Miércoles, 7 de junio de 2006 | Hoy
Por A. G.
La llegada al aeropuerto de Munich le entrega a cualquier pasajero del orbe la certeza de que en pocos días aquí se disputará el Mundial. Pero sin dudas, pese a la cantidad de objetos que buscan llamar la atención, en este mundo futbolero las principales luces se las lleva el metegol-chorizo. Este juguete gigante tiene la particularidad de que, en lugar de contar con once jugadores por equipo, viene con once palos por bando, y un esquema táctico más que extraño: No existe el 1-2-5-3 tradicional ni el más moderno 1-3-4-3. El metegol-chorizo se nutre con tres en el arco (vaya a saber qué función cumplen los dos arqueros laterales, que obviamente no tapan el arco), dos zagueros delante de la línea de tres, y luego nueve palos de tres jugadores cada uno. En concreto, el número telefónico (Angel Cappa dixit) para describir esta especie ciempiés (cien manos sería más correcto) quedaría algo así como 3-2-(3x9), lo que enseguida denota que se está intentando llamar desde el exterior a un celular del interior que a su vez tiene la casilla de mensajes llenas y deriva a otro teléfono... Es fácil imaginarse que ante ese panorama no hay futbolero que se resista a la tentación. Mucho más si dos alemanes invitan al desafío. “Deutschland gegen Argentinien, wie in 1990”, dice uno de ellos. “Y como en el ’86”, agrega este cronista. Entonces, el partido arranca, con la ventaja que el esperpento permite pasar por alto una regla que casi siempre genera problemas: el gol de arquero no vale doble, por la sencilla razón de que resulta imposible hacer uno. Para lograrlo habría que superar 32 muñecos adversarios más unos cuantos propios, ya que por más pulpo que sea nuestro compañero, es imposible levantar a todos los jugadores. “¡Eh, keine molineten!”, grita Panno, convencido de que si le agrega una ene a todas las palabras, los alemanes lo entenderán. Obviamente no lo entienden, como tampoco parecen entender mucho el juego o, al menos, es lo que refleja el
3-0 parcial de la dupla argentina en un par de minutos. Igual, más allá de la victoria, como todo equipo criollo, las discusiones tácticas aparecen. “Vos no crucés la mitad de la cancha”, ordena Panno, dejando de lado que en su imaginación pretende que convivan en el mismo equipo Tevez, Messi, Aimar, Riquelme, Saviola y hasta Palacio. El cuarto gol, con pisadita incluida del wing derecho –ahora no hace falta decir extremo–, decreta el final del juego. “Tenemos que ir a buscar nuestras valijas”, es el saludo de despedida. Hubiese sido mejor quedarse: el equipaje nunca llegó, o acaso se lo llevaron cuando jugábamos al metegol.
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