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La volatilidad del dólar y el riesgo país creciente no impidieron que la principal avenida financiera de la capital económica de Brasil, San Pablo, se convirtiera en una explosión de alegría, tras la clasificación para la final de la Copa del Mundo. “Brasil” fue el grito unánime que vació las oficinas de la Avenida Paulista y concentró a la gente en las calles, tiñendo de amarillo el centro financiero.
Las calles de la ciudad de 18 millones de habitantes, que amanecieron vacías, se llenaron tras el partido con un gran estruendo de cornetas, pitos, cohetes y los bocinazos de los coches que retornaron a las calles con las banderas amarillas de la selección y auriverdes del país.
“Tengo que ir a trabajar, pero me voy a quedar un poco más a celebrar en la calle, porque ha sido una ilusión tan grande. Vamos a ser pentacampeones”, vociferaba una joven yuppie. Estudiantes y oficinistas no se distinguían, con una inundación de camisetas, gorros de todo tipo, globos y pañuelos.
Hasta después del partido, San Pablo estuvo inactiva: las oficinas públicas cerraron, los bancos y las escuelas también, y hasta la principal plaza bursátil de América del Sur, la Bolsa de Valores de San Pablo, postergó la apertura de la sesión.
Los analistas indicaron que la victoria levantará un poco el ánimo de la gente en una de las mayores economías de Latinoamérica, y eso puede tener efectos beneficiosos. “La Copa hace que aumente la confianza del consumidor brasileño y una población feliz tiende a consumir más, estimulando la actividad económica”, declaró la economista Sangra Utsumi, del BES Investimento.
El presidente el Banco Central, Arminio Fraga, quien se encuentra en Londres tratando de calmar las preocupaciones de los inversores sobre las elecciones y la deuda, vio el partido en la embajada brasileña.