Domingo, 22 de julio de 2012 | Hoy
SOCIEDAD › MINISTRO LINO BARAñAO
Por Soledad Vallejos
“Promover vocaciones en ciencias” es la idea madre tras la nueva edición de Tecnópolis, explicó el ministro de Ciencia y Tecnología, Lino Barañao, al dialogar con este diario acerca de la nueva edición de la megaferia de ciencia y tecnología que abrió hace unos días. Por eso, explicó el ministro, “en esta edición la idea fue tener ejes argumentales relacionados con disciplinas, en lugar de retomar los continentes del año pasado”.
–¿La tecnología es presentada desde qué perspectiva?
–Hay un enfoque con eje en lo local. El pabellón de arqueología aborda las culturas precolombinas para mostrar que tenían tecnologías que les permitían el desarrollo de economías sustentables. Tal vez no sea algo que piense el ciudadano común, que cree que todo vino con los españoles, y en realidad en América del Sur existían estas comunidades con desarrollos tecnológicos propios, a quienes los españoles lo único que trajeron fueron hambrunas. En algunas zonas del altiplano, en Jujuy, por ejemplo, se conservan andenes de los incas, y nosotros, desde el ministerio, apoyamos la creación de cultivos andinos. Es algo que tal vez el público no asocia con la tecnología, pero lo es.
–¿Por qué este año se decidió dedicar todo un pabellón a la matemática?
–Nos pareció importante porque necesitamos promover vocaciones en ciencias, y en ese sentido la matemática aparece como escollo. Los chicos tienen miedo a las matemáticas. Se enseña como un idioma que no se practica. Es como estudiar inglés y jamás tener contacto con un extranjero que hable en inglés, nunca poder usar ese idioma. Entonces queremos mostrar la matemática en contexto de aplicaciones. Hay muchos juegos matemáticos que son manuales, y que permiten que chicos y padres, al manipular fichas, piezas, jueguen juntos. Con los videojuegos a veces pasa que los padres se frustran, no terminan de agarrarle la mano. ¡En cambio, con esto los padres hasta pueden ganar! Y entonces es un “te gano porque sé de esto”, y hay que ver, yo he visto en estos días, la cara de admiración del chico, que ve que su padre algo sabe... Pero digamos que eso de reconstruir vínculos de respeto familiar es colateral (ríe). En ese pabellón también hay un laberinto con colores, y otros juegos que son problemas.
–¿Esos desafíos matemáticos están pensados para chicos de qué edad?
–Hay algunos que consisten en armar juegos, y que están pensados para chicos desde 5 años, pero también para adolescentes. Y tenemos también algo muy sofisticado, que es un software de geometría algebraica. Puede sonar raro, pero lo que hace es: a partir de una ecuación, se puede producir una figura tridimensional que se ve en una pantalla. Los chicos pueden modificar el coeficiente de la ecuación, y así ven que la figura cambia.
–¿Y con qué guía hacen esto?
–En todo hay estudiantes de ciencias, estudiantes universitarios, que explican en qué consiste el juego o la experiencia. A diferencia de lo que ocurre en muchos museos del mundo, donde lo que hay es una exposición y mucha información que el visitante asimila como puede, acá hay tanto entusiasmo de los chicos, de los guías, que necesariamente contagia interés. Verlos en el pabellón de nanotecnología deslumbra. Le ponen garra, entusiasmo. Claro que antes de abrir Tecnópolis, más allá del conocimiento que ellos tienen, se los capacitó para que pudieran transmitir y explicar a los visitantes.
–¿Hay capacitación también para docentes que lleven a sus alumnos?
–El año pasado, a las conferencias de científicos asistían muchos docentes, porque es una etapa de actualización de conocimientos. El investigador que da la charla conoce el estado de la ciencia, y eso para el docente es un insumo importante.
–Es una muestra más enfocada a mostrar aplicaciones que a contar desarrollos o hipótesis a investigar.
