Domingo, 19 de marzo de 2006 | Hoy
A días de cumplirse un nuevo aniversario del golpe militar de 1976, la crónica de los hechos deportivos de entonces muestra la capacidad de mimetizarse que tienen el fútbol y la política.
Por Gustavo Veiga
Quien tenga la memoria flaca seguramente no engordará la historia. De honrar memorias se habla en estos días previos al 30º aniversario del golpe de 1976, y de otras memorias –que por fortuna aún quedan en los estantes de ciertas bibliotecas– se obtienen los datos indispensables para mejorar la percepción del presente sin perder de vista lo que quedó en el pasado. Mientras desde el ámbito deportivo se preparan homenajes a los atletas desaparecidos o se acuerdan expresiones de repudio a la última dictadura, un repaso a aquellos años, con el Mundial ’78 incluido, puede llegar a sorprendernos. Esta es la crónica de ciertos hechos que comenzaron el mismo 24 de marzo, con el partido que el seleccionado nacional le ganó ese día 2-1 a Polonia, en Chorzow, a 10.000 kilómetros de donde el terrorismo de Estado se volvía una práctica tan cotidiana como el fútbol.
El 31 de marzo del ’76, la AFA se quedó sin dirigentes. Durante casi un mes, la condujo su gerente, Ernesto Alfredo Wiedrich. No hizo falta intervenirla, porque el 3 de mayo se designó a Alfredo Cantilo, un abogado, hincha de Vélez, y asimismo socio de Universitario de Buenos Aires y el Jockey Club. También parecían vaciarse las canchas de público, porque el 13 de abril, a pocas horas de disputarse el clásico Boca-River en la Bombonera, todavía seguían sin venderse 20.000 entradas. Un hecho que resultaría increíble hoy.
Ringo Bonavena moría asesinado en Reno, Nevada, el 22 de mayo, por lo que el diario Crónica definió en un título “La mafia del boxeo”. Una semana antes, durante el entretiempo de Estudiantes y Huracán, en La Plata, un hincha de este club que se encontraba en las plateas falleció de un balazo por la espalda que provino desde afuera del estadio. Esas noticias policiales abarrotaban las páginas de los diarios, pero en otras páginas, las que iban completando la memoria de una AFA a tono con aquellos tiempos, se leía la resolución 309, del 1º de septiembre, que prohibía las transferencias internacionales de 66 futbolistas. César Luis Menotti, el técnico de la Selección, los había elegido: Maradona, Bochini, Houseman, Gallego, Ardiles, Villa y Valencia estaban en ella. En uno de los últimos pases, Norberto Alonso había sido vendido por River al fútbol de Francia.
El balance arrojaba ese año un superávit de 48.967.972 pesos y a la tesorería de la AFA ingresaba por derechos de televisión la módica suma de 3.903.800. El Prode recaudaba casi siete veces más (21.277.352). Hoy esa relación se invirtió a favor de la TV por una diferencia escandalosa. En el juego, mientras tanto, la Argentina se presentaba al Preolímpico de Brasil –entre el 21 de enero y el 1º de febrero de 1977– con una buena tercera de Newell’s, donde se alistaban, entre otros, Ricardo Giusti, Roque Alfaro y... Marcelo Bielsa, quien 21 años después se haría cargo del seleccionado.
Los militares habían decidido organizar el Mundial. Sin embargo, su realización peligraba, porque en algunos países europeos se extendía la idea de que la Argentina se había convertido en un gran campo de concentración. Por eso, el brasileño Joao Havelange era presionado para llevarlo a su país. El libro sobre el Mundial La vergüenza de todos, del periodista Pablo Llonto, contiene un hallazgo notable. Se trata de la tesis por la cual el régimen canjeó con el presidente de la FIFA la organización del torneo por la liberación de Paulo Antonio Paranaguá, hijo de un diplomático brasileño detenido por el Ejército en 1977 junto a su novia. “General, usted tiene mi palabra. La FIFA no pondrá en duda a la Argentina como organizadora y tendrán todo nuestro respaldo”, le dijo el número uno del fútbol mundial al número uno de la dictadura, según el autor.
Guillermo Vilas se imponía en las finales de Roland Garros y Estados Unidos del ’77, Carlos Alberto Reutemann se destacaba en la Fórmula Uno y Juan María Traverso ya ganaba en Turismo Carretera. Independiente, con ocho jugadores, se consagraría campeón del Nacional ante Talleres y en Córdoba. Así transcurrieron los meses previos al Mundial, que comenzó el 1º de junio del ’78. A su término y con el equipo de Menotti consagrado campeón, Videla habló en la cena de clausura efectuada en el Plaza Hotel: “El pueblo argentino no reniega de su presente y vive con alegría, diría yo, con heroica alegría, la posibilidad de un futuro promisorio”.
Ese es apenas un tramo de los tres discursos del militar que la AFA transcribió en su memoria de 1978. El dictador, repudiado y decrépito, nunca se interesó demasiado por el fútbol, salvo en aquellos años. Sí, en cambio, uno de sus invitados especiales al palco oficial durante el Mundial: Henry Kissinger. Elogiado por la asociación como “una destacada figura de la historia mundial durante los últimos diez años”, el ex secretario de Estado norteamericano sólo se perdió un campeonato desde 1970. Y se descuenta que estará presente en el de este año, porque nació en Alemania y será invitado de honor de Joseph Blatter y Franz Beckenbauer.
Una postal de estos tiempos. Cambian o se repiten algunos nombres, lo que perdura es la misma capacidad de mimetizarse que tienen el fútbol y la política. Bajo dictaduras o en democracia. Siempre ocurrió así.
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