Viernes, 3 de noviembre de 2006 | Hoy
Filosofía y Letras abrió el primer Centro de Documentación de Empresas Recuperadas, donde confluyen trabajadores y alumnos.
Por Javier Lorca
“Con 20 años de trabajo, uno estaba más acostumbrado a estar con las máquinas o con la patronal. Nos faltaba roce con otra gente. La relación con los estudiantes nos ayudó a cambiar un poco de mundo”, dice Plácido Peñarrieta, presidente de la Cooperativa Chilavert, una de las 170 empresas recuperadas por sus trabajadores que funcionan en Argentina. Ese “cambio de mundo” es una de las consecuencias que –reflexiona– los trabajadores más valoran del Programa Facultad Abierta. Desarrollado desde hace cuatro años por docentes, graduados y estudiantes voluntarios de Filosofía y Letras (UBA), el proyecto conjuga investigación y extensión universitaria y acaba de inaugurar el primer Centro de Documentación de Empresas Recuperadas.
Facultad Abierta comenzó a funcionar en 2002, en plena crisis social, con el propósito de apoyar a organizaciones populares, ONG, asambleas barriales y empresas recuperadas. “Rápidamente, el programa fue concentrando sus pocos recursos en las empresas”, dice a este diario Andrés Ruggeri, subsecretario de Extensión de la facultad. Los voluntarios que se fueron sumando –llegaron a ser cien– comenzaron asesorando a los trabajadores en cuestiones legales y organizativas, luego se ocuparon de hacer un relevamiento nacional del fenómeno y otro latinoamericano (www.guiarecuperadas.com.ar). Ruggeri afirma: “Creo que pudimos colaborar con la visibilidad pública de las empresas. También tratamos de aportar al conocimiento propio de lo que estaban realizando, de articular su trabajo con equipos técnicos que pudieran asesorarlos. En ese sentido, nos costó que pudieran ver al ingeniero no como un esbirro del patrón, sino como alguien con quien podían discutir para buscar las mejores opciones... Igual, fue más lo que nos aportaron ellos: nos ayudaron a reflexionar sobre el rol de la universidad ante las necesidades sociales”.
Para Peñarrieta, los universitarios ayudaron con “lo más difícil, que es poner a funcionar las cooperativas”. “Nos resultó útil el intercambio con los estudiantes; ellos aprenden de nosotros y nosotros de ellos. Por ejemplo, antes nos costaba mucho hablar en público, con la prensa o cuando nos invitaban a una facultad. Los chicos tienen una forma inteligente de ayudarnos y ayudar a las demás cooperativas. Se fijan cómo nos estamos organizando y qué está haciendo falta. Cuando nosotros u otros trabajadores tratamos de averiguar y preguntar, por ahí se piensa que alguien quiere aprovecharse o buscar un beneficio personal... Hemos visto a muchos políticos crecer a costa nuestra... En cambio, con los estudiantes es diferente, se entiende que están estudiando.”
En los cuatro años transcurridos desde una primera etapa de toma de las empresas y la posterior puesta en marcha, la situación se modificó. “Ahora se están empezando a ver los límites y problemas de la autogestión dentro de un sistema capitalista –añade Ruggeri–. Nuestro objetivo es fortalecer las cooperativas mediante la relación con la universidad pública, en momentos en que todavía están en cuestión la legalidad y la propiedad de estas empresas. No hay políticas públicas hacia las empresas recuperadas. Para el Estado son una especie rara de cooperativas. Y los trabajadores se encuentran en una situación en la que necesitan recuperar su fuente de trabajo y, a la vez, dar paso a una mirada de empresarios.”
En este contexto, hace dos semanas fue inaugurado formalmente el Centro de Documentación de Empresas Recuperadas, que funciona dentro de la Cooperativa Chilavert Artes Gráficas, en Chilavert 1136, y está abierto al público diariamente, de 10 a 18. “Es más que un archivo, no sólo se ocupa del registro de materiales, también se impulsan investigaciones, se ofrece apoyo a empresas y trabajadores, tratamos de hacer aportes y opinar sobre políticas públicas.” Veinte estudiantes de Filosofía y Letras y de Ciencias Sociales –la mayoría alumnas– se incorporaron como voluntarios al centro. Como una tarea de extensión universitaria, cada alumno va una vez por semana, tres o cuatro horas, atiende consultas, ayuda en la búsqueda y la catalogación de materiales. Hay desde artículos periodísticos –de medios masivos y también alternativos–, ponencias académicas, los pocos libros publicados sobre el tema, documentos y volantes de las cooperativas, videos y audios documentales, material producido desde el programa (encuestas, relevamientos). Hasta el momento, la mayoría de los visitantes son extranjeros, miembros de movimientos antiglobalización, muchos académicos y curiosos de la experiencia de las empresas recuperadas.
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