Sábado, 17 de febrero de 2007 | Hoy
Los cinco cuadernos manuscritos por el dictador son auténticos para algunos –incluso descendientes del Duce– y apócrifos para otros. Habrían sido guardados en Suiza por un partisano.
Por Rodrigo Carrizo Couto *
Desde Lugano, Italia
El hallazgo en Suiza de cinco cuadernos con los supuestos diarios de Benito Mussolini, escritos entre 1935 y 1939, ha desatado una tormenta político- mediática en Suiza e Italia. El material, que habría sido conservado por uno de los partisanos que capturó al Duce, es considerado auténtico por algunos especialistas y una falsificación por otros.
Todo empezó el 27 de abril de 1945, cuando un comando de partisanos de la 52 Brigada Garibaldi, comandado por Pier Bellini delle Estelle, arrestaba a Mussolini en la localidad de Dongo. El Duce fue fusilado al día siguiente, en Giulino de Mezzegra, por decisión del Comité Insurreccional de Milán. Su cuerpo, junto al de su amante Claretta Pettaci, fue expuesto al escarnio público colgado de un gancho de carnicero cabeza abajo y semidesnudo, en el Piazzale de Loreto de la capital lombarda. Hasta aquí los hechos objetivos y comprobados.
En el momento de su detención, el derrocado dictador llevaba en su equipaje lo que él consideraba su “seguro de vida”. Una maleta con una serie de documentos entre los que se encontraría su correspondencia privada, anterior a 1940, con el entonces primer ministro británico, Winston Churchill. Igualmente había cinco cuadernos, escritos en papel de la Cruz Roja, que daban cuenta de las reflexiones íntimas del dictador en el período que va de 1935 a 1939. Los diarios terminarían el 30 de agosto de 1939, un día antes de que Hitler invadiera Polonia. Aquí comienza la zona de sombras y la “conexión suiza” de esta historia.
Sesenta y dos años más tarde, el senador italiano Marcello Dell’Utri, de la derechista Forza Italia, hizo público en Udine el pasado sábado una revelación que iba a sacudir Suiza e Italia. El político afirmó estar en posesión de esos cinco cuadernos, que habrían sido llevados clandestinamente a Suiza por uno de los partisanos que participaron en el arresto y ejecución del Duce. Los documentos, actualmente bajo custodia notarial en un banco de la ciudad suiza de Bellinzona, arrojarían –de ser auténticos– una nueva luz sobre el pensamiento político del líder fascista. El fragmento que más polémica ha creado es: “No podemos y no debemos tomar las armas, que de todas maneras no tenemos”, lo que hace pensar que Mussolini era contrario a la entrada de Italia en la guerra, a pesar de haber firmado acuerdos con Hitler poco antes. Otros fragmentos tratan de la guerra colonial en Etiopía y del papel del fascismo italiano en la Guerra Civil de España.
Dell’Utri tuvo conocimiento de los diarios gracias a Maurizio Bianchi. Este hombre es el hijo de Lorenzo Bianchi, fallecido en 1988, uno de los partisanos que capturaron al Duce. Maurizio Bianchi mostró los cuadernos originales al empresario de Lugano Davide Taddei, quien los habría mostrado a su vez a Silvio Berlusconi, quien habría expresado interés en publicarlos en alguna de sus editoriales. Lorenzo Bianchi habría llevado los cuadernos de Mussolini a Suiza, donde se instaló y donde crecerían sus hijos. “De ser eso cierto, los cuadernos han sido robados y deben ser restituidos al gobierno de Italia. No se puede hacer negocio con ellos’, explicó Gerardo Rigozzi, director de la Biblioteca Cantonal de Lugano, Suiza.
Rigozzi fue la primera persona contactada para explorar la posibilidad de venta de los cuadernos por su amigo, el profesor Gianfranco Castelli. La intención de los poseedores de los cuadernos era venderlos por un millón de euros a la biblioteca suiza. “Desde un primer momento, esta historia me pareció muy extraña, dado que sólo me presentaron fotocopias y no me permitieron realizar las pericias de rigor con los originales”, explicó el bibliotecario. Ante las dudas, y para no contrariar al Estado italiano, Rigozzi y sus superiores decidieron dejar pasar la oportunidad “dado que la situación es demasiado grande y compleja”.
