Domingo, 16 de septiembre de 2012 | Hoy
Por Juan Gelman
Las protestas y manifestaciones contra las embajadas y consulados de EE.UU. en Medio Oriente continúan. Comenzaron en Egipto, donde siguen al escribirse estas líneas, se desataron en Libia provocando la muerte del embajador y tres diplomáticos estadounidenses, se extendieron a Marruecos, Sudán, Yemen con manifestantes muertos y heridos, Túnez, Irak, Irán, Gaza, Bangladesh y aun a Israel, en la que participó un centenar de israelíes árabes (//washington.cbslocal.com, 13-9-12). El desmán libio motivó al Pentágono a enviar dos buques de guerra a Trípoli. Todo esto lo consiguió, sin tirar un tiro y sin amenazas de invasiones preventivas, una película, La inocencia de los musulmanes. Presenta a un Mahoma homosexual, marido infiel, pedófilo y practicante y alentador de otras perversiones, como la esclavitud infantil.
Es natural que el mundo árabe se muestre indignado, como se mostraría el judeocristiano si tales atributos se propinaran a Jesús o a Jehová. Es curioso –o no– que estas protestas coincidieran con el aniversario del atentado terrorista del 11/9: la película subió a YouTube los dos primeros días de julio último y pasó inadvertida. Tal vez alguien interesado se empeñó en difundirla más de dos meses después. Esta observación, más que a una lógica confabuladora, nace de las informaciones que día con día se acumulan.
El nombre del director, en primer lugar. Aparece como Alan Roberts en el film y mucho se especuló en torno de su identidad y nacionalidad. The Wall Street Journal estimó que era Sam Bacile, al que entrevistó por teléfono (//online.wsj.com, 12-9-12). Mr. Bacile dijo tener 52 años, ser estadounidense-israelí y dedicarse al negocio inmobiliario. La agencia informativa AP descubrió que se trataba en realidad de Nakula Basseley Nakula, 55, oriundo de California, ex marine, cristiano copto, activista de su religión y dueño de un pasado no muy limpio. En 2010 fue condenado por fraude bancario a 21 meses de prisión y a la restitución de más de 790.000 dólares (www.philly.com, 13-9-12). Nótese la proximidad fonética entre “Bacile” y “Basseley”. Y con Yussef Basseley, director de la compañía Pharaon Voices Inc. que produjo la película.
Bacile/Basseley usó muchos otros alias para sus actividades fraudulentas, según documentos de la Corte federal que lo procesó: Thomas J. Tanas, P. J. Tobacco, Ahmad Hamdy, Amal Nada, Nicola Bacily, Erwin Salameh, Kritbag Difrat, Daniel K. Caresman y más (//tpmmuckraker.talkingpointsmemo.com, 12-9-12). Y armó una farsa fenomenal para filmar la película. Engañó doblemente a los actores, ignotos o principiantes en su mayoría, y a camarógrafos y demás miembros del equipo técnico.
La acción transcurre en el Egipto de hoy pero, según el guión entregado a los intérpretes, que tenía por título Guerreros del desierto, la película versaba sobre la vida cotidiana de un egipcio corriente hace 2000 años y nada tenía que ver con la religión (//gawker.com, 12-9-12). Basseley solía practicar la filmación de escenas por separado. Cindy Lee García, una actriz californiana que desempeñó el breve papel de una madre que pierde a su hija, señaló que actuaba sola en locaciones diferentes y que nunca vio la película entera (www.tabletmag.com, 12-9-12). Esto es parte de la segunda trampa. La otra es que los actores decían una cosa y en la película aparecen diciendo otra.
Cindy García, por ejemplo, seguía el guión para informar que “Su nombre es George. Y podemos llamarlo el Padre Desconocido”. En la posproducción aparece pronunciando estas palabras: “Su nombre es Mahoma. Y podemos llamarlo el Padre Desconocido”. Lo mismo ocurre con toda referencia insultante a Mahoma y al Islam. Los 59 intérpretes y los 46 técnicos que participaron en la filmación emitieron un comunicado tajante: “El productor nos usó: estamos un ciento por ciento en contra de esta película y nos engañaron absolutamente sobre su intención y propósito. Estamos escandalizados por las drásticas reescrituras del guión y por cómo nos mintieron” (//news.blogs.cnn, 12-9-12).
Bacile declaró al Wall Street Journal que “el Islam es un cáncer” y que el film “no es religioso, es político”. Esto último despierta una pregunta: ¿sería así en trasfondos institucionales mucho más elevados que el odio racial? Lo cierto es que el presidente Obama está sometido a presiones constantes del gobierno de Israel y del lobby judío estadounidense para que intervenga y/o apoye una intervención en Irán. Otra pregunta ¿y si esta película se propuso lograr lo que logró, las reacciones en el mundo árabe contra el gobierno Obama como otra de esas presiones en plena campaña electoral? El hecho ha sido ya aprovechado por el candidato republicano Mitt Romney, quien propinó duras críticas al actual mandatario por su presunta debilidad.
La Casa Blanca no está dispuesta a iniciar una guerra contra Irán, al menos por ahora, y sus 16 servicios de espionaje están seguros de que Teherán no ha iniciado un programa para obtener armas nucleares, al menos por ahora. Se produjo un hecho significativo, contemporáneo de las manifestaciones: Obama suspendió “por razones de agenda” una reunión con el premier israelí Netanyahu, que debía tener lugar en el marco de la Asamblea General de la ONU el 27 o 28 de este mes (www.israelnationalnews.com, 11-9-12). Es la primera vez que esto sucede. Según una radio israelí, Netanyahu quería confirmar la presunta promesa de atacar a Irán en junio del 2013 que Obama le habría hecho.
¿Quién financió la película? Ciertamente no la Casa Blanca. Según Bacile, unos anónimos donantes reunieron cinco millones de dólares con ese propósito, pero quienes la han visto opinan que la pobreza de los escenarios y un elenco de artistas prácticamente desconocidos no justifican el uso de semejante cantidad. ¿Entonces?
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