Jueves, 9 de agosto de 2007 | Hoy
DEPORTES › OPINION
Por Diego Bonadeo
Cada cuatro años, impares los años si se trata de Juegos Panamericanos, pares si se trata de Juegos Olímpicos, se renueva la discusión, que, sin embargo, nunca llega a ser debate conducente. Es el de las evaluaciones que se hacen respecto de los resultados obtenidos y de los presupuestos flacos. Siempre, en estos “cambios de opiniones”, se anteponen estos últimos. Como si el Estado, en cualquier gobierno, debiera acudir en ayuda del deporte panamericano u olímpico sin más ni más. Los habituales presupuestos que se manejan para acudir en auxilio de estas actividades pueden ser considerados escandalosamente escasos, si se los compara con las muchas empresas privadas subsidiadas y que no debieran serlo, tales como las de servicios públicos “privatizados”, las de peajes, muchas de las de enseñanza privada y tantas más.
Pero si los dineros destinados para el deporte se contraponen a los índices de pobreza, indigencia, desempleo, empleo irregular y exclusiones parecidas, sean éstos los del Indec, los de la consultora Equis de Artemio López o los de cualquier otro, lo que aparenta ser magro para las actividades competitivas puede considerarse casi obscenamente exagerado el aparentemente poco apoyo que reciben representantes tanto panamericanos como olímpicos.
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