Miércoles, 13 de febrero de 2008 | Hoy
SOCIEDAD › TOMAN DE REHENES A UN NENE Y A SU MADRE EN UNA FUGA
Una banda que escapaba de un robo en San Isidro fue perseguida por la policía y terminó tomando rehenes y refugiándose en una casa donde había otras dos personas. Hubo golpes y amenazas.
Luego de asaltar un comercio de Villa Adelina, en el partido de San Isidro, una banda de entre seis y siete ladrones se fugó y fue perseguida por la policía. Una chica de 21 años y un chico de 17 fueron los primeros arrestados. Otros cuatro, dos hombres y dos mujeres, tomaron como rehenes a un nene de cinco años y a su madre y se escondieron en una casa vecina. Allí, golpearon a la hija de la dueña, de 62, que fue a socorrer a su madre, de 83. “Duró dos horas, no tengo mucha noción, pero no se terminaba más. Me pegaron, insultaron y gatillaron en falso”, contó a Página/12 Norma Limba, hija de la dueña del inmueble donde los ladrones se guarecieron. Luego de una tensa negociación con la policía, los asaltantes –que por un rato se convirtieron en secuestradores– se entregaron. Hay dos prófugos.
El episodio comenzó a las 9 de ayer, cuando la banda robó un comercio ubicado en Ucrania y Pedernera, Villa Adelina, y escapó en dos autos. Tras una breve pero tensa persecución, policías y ladrones se tirotearon en el cruce de las calles Joaquín V. González y El Fortín, de esa localidad.
Una mujer de 21 años fue detenida, herida en una de sus piernas por una bala que, según dijo la policía, se le escapó. También se detuvo a un pibe de 17 cuando intentaba alcanzar uno de los coches para escapar. No se había determinado ayer si uno o más asaltantes se fugaron entonces, pero se había confirmado que otros tres, entre ellos otra chica joven, tomaron como rehenes a una mujer y su hijito de cinco años y los usaron de escudo humano. Hasta que decidieron guarecerse en una casa.
La elegida fue la de Los Indios 811, esquina Miguel Cané, una casa humilde de rejas bajas en la que vive Regina Biribini, de 83 años. Norma Limba, su hija y vecina de la casa lindante, escuchó el tiroteo y fue a chequear que todo estuviera bien con su madre. “Llegué y sentí que pateaban la puerta y corrí a sostenerla para que no entraran, pero la rompieron, entraron, me golpearon y amenazaron”, confió Limba a Página/12.
Según su relato, “el que parecía ser el capo de la banda (de 27 años) lloraba y pedía por su madre”, hasta que comenzó a pegarle. “Intenté sacarle el arma y me pegó con la culata y caí a un sillón, donde me siguió pegando y me insultó. Hasta llegó a gatillar en falso y a decirme que me callara o me iba a matar”, recordó Limba para este medio. Además, a la casa habían ingresado otro joven de 18 años y una mujer que luego se escapó. Y con ellos, sus rehenes Valentín y su madre.
En un descuido de los ladrones, en plena negociación con la policía, Limba ocultó a su madre en el baño. Biribini –a quien los ladrones “no lastimaron en ningún momento”, según su hija– se sentó en un banquito y con los dos bastones que usualmente utiliza para caminar trabó la puerta. Su hija corrió hasta su casa para llamar a la policía, pero los efectivos ya estaban ahí y no la dejaron volver. “Después me entere de que cuando escapé, los asaltantes usaron la mesa de la cocina como barricada en la puerta y sillas en las ventanas”, contó Limba.
También habían escapado, para entonces, la mujer cómplice y la madre del pequeño Valentín, que a esa altura era el único rehén efectivo. Cerca de las 11, tras una dura negociación de la que participaron miembros del Grupo Halcón de la Policía Bonaerense, los ladrones se vieron sin escape y decidieron entregarse. Primero liberaron a Valentín, sin lastimaduras, y luego cedieron a la policía sus revólveres Taurus y Browning, de grueso calibre. Además de la asaltante, que se habría herido a sí misma en la fuga, la única persona lastimada fue Limba: “Me tuvieron que dar puntos en la cabeza, tengo la cara lastimada y escoriaciones en toda la cabeza”.
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