venían siguiendo, aseguran que los del techo, que no eran gendarmes, lograron escapar.

Las detenciones se concretaron cerca de las tres de la madrugada tras una investigación iniciada por la Unidad Investigaciones Federales de la Policía Federal (PFA), que seguía los pasos de una banda acusada de robar en distintos comercios de la zona de Villa Pompeya.

Hay que recordar que los federales, como fuerza, fueron desplazados de la zona Sur de la ciudad y reemplazados por Prefectura o Gendarmería, en 2011, como modo de desmantelar los negocios ilícitos de los federales. Nadie dice que se trate de una devolución de gentilezas.

Tras tareas de inteligencia y escuchas telefónicas, los federales detectaron que la banda planeaba un golpe en un depósito de materiales de forrajería de la empresa Villa Nueva SA, situado en Gual 2635, entre General Fructuoso Rivera y Corrales. Villa Nueva comercializa alambre, boyeros, picanas para transporte de ganado, guantes y esquiladoras.

Los federales habían descubierto después de varias denuncias en la zona que los asaltantes contaban con la asistencia de una fuerza de seguridad como custodia de la zona para poder entrar al depósito con tranquilidad y revisar el interior en busca de dinero o elementos con valor de reventa. Una particular zona liberada con liberadores incluidos.

Con toda esta información, los federales se dirigieron al lugar y encontraron varios vehículos apostados en la zona con los gendarmes haciendo su respectiva guardia (léase campana), mientras que otros dos o tres delincuentes más ya habían subido al techo del depósito, habían hecho un agujero en una chapa y, al caer los federicos, recorrían el interior del comercio.

Los gendarmes, rápidos para el alerta, actuaron, y los de adentro, enterados, escaparon por el agujero que abrieron sin llegar a robar nada y de- saparecieron por los techos de las viviendas vecinas.

En la calle fueron detenidos tres gendarmes en actividad, uniformados y de servicio en el momento, que estaban encargados de patrullar el barrio: el cabo primero Crispín Nieves Gamarra, a cargo del patrullero Ford Focus 234 de Gendarmería –el móvil quedó secuestrado para peritar–, el chofer del 234, Juan José Rivero, y la gendarme Rosana Rodríguez.

En la zona, fuera de servicio pero de guardia colaborativa con sus colegas, fue detenido el cabo primero Cristian Ricardo Andino, que presta servicios en la Secretaría General del Edificio Centinela. Andino estaba de civil en una camioneta Citroën Berlingo. Muy cerca, y en su Peugeot 308, esperaba de civil ya desde hace tiempo el exonerado Mario Orlando Andino, hermano mayor del anterior y apuntado como jefe de la banda. También fue secuestrado un Chevrolet Onix en el que se presume que habían llegado los asaltantes del techo.

La principal hipótesis no llevó mucha materia gris: los gendarmes explotaban el hecho de que ellos mismos eran quienes estaban encargados de la vigilancia del barrio para elegir los objetivos a robar sin que nadie pudiera detectarlos y proteger la zona de uniformados presuntamente buenos mientras los socios boqueteaban.