Domingo, 31 de julio de 2011 | Hoy
SOCIEDAD › REPORTAJE A NATALIA MILLISENDA
Recibida hace poco tiempo de abogada, Natalia Millisenda no dudó nunca en tomar el caso. Y aunque ahora no esté en un lugar cómodo, batallando con la falta de legislación y los prejuicios que circulan en los tribunales –“yo camino por los pasillos y se escucha a uno y a otro decir ‘ahí va la torta’”, cuenta con algo de resignación– dice que está en el lugar donde quiere estar: “Haciendo visible lo que se suele ocultar, que la discriminación también mata”.
–¿A dónde cree que apunta la estrategia de la defensa?
–Evidentemente lo que se quiere demostrar es que Natalia Gaitán era una persona amenazadora, como si hubiera sido ella la que provocó el disparo. Por eso se intentó hacer aparecer un cuchillo en la escena del crimen a través de algunos testimonios que finalmente se contradijeron. Pero más allá de lo que pretenda la defensa, es evidente que no hubo provocación.
–¿Cree que este juicio puede generar conciencia sobre la necesidad de incluir en la ley antidiscriminatoria los crímenes de odio por orientación sexual e identidad de género?
–Yo creo que estamos poniendo sobre la mesa que estos crímenes existen. Acá hubo una familia que ayudó mucho a eso porque se plantó enseguida frente a los medios que habían titulado el hecho como un crimen pasional diciendo primero que era un caso de violencia de género y aludiendo a la identidad de Natalia como lesbiana. Pero ahora es el Estado el que tiene que hacerse cargo y escuchar. Acá hubo una violencia basada en el prejuicio. Por eso es importante que se escuche quién era Natalia, develar esto de que no hay discriminación cuando se tiene un amigo gay o lesbiana, como intentó hacer ver el abogado defensor. Es gracioso ese argumento porque es el lugar común, pero lo cierto es que aun cuando Torres o su familia puedan decir que fueron amigos de Natalia, cuando es la hija la que se involucra con ella aparece ese temor al “contagio”, como si Pepa hubiera contagiado a su novia y no se hubieran enamorado como cualquier otra pareja.
–En Córdoba siguen existiendo códigos de Faltas, ese instrumento que usa la policía como una legislación propia y que tiene un capítulo sobre “moralidad”. ¿Cómo cree que afecta esto a las personas gays, lesbianas y trans?
–Yo trabajé mucho con los códigos de Faltas y de hecho tengo una beca Conicet para esa investigación. Es indignante que todavía la policía pueda considerarse guardiana de la moralidad. Y en la vida cotidiana nos afecta a todos y a todas. Porque si bien no penaliza expresamente la orientación sexual o la identidad de género, sí hay muchas detenciones arbitrarias a parejas de chicos o de chicas que se besan en la vía pública. Y también se los detiene por “portación de rostro” o porque el nombre de su documento no coincide con su aspecto y esto lo sufrió mucho la Pepa Gaitán. Algo puede haber cambiado de todo esto la ley de matrimonio igualitario, pero sus efectos culturales todavía no han logrado permear todas las prácticas cotidianas.
–¿Cuál va a ser su argumento principal en el alegato?
–Lo que yo quiero decir y lo que quiere decir la familia es que a Natalia la mataron por ser lesbiana. Para Torres, ella era menos humana por ser lesbiana y por eso no tuvo empacho en disparar a quemarropa contra ella. Primero la tuvo que deshumanizar y después la mató. Y esto los jueces lo pueden tomar o no, pero queremos que sea dicho en un ámbito judicial.
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