Jueves, 9 de agosto de 2007 | Hoy
Empezaron a reclamar durante el gobierno de Menem. Ahora son menos y pasan inadvertidos, pero siguen realizando la protesta todos los miércoles. Piden el 82 por ciento móvil y que se haga efectivo un fallo de la Corte.
Por Adriana Meyer
Se fueron haciendo parte del paisaje, pero siguieron allí, protestando cada semana ante la indiferencia de los transeúntes y los vehículos que los esquivan. El paso del tiempo, los palos de la policía, la lluvia helada y el sol agobiante redujeron poco a poco la concurrencia, pero nunca abandonaron la cita. Ayer los jubilados cumplieron su marcha número 800, siempre los miércoles frente al Congreso, y denunciaron que pasaron dieciséis años sin ser escuchados. Ya no es el grito de “¡450, 450!”, pero el pedido del “82 por ciento móvil” sigue vigente, es decir, la actualización de sus haberes de acuerdo con lo que ganan los trabajadores en actividad. “Reclamamos que se cumpla de una vez por todas con lo dispuesto por la Corte Suprema y se establezca la movilidad en forma retroactiva para cumplir con lo que marca el artículo 14 bis de la Constitución”, gritaron, mientras los empleados de la Cámara de Diputados volvían a cerrar las puertas como si este grupo de viejos empecinados fueran un riesgo para la seguridad del Parlamento.
Hubo un tiempo, durante el menemismo, en que las marchas de los miércoles terminaban en violentos incidentes porque el ministro Carlos Corach nunca titubeó en reprimirlos con policías motorizados y de a pie. Pero nunca, ni cuando las marchas se volvieron más tranquilas, los jubilados encontraron interlocutores en ese poder del Estado ni en ningún otro. Norma Pla fue quizá la jubilada más ruidosa, molestó bastante a sucesivos jefes del PAMI, tomó varias veces las instalaciones de la obra social cuando estaba en la calle Chacabuco, llevó una vaca a Plaza Lavalle e hizo llorar al ex ministro Domingo Cavallo cuando le explicó que ella sólo quería cobrar 450 pesos. Hace un año el Gobierno llevó la jubilación mínima a 470, pero ella no estuvo para verlo. Ahora es de 560.
Como cada día de marcha, Alberto de Renzis, de 67 años, se levantó bien temprano, tomó unos mates con “confituras”, y partió para los tribunales de avenida de los Inmigrantes, donde colabora con una mutual de abogados. Pero a mediodía encaró para el Congreso. Se transformó en pensionado por el fallecimiento de su compañera, la Madre de Plaza de Mayo Perla Wasserman, ocurrida a fines de 2001. Así se incorporó al secretariado de la Mesa Coordinadora y empezó a hacer “el aguante” de todos los miércoles. “La movilidad no es ese 13 por ciento de aumento del Gobierno, estamos peleando por un índice de actualización permanente de acuerdo a la variación del costo de la vida y la evolución de los salarios”, explicó a Página/12. De Renzis admitió que les cuesta organizar cada marcha y por eso necesitan la estructura de la CTA y de la Federación Nacional de Jubilados y Pensionados (Fetrajup). “No van llegando jubilados nuevos y se nos fueron valiosos compañeros de edad avanzada como (Carlos) Imizcoz, (Francisco) Formento, Enrique Tortosa, y Bilbao, que tenía 93 años y venía con su bastón –recordó emocionado–. No sólo nos ignoran la gente y los políticos, sino también otros jubilados porque tras 14 años de no haber recibido aumentos los que cobraban la mínima son los que más aumento recibieron y están resignados para luchar por más, para que no se siga achatando la pirámide” de haberes jubilatorios. “Pero estamos reconfortados porque logramos mantenernos y llegamos a las 800 marchas, editamos nuestro periódico y hacemos otras actividades no específicas de los jubilados porque nos interesa trascender el horizonte burgués en que esta sociedad se desenvuelve”, describió De Renzis. Los lunes tiene la reunión de la Mesa donde discuten y redactan los comunicados que leen cada miércoles. “Los jubilados y pensionados, en un setenta por ciento, estamos cobrando la jubilación mínima, sin tenerse en cuenta los aportes que cada uno realizó, y de no detenerse este sistema impropio corremos el riesgo de terminar en una pensión a la vejez”, dijeron en el de esta semana.
Ayer, el aniversario les dio confianza para cortar en forma total la avenida Rivadavia y para traer un camión con acoplado sobre el cual ubicaron poderosos equipos de sonido en lugar del camioncito tipo flete con altoparlante. Los carteles de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) rezaban “volvé al reparto”, y otros más caseros pedían “justicia social” y “1200 pesos” de jubilación mínima. “Con la experiencia de los abuelos, por el futuro de nuestros hijos”, decía uno de los dirigentes de la Mesa Coordinadora de Jubilados y Pensionados desde el micrófono. “El dinero que tiene guardado el Estado alcanza y sobra para dar satisfacción al reclamo de la movilidad”, agregaba otro con voz menos potente. Cuando empezaron a aparecer columnas de diferentes agrupaciones políticas que se sumaron al acto, desde el palco se escuchó que “la consigna es juntar dos generaciones”, mientras algunos manifestantes golpeaban los palos de alumbrado al ritmo de “El ángel de la bicicleta”, la canción de León Gieco dedicada a Pocho Lepratti, asesinado en 2001.
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