Miércoles, 7 de junio de 2006 | Hoy
Por Adrián Paenza
Hace algunos años, entré a ver una película en uno de los suburbios de la ciudad de Chicago, en Estados Unidos: Do The Right Thing (“Haz lo correcto”), que dirigió Spike Lee. Había mucha gente en el cine y yo llegué cuando las luces ya estaban apagadas. Puedo decir que me conmovió y que me hizo pensar muchas veces, justamente, “dónde estaba lo correcto”, ¿qué hacer en determinadas situaciones?
Al final, antes de los créditos, se reproducen en la pantalla dos textos breves: uno escrito por Malcolm X, y otro por Martin Luther King (Jr.).
Yo, que me considero fuertemente “antiviolento” y en contra de toda manifestación que implique cualquier clase de abuso (físico, verbal o de cualquier otro tipo), sentí que la película me había puesto en una situación complicada.
Es más: creo que me puso a prueba. Y es bueno que así sea. Al margen de recomendar la película, quiero agregar un texto que le corresponde a M. L. King (Jr).
Hice referencia a que las luces estaban apagadas cuando llegué al cine porque, cuando se encendieron, me di cuenta de que la platea completa estaba poblada por gente negra. Y fue interesante como experiencia personal entender que en función de lo que sucedía en la platea con quienes compartieron conmigo esa función, no reaccionábamos igual ante los mismos elementos. Y también se puso a prueba mi capacidad para “admitir las diferencias”, lección que sugiero tener en cuenta. Vale la pena.
Aquí va el texto de Martin Luther King (Jr.):
La violencia es inmoral
La violencia para conseguir justicia es tanto impráctica como inmoral. Es impráctica porque es una espiral descendente que termina con la destrucción para todos.
La vieja ley del “ojo por ojo” deja a todo el mundo ciego.
Es inmoral porque busca humillar al adversario antes que ganar su comprensión; busca aniquilar, antes que convertir.
La violencia es inmoral porque está motorizada por el odio antes que por el amor. Destruye la comunidad y hace que la “hermandad” sea imposible.
Deja a la sociedad en un monólogo, antes que en un diálogo. La violencia termina derrotándose a sí misma.
Crea amargura en los que sobreviven y brutalidad en los destructores.
Estas frases le pertenecen a quien desapareció hace casi 40 años: Martin Luther King, Jr.
King fue brutalmente asesinado por grupos ultraderechistas norteamericanos. Pedía por la integración de razas, para terminar con las luchas entre negros y blancos. Cualquier similitud con nuestra actualidad es simple coincidencia.
King nació en Atlanta, el 15 de enero de 1929. Fue uno de los tres hijos que tuvieron el pastor Martin Lu-ther King Sr. y su mujer, Alberta Williams King, una maestra de escuela. Justamente Michael fue rebautizado Martin cuando cumplió seis años.
El asesinato se produjo el 4 de abril de 1968, en el balcón del Lorraine Hotel (cuyo dueño era de raza negra), cerca de la famosa calle Beale. Mientras estaba en ese balcón rodeado por Jesse Jackson y Ralph Albernathy, alguien, con un rifle, le disparó desde atrás en el cuello.
Su muerte desató una ola de violencia de fuerte tinte racial en todo Estados Unidos y aún hoy es un crimen sin solución.
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