Gianfranco Castelli, profesor de Economía Política en Lugano, explicó que el 2 de septiembre de 2005, Romano Mussolini, el hijo del Duce y celebrado pianista de jazz desaparecido en 2006, fue a Caprino para dar un concierto. Allí Romano pudo ver los cuadernos y se declaró “razonablemente convencido de su autenticidad”, dado que afirmaba reconocer la escritura de su padre. El lugar del encuentro fue el restaurante donde trabajaba Maurizio, el hijo del partisano de la Brigada Garibaldi. Al igual que Romano, Alessandra Mussolini, nieta del dictador, tras ver los originales en Roma, se declaró convencida de la autenticidad de los documentos.
En su edición de ayer, el semanario italiano L’Espresso, que dedicó al tema portada y ocho páginas, afirmó que los cuadernos “no son auténticos”. La revista encargó tres pericias: una físico-química a la Universidad de Parma, una grafológica a la Escuela de Grafología de Bolonia y otra histórica al especialista del período Emilio Gentile. Por su parte, el senador Dell’Utri dijo estar convencido de la autenticidad de los documentos dado que “conoce bien su historia”. A pesar de ello, no son pocos los observadores que consideran a Dell’Utri una fuente dudosa, ya que tiene causas pendientes por fraude fiscal, extorsión y asociación mafiosa.
En contra de la tesis sostenida por L’Espresso, los especialistas suizos afirman que los cuadernos son verídicos. Bruno Pellandini, redactor jefe del Corriere del Ticino, comentó a este diario que diversas pericias realizadas por la policía científica de Bellinzona arrojan un resultado positivo. “Los exámenes químicos y físicos realizados a los cuadernos demuestran que tanto los papeles como las tintas utilizadas son del período y los análisis grafológicos confirman que la mano de Mussolini es la que escribió los textos”, explicó el periodista suizo a cargo de la investigación. Aunque los especialistas del Ticino no se pronuncian sobre la veracidad o no de los contenidos históricos del diario.
Aumentando la confusión en este asunto, el jueves se hizo evidente que las personas que tuvieron acceso a las fotocopias de los documentos, entre ellas este diario, estaban leyendo dos textos completamente diferentes, tanto en formato como en contenido. Unos verticales y con letra pequeña y otros horizontales y con escritura más grande. Nos encontramos entonces con dos diarios, uno que terminaría en 1939 y otro que avanzaría en la guerra. “A mi entender, uno de estos dos diarios es el verdadero”, opinó Gianfranco Castelli. “Calculo que tomará al menos un año o dos de pericias e investigaciones llegar a conclusiones realmente definitivas”, comentó a su vez Gerardo Rigozzi.
El profesor Marino Viganó es investigador asociado de Historia de los Alpes en la Universidad de la Suiza Italiana. Según el experto, “es un hecho conocido por todos los estudiosos que Mussolini llevó escrupulosamente unos diarios”. Por eso se sorprende doblemente del revuelo armado por este “descubrimiento” en Suiza. “Los auténticos diarios del Duce eran 18 cuadernos encuadernados en cuero y con el símbolo del ‘fascio’ estampado en oro en la portada”, explicó el historiador. Mussolini habría hecho entrega de los documentos a su entonces ministro de la Cultura, Carlo Alberto Biggini, fallecido en 1945. A su vez, Biggini los habría transferido al embajador del Japón, quien los habría enviado a Tokio tras hacer una copia fotográfica que habría pasado por Berna, Suiza. Según Viganó, los originales habrían desaparecido, pero “es altamente probable que la copia se encuentre hoy en día en los archivos de la Biblioteca Vaticana, en Roma”. La posibilidad de una falsificación de los diarios de mano del propio Duce le parece “poco verosímil pero no imposible”. El especialista razona: “Los materiales son auténticos, pero eso no garantiza que sea la mano de Mussolini la que los escribió. Ha habido infinitos casos de documentos falsificados sobre materiales auténticos”.
La hipótesis más plausible que manejan los analistas es que los cuadernos suizos sean una “falsificación auténtica”: habrían sido escritos por Mussolini, pero en la fase final de la guerra con la intención de “lavar su propia imagen” ante la inminente derrota. Mussolini confiaba en poder venderlos a alguna importante editorial para asegurarse un retiro confortable.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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