–Esta muestra se dedica a cómo hay tecnología que va desde lo más sofisticado, como lo que puede verse en el observatorio sobre el origen de los rayos cósmicos de alta energía, y que tiene consecuencias sobre lo que se puede saber del origen del universo, pero también a explicar y mostrar un emprendimiento de microplantas, que es generar trabajo de calidad. Queremos mostrar que a partir de las ciencias se puede desarrollar una nueva economía, basada en el conocimiento. Por eso, por ejemplo, hay espacios dedicados a la aplicación de tecnologías a la producción vegetal y de animales, como las vacas que producen medicamentos en su leche. También hay un stand de una escuela de jardinería del Chaco, que es una escuela pública que enseña a micropropagar plantitas. Alumnos de esa escuela se independizaron y ahora producen plantas en su casa. En Tecnópolis participa una maestra jubilada que emplea a su marido y a su hijo en el microemprendimiento; es experta en helechos. Puede convertirse en una industria importante desde el punto de vista económico: Holanda se jacta de producir dos bulbos por habitante del planeta, son 14 mil millones de bulbos; son miles de millones de dólares. Tener ese ingreso por plantas ornamentales es importante. Aquí todavía no está muy desarrollado, y sin embargo no requiere gran tecnología. Creemos que podemos aspirar a de-sarrollos capaces de generar recursos. Somos 40 millones de habitantes, es posible formar a 40 millones; podemos desarrollar en cada provincia emprendimientos sostenibles que permitan generar trabajo local. Nos estamos enfocando en una innovación inclusiva, en mostrar que con ciencia y tecnología se genera trabajo a nivel local, algo a lo que puede ayudar el esfuerzo del Estado aportando conocimientos, para que los chicos no migren.
–Más allá del nuevo eje, ¿alguna cosa cambió en Tecnópolis a partir de comentarios de los visitantes del año pasado?
–A partir de lo que pasó, agregamos información sobre carreras universitarias. El stand de la Fundación Sadosky da información acerca de cómo vincular lo que estás viendo con un futuro profesional posible. Eso salió a partir de lo que pedía la gente. Procuramos alternar divulgación con atracción de vocaciones.
–El fuerte son las ciencias exactas.
–No sólo. También hay espacio para la arqueología, la antropología. De todos modos, lo interesante es que la mayoría de las empresas que participan en la feria fueron financiadas por FonTAr, el Fondo Tecnológico Argentino. Son empresas que recibieron financiación del Estado para salir a los mercados internacionales. Este año además son más, pasamos de tener 30 a tener 130.
–¿Ninguna de ellas vende?
–No se vende nada. La idea es mostrar el potencial de esas empresas, así como la variedad de carreras que se pueden seguir, que tienen futuro con empleo asegurado. Hoy un chico que estudia ingeniería, química, biología, tiene no sólo la posibilidad de ser empleado sino también de tener su propia empresa. Muchas empresas nuevas son formadas por jóvenes. No suele comunicarse porque parece muy materialista, pero si vos a un adolescente le decís que a los 25 años puede tener empresa, auto, casa, creo que es un estímulo más que adecuado. No tenemos que limitarnos a actuar sobre las vocaciones desde el idealismo. Los chicos quieren lograr desarrollo personal, pero también un nivel de vida adecuado. Y hoy las posibilidades de ascenso social las da la tecnología, no las carreras profesionalistas.
–Ya no las profesiones liberales.
–Exacto. Y en ese mismo sentido, algo que estamos viendo es la posibilidad de exportar exhibiciones, crear una agencia de popularización de ciencias. Ya tenemos una agencia que da subsidios para investigar; ahora queremos una para financiar proyectos de exhibición. Hay un mercado de contenidos científicos, no sólo en Latinoamérica sino también en Estados Unidos. Así como exportamos telenovelas y los manuales escolares sirvieron en América latina, podemos ser líderes de contenido en divulgación científica.
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