Domingo, 22 de abril de 2007 | Hoy
DEPORTES › CLEMENTE VILLAVERDE, DIRECTIVO DEL ATLETICO MADRID
El director general del club español fue invitado para disertar sobre la violencia y la discriminación en el fútbol.
Por Gustavo Veiga
Para un español resulta muy extraño cómo se mata o se muere en las canchas de Argentina y cuál es la matriz de semejante violencia. Incluso, por más que se trate de un hombre de fútbol y, sobre todo, de un especialista en cuestiones como la seguridad deportiva. Clemente Villaverde Huelga ha desempeñado casi todos los papeles posibles en un ambiente proclive a los etiquetamientos: fue jugador profesional durante 14 años, secretario general del sindicato de futbolistas (AFE), miembro del Comité de Apelación de la Real Federación Española, es director general del club Atlético Madrid en la actualidad y, además, abogado. Vino al país invitado por la Universidad de La Plata para disertar en el Observatorio para la Prevención de la Violencia y la Discriminación en Espectáculos Deportivos. Página/12 lo entrevistó para saber cómo se trabaja en España en una problemática que a nosotros nos desborda y, de paso, conocer su visión sobre lo que advirtió aquí.
–¿Cómo analiza el fenómeno inigualable de la violencia en el fútbol argentino desde una perspectiva europea?
–La percepción que se tiene no es tan cercana como la que pueden tener ustedes. Sobre todo, de cuál es el origen de esa violencia y cómo evoluciona. En España superamos este problema porque la sociedad tomó conciencia con claridad, incluidos los dirigentes y distintos organismos, que no debía seguir más. Esa línea se adoptó en Europa después de determinados hechos como la tragedia de Heysel, en 1985, que provocaron los hooligans y donde murieron tantas personas. Por lo que pude palpar estos días de permanencia en la Argentina, noté que existe violencia latente. Y lo que genera: desde las drogas, el alcohol y 40 mil negocios más. Y aunque no me queda muy claro, porque no lo he visto, percibí que no hay una voluntad real de querer atacar el problema.
–Sucede que quienes deben ocuparse de la violencia son muchas veces aquellos que la estimulan: políticos, policías, dirigentes de fútbol. Crearon al monstruo y no lo pueden dominar. ¿En España existe algún tipo de vinculación como aquí entre los ultras o barrabravas y los partidos o sindicatos?
–Allá no existe una vinculación entre lo que llamamos grupos ultras y ustedes barrabravas, con la política. Son dos cosas totalmente independientes. Es más: no hay connivencia entre esos sectores y los clubes. Sería algo impensable. Nadie se apoyaría en estos grupos, estaría liquidado.
–Esos hinchas, por lo general de ideas fascistas, ¿tampoco están relacionados con partidos de escasa o nula representación electoral, como los más ultraderechistas?
–No. Aunque hace ya tiempo, 14 o 15 años atrás, tomamos conciencia de que en alguno de estos grupos, cierta facción un poco más extrema, podía tener algún tipo de vínculo. Pero no se llegó a determinar esta relación, y sí se acabó con ese sector de una manera radical.
–Un integrante de Bastión, uno de esos grupos violentos del Atlético Madrid, asesinó el 8 de diciembre de 1998 al hincha de la Real Sociedad, Aitor Zabaleta, ¿qué hicieron ustedes entonces?
–El caso Zabaleta sucedió afuera del estadio y como se trató de un hincha vasco, se buscó algún tipo de conexión con la política. Pero se detuvo al autor del crimen, se lo juzgó, lo penaron con la cárcel y se descartó cualquier tipo de vinculación política.
–En la Argentina a menudo sucede lo contrario, y el problema es mucho más difícil de resolver aquí porque las barras bravas mantienen estrechos lazos con los dirigentes del fútbol y de la política.
–Claro, es una situación completamente diferente y mucho más compleja de solucionar. Y aunque yo no lo puedo afirmar con pruebas, dentro de cualquier tipo de relación, si una de las dos partes quiere romper con la otra, es más difícil si hay un interés directo, concreto.
–¿Escuchó hablar de que en otro país exista una problemática similar a la de Argentina?
–Es el primer conocimiento que tengo de una relación de este tipo. La situación de los ultras en Europa es distinta. Son seguidores de los clubes o selecciones que mantienen conductas extremas en el terreno personal. Pero esos grupos no poseen lazos políticos o institucionales, en España no existen.
–¿Qué medidas tomaron en Atlético Madrid para neutralizar a facciones como Bastión u otras similares?
–Analizamos dónde estaba el problema, cortamos cualquier tipo de vínculo que pudieran tener con el club a nivel del más mínimo apoyo y demás, e intentamos atacar junto a la policía dónde se encontraba el origen de todo esto. Los ultras se amparan en un grupo grande, que en nuestro caso es el Frente Atlético, son entre cuatro y seis mil personas que están todos los domingos en el estadio. Y es muy fácil que estas facciones puedan encadenarse junto al grupo general. Para evitar eso las identificamos y pudimos detectar dónde se provocaba el daño dentro del Frente Atlético.
–¿Esta política la adoptaron los demás clubes españoles?
–En general sí. Fue notorio el enfrentamiento que tuvo el actual presidente del Barcelona con los Boixos Nois y Florentino Pérez con los Ultras del Real Madrid. Hubo una voluntad clara en toda España para solucionar el problema. Lo que nos ha llevado a parar las dificultades que existían. Es importante distinguir los actos aislados de violencia de la que ejercen los grupos organizados. Es diferente lo que ocurre con un individuo que arroja una botella en un momento de crispación, de un acto de vandalismo cometido por un grupo, que lo hace de manera predeterminada.
–Usted disertó en la Universidad de La Plata sobre el tema “Operativo en la organización de un encuentro de fútbol de alto riesgo”. ¿Cómo se considera un partido de ese tipo en España?
–Estamos obligados a celebrar una reunión previa todos los jueves. Antes de cada partido, recibimos de la Comisión Nacional contra la Violencia en los Espectáculos Deportivos la calificación del partido y luego, a nivel de club, tenemos desarrollado un protocolo interno en caso de emergencias, amenazas de bomba o cualquier tipo de circunstancia. Lo tenemos presentado en la delegación de gobierno y establece no sólo funciones, sino las hojas de ruta de cada parte que interviene en el control del espectáculo.
–Los clubes o las sociedades anónimas deportivas como se las conoce en España, ¿pagan los operativos de seguridad?
–Por la seguridad del Estado ya pagamos impuestos durante el año que, se supone, es un bien público. Lo que sí abonamos es la seguridad privada interna dentro del estadio. Casi toda no lleva armas, salvo un sector mínimo, por si acaso. La policía determina la cantidad de efectivos en base a unidades UIP, que son colocados fuera y también dentro del estadio en coordinación con la seguridad privada. Me he dado cuenta de que son notables las diferencias entre la Argentina y España. Y una de las principales está dada por el movimiento de aficiones. En Madrid, jugamos tres equipos y Getafe que está a 20 kilómetros de la capital. No coincidimos nunca. Los traslados son mínimos, de trescientas o cuatrocientas personas. Son viajes muy controlados. No es como aquí, donde en el Gran Buenos Aires hay decenas de partidos un fin de semana y los desplazamientos son masivos.
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