Viernes, 22 de julio de 2016 | Hoy
15:06 › OPINION
Por Diana Tussie * y Nicolás Comini **
Un giro de época signa hoy la política exterior. En abril “se cerró” el problema con los fondos buitres y se pagaron $ 9350 millones de dólares. El pago devuelve a Argentina al mercado financiero internacional y la convierte en una plaza apetecible. Hoy la firma de TLCs y la ponderación de los diferentes miembros de la comunidad internacional según su funcionalidad a la hora de concretar sociedades de negocios monopolizan la alta agenda bilateral y multilateral tal como quedó expresado ni bien el Presidente volvió de su gira europea tratando de insuflar optimismo sobre las inversiones. Este giro se expresa a partir dos ejes: los socios elegidos para insertarse en el sistema global; y la agenda priorizada para vincularse con esos socios.
Cambiemos defiende como mantra la idea de desideologizar la política exterior a la hora de definir sus socios internacionales. “Todos son bienvenidos” suele ser una frase habitual en los funcionarios del Ejecutivo. En ese sentido, es innegable el incansable ir y venir de Susana Malcorra en su carrera por la Secretaría General de Naciones Unidas. Ha visitado desde Washington a Beijing, y desde Bruselas hasta Moscú y La Habana. También ha recibido autoridades de países de todos los continentes. El gobierno se ha esforzado por imprimirle a la administración nacional “sellos de calidad” de organismos multilaterales como la OCDE, el Banco Mundial o el FMI. Por su parte las demás carteras estatales han venido sumándose en algunos casos a esas comitivas, mientras que en otros han intentado evitar la injerencia del Palacio San Martín en sus respectivas áreas. Defensa y Seguridad siempre son casos paradigmáticos.
La mentada “desideologización” va de la mano de una estrategia de inserción internacional de círculos concéntricos que empiezan por América Latina, siguen por Estados Unidos, la UE, China y Rusia y van cerrándose con el resto del mundo. Pero la retórica de los hechos evidencia otras prioridades en la definición de las agendas.
La visita de Obama dejó en claro que Washington es el socio estratégico de Cambiemos. Es una relación de amplio espectro que incluye cuestiones educativas, culturales y científicas, pero se concentra en inversiones y lucha contra el narcotráfico. Ambas dimensiones se retroalimentan ya que la segunda implica necesariamente venta de equipamiento, capacitación, doctrina y otras yerbas. Va de la mano con el proceso de militarización de las fuerzas de seguridad y de securitización militar, evidente en el proyecto de reforma del decreto reglamentario de la ley de defensa nacional que circula por los pasillos del Edificio Libertador y del Congreso. En este punto, Rusia también pone un pie, lo que quedó claro en la reciente visita del jefe del Ejército ruso y los anuncios de la cartera de Julio Martínez del avance en la cooperación en la lucha contra el terrorismo, actividad vetada normativamente para los militares argentinos.
La UE sigue siendo, como siempre, clave como potencial fuente de inversiones. Desde el inicio de la gestión, se planteó el objetivo de reiniciar las conversaciones con el bloque y de “restablecer” relaciones supuestamente interrumpidas con países como Italia, Alemania o Francia; claro, por culpa del “episodio de confiscación de YPF a Repsol”, “un hecho ilegal, mal hecho”. El acuerdo de libre comercio –por ahora, vía el Mercosur– es prioridad para Cambiemos. Por eso se han pedido disculpas al empresariado español, se ha ponderado explícitamente el modelo de ajuste de Rajoy, e incluso –en tiempos pre Brexit– se le ha asegurado a Gran Bretaña que el tema Malvinas podía ser “encapsulado”. Este punto es fundamental para Malcorra, que requiere que ninguno de los cinco miembros del Consejo de Seguridad con poder de veto aplique ese recurso a su candidatura. China también es uno de ellos, y la relación ha pasado de iniciarse con tensión por la supuesta solicitud de revisión de acuerdos –sobre todo energéticos y militares– ha constantes viajes de altos funcionarios para garantizar los flujos comerciales y el apoyo político.
¿Cómo queda ubicada América Latina en este esquema de prioridades? Si bien Malcorra visitó prácticamente todos los países de la región (incluyendo Ecuador, Bolivia y Cuba) no estuvo en Caracas, donde ni siquiera ha designado embajador. Argentina también fue clave para evitar que Venezuela asumiera la presidencia pro témpore del Mercosur. Los países vecinos son ponderados según su funcionalidad para avanzar en la construcción de un “clima de negocios”. Es por ello que la Alianza del Pacífico se ha convertido en el verdadero espacio de inserción regional que prioriza el gobierno. Es la bisagra que va marcando nuevas alianzas, nuevos modelos productivos y un primer paso en su intención de sumarse a las negociaciones por el TPP.
En su apetito por los negocios, con cada uno de los países y los organismos internacionales la administración nacional ha planteado “relanzamientos” e “inicios de nuevas etapas”. Desde una postura refundacional, ha asumido que la falta de acuerdos en materia de inversiones y comercio se ha debido a la incapacidad de la gestión anterior. Lo ha hecho desde una unilateralidad sobre la cual se reclaman inversiones y comercio y se libra a los socios de culpabilidades pasadas. Ha llegado la época de la redención. Y justo cuando el apetito geopolítico no pasa por su apertura hacia Latinoamérica. Nuestro valor en la mesa de negociación tendrá menos que ver con los buenos modales que con un mundo que parece replegarse sobre sí mismo.
* Investigadora Superior Flacso-Conicet.
** Doctor en Ciencias Sociales-UBA.
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