Lunes, 18 de julio de 2016 | Hoy
20:07
Opinión, por Mariana Carbajal
Casi en simultáneo, tres mujeres exitosas pusieron en debate ese lugar común, tan conservador y machista, de que la maternidad es un camino ineludible para sentirse realizada y completa como mujer. Si sos mujer, a cierta edad tenés que ser madre, y esa condición te aportaría un plus frente a aquellas que no lo son, sostiene el mandato social que todavía perdura en amplios sectores de la población. Aunque lentamente, se va resquebrajando. Enhorabuena.
Días pasados, la actriz norteamericana Jennifer Aniston, ícono de la serie Friend con su personaje de Rachel, pateó el tablero. Pero no fue la única. Aquí, la consagrada bailarina Paloma Herrera, en una entrevista publicada semanas atrás en la revista Hola Argentina, hizo un alegato sobre su derecho a decidir ser o no ser madre. “No me casé, no tuve hijos, pero igual soy feliz. Una puede no seguir los cánones tradicionales y tener una vida maravillosa”, respondió quien brilló durante años en los escenarios mundiales más prestigiosos del ballet clásico, cuando le lanzaron la pregunta de rigor –para cierta prensa–: “¿Pensás en ser madre?”. Con su respuesta, Paloma descolocó a su interlocutora: “Las cosas son como son. Cuando estuve en pareja fui feliz. Pero hoy, por ejemplo, no planeo en congelar óvulos ni nada de eso. No es así como quiero ser madre ni tampoco es mi objetivo. Es difícil para la gente que sigue el manual ver otro punto de vista. No todo el mundo tiene las mismas prioridades… Para mí ser madre es una gran responsabilidad porque tengo el modelo de mis padres, que han sido maravillosos conmigo. El día en que sea madre me gustaría ser como ellos. Jamás en la vida tendría un hijo sólo para hacer el checklist de las cosas que una tiene que cumplir en esta vida. Me gusta mi libertad. Sé que tuve oportunidades para ser madre, viví relaciones sólidas y muy lindas, pero simplemente no era el momento. Tal vez suene egoísta, pero me gustaba mi carrera, mis viajes, mi vida”.
En una contundente y lúcida columna en el Huffington Post, Aniston no solo defendió su derecho a no ser madre, sino que además denunció el asedio de la prensa sensacionalista sobre los cuerpos femeninos y los estándares de belleza que promueven. Su postura provocó una repercusión mundial. “Para que conste, no estoy embarazada. Lo que estoy es harta”, dijo Aniston, frente al rumor –recurrente– que vinculaba algunos kilos de más en su abdomen con una posible gestación.
“Durante el último mes se ha gastado una cantidad desproporcionada de recursos en la prensa intentando descubrir si estoy o no embarazada (por millonésima vez… pero quién cuenta ya). Todo esto apunta a la perpetuación de esa noción en la que una mujer es una especie de ser incompleto, fracasado o infeliz si no está casada y con hijos. […] Lo que quiero decir es esto: ‘Estamos completas con o sin pareja, con o sin hijos. Tenemos que decidir por nosotras mismas lo que es la belleza respecto a nuestros cuerpos. Esa una decisión que nos atañe únicamente a nosotras. Tomemos esa decisión por nosotras mismas y por las mujeres jóvenes de este mundo que nos ven como ejemplos. Tomémosla de forma consciente, alejadas del ruido de los tabloides. No necesitamos estar casadas o ser madres para sentirnos completas. Nosotras determinamos nuestro propio ‘y vivió feliz para siempre’”, escribió la actriz, en un tramo de su artículo.
Pero tal vez el escenario menos esperable para instalar el debate fue el de la alta política británica: las dos mujeres del Partido Conservador que competían por convertirse en la próxima primera ministra de Gran Bretaña enfrentaron una pregunta que, obviamente, no se plantearía si los rivales fueran varones: ¿Está más calificada una aspirante a dirigir el gobierno por el hecho de ser madre? La polémica estalló después de que Andrea Leadsom sugiriera en una entrevista a The Time que su condición de madre le daba una ventaja sobre su rival, Theresa May, que no tiene hijos. Finalmente, Leadsom se retiró de la contienda y May, sin hijos, se convirtió en la Primer Ministra.
Mi madre se casó sabiendo que iba a tener hijos, porque era un deber de cualquier mujer casada de su generación. No se planteaban la pregunta de no ser madre. Yo pude elegir, y elegí tenerlos, y en el momento que quise. Espero que mi hija, que hoy tiene diez años, pueda responder la pregunta –y descarto que se la va a hacer en su momento– y contestarla ya sin el peso de las expectativas sociales, que hoy nos presionan, en torno al rol de las mujeres. Las nuevas generaciones ya están pudiendo decir que no, que no quieren ser madres. Celebremos el debate sobre la maternidad, ya no como destino ineludible de toda mujer.
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