Martes, 27 de julio de 2010 | Hoy
DEPORTES › OPINIóN
Por Diego Bonadeo
Aquel “¿por qué no te callas?” que Juan Carlos de Borbón le espetó a Hugo Chávez en la reunión de mandatarios iberoamericanos sonó como una afrenta a las repúblicas de esta parte del continente de quien había sido ungido sucesor nada menos que por Francisco Franco. Por lo tanto, se tomó partido por el venezolano, a quien le respaldaba todo el derecho a no callarse, aunque muchas veces –no justamente en este caso– pueda ser acusado de “bocón” en general por los pacatos de siempre. Aquélla fue una flagrante intromisión y una extemporaneidad de parte del rey español.
Pero en este caso, el que nos ocupa por estas horas, la intromisión y la extemporaneidad corre por cuenta del mandatario venezolano, quien en parte de su alocución elogiosa para con Diego Maradona, confundió a la prensa cuestionadora del ahora ex técnico de la Selección con las perversidades de George Bush hijo, al hacer referencia a que su visitante, después de la eliminación del equipo nacional, “recibía los ataques de la canalla mediática, apátrida en todos los sentidos”.
Entonces, frente a semejante exabrupto, es tiempo de preguntarse por qué no se calla Chávez. Apátridas son los cipayos que venden y/o regalan nuestros países emergentes, entre otras perversidades y no quienes –como quien esto escribe– cuestionan para que el fútbol argentino vuelva a parecerse a lo que alguna vez fue.
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