Domingo, 6 de noviembre de 2011 | Hoy
SOCIEDAD › COMO ES EL METODO DEROSE
Por Soledad Vallejos
“Hay una confusión. Se cree que tiene que ver con el misticismo, con la actividad religiosa, con la actividad monástica, que es un retiro del mundo, que hay que abandonar todo e irse al Himalaya... Y no.” Lo dice Edgardo Caramella en medio de aromas a vainilla y sahumerios, sentado en un banco de plaza en un entrepiso al que trepan, por la escalera, los murmullos de una reunión antes de una práctica en la Sede Decana del Método DeRose que dirige. Hasta este banco rodeado de pequeñas plantas saludables, sin embargo, no llega el barullo imposible de una cuadra de Corrientes ahí nomás de Pueyrredón. Es un día de semana al atardecer.
–Bueno, no es casual que estemos acá. Ni hace falta todo ese alejamiento del mundo ni lo queremos. Está bien que salgas de una práctica en pleno Once. La meditación es una técnica, una herramienta. Te tiene que servir para vivir donde quieras, como quieras, para hacer lo que querés hacer.
Claro, dice, que así de sencillo como puede parecer en realidad la idea misma viene con trampa. “Para empezar hay que tener buena salud, buen estado físico, estar bien. Una persona que no está bien no puede concentrarse, que es el primer paso.”
–¿Y después de la concentración?
–Una persona entra en un estado psicológico y mental particular.
Caramella, que hace unos días estuvo dando una charla sobre el poder de la meditación a estudiantes de ciencias empresariales en una universidad privada, que coordina y hasta imparte él mismo prácticas de meditación en empresas (a pedido de las gerencias de recursos humanos), que no cree tanto en el veganismo como en el vegetarianismo, que es maestro (el grado de formación más alto al que puede aspirarse en esta escuela), habla de “intuición”. En realidad, refiere el objetivo como “un canal de intuición”, porque meditar “no es, como podríamos creer por lo que significa la palabra en español, reflexionar”. Tampoco es lograr una cierta abstracción. No. “Es detener la inestabilidad de la conciencia, que es más sutil que el pensamiento.” Entrenarse en la técnica, encontrarle la vuelta a esa herramienta, es llegar a bloquear esa inquietud que no cesa.
–¿Y cómo se sabe cuando se logra?
–Es claro: es un instante. No sabés nada y de golpe sabés.
Antes, hace diez años, tal vez más, se acercaban personas que habían pasado los 40, quizá por diez, veinte años. Ahora siguen anotándose, pero los jóvenes, entre 20 y 30 largos, son mayoría. Algo del orden de un mundo que cambia, cree Caramella, puede explicar esta nueva tendencia que se registra, al menos en Argentina, en todas las sedes de la escuela.
“La gente está necesitando calidad de vida, algo que mis padres, ponele, yo tengo 58 años, por ahí no. Eso antes estaba implícito: vos no pensabas si tenías poca o mucha calidad de vida. Existía. Pero hoy se busca; la gente se mata para conquistarla.” Por algo las empresas embarcadas en las nuevas políticas de recursos humanos ofrecen talleres de yoga y meditación a sus empleados, en el mismo horario de trabajo. Alcanza un break al mediodía, por ejemplo, para que casi todo el personal presente en el momento aproveche. “15 minutos por día todos los días damos en algunas empresas, por ejemplo. Los empleadores nos dicen que notan diferencias en el rendimiento. Y la gente también, claro. Pero algunas cosas sólo te las da la práctica constante, a lo largo del tiempo. Algunas cosas sólo se aprenden así: con constancia.”
–¿Y lo religioso?
–No tiene que ver con esto, no estamos dentro de una religión en particular. Podemos tomar lecturas de aquí y de allá en todo caso, pero no ser místicos. La meditación es una técnica que requiere años. Alcanzar ese estado de conciencia requiere años de inversión. Concentrarse, que es lo primero, es fácil. Pero la técnica, que te da energía, que te cambia positivamente inclusive lo biológico, hay que entrenarla. Después la usás como querés, para lo que querés.
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