A tono con las aspiraciones oficiales, el director de Aerolíneas Argentinas en representación del Estado, Julio Alak, resaltó ayer como “una buena noticia” la incorporación de accionistas argentinos, anhelo que aún no tiene forma concreta. A pesar de las gestiones de Ricardo Jaime, todavía no hay avances firmes en los nombres ni en la fórmula económico-legal que permita esa eventual incorporación, en detrimento de la participación de Marsans.

Tampoco hubo todavía ninguna reunión formal del Gobierno con los actuales accionistas ibéricos, que hicieron saber públicamente que celebraban el advenimiento de cualquier socio argentino. Algo que, según reconocen en privado, es producto de una gestión oficial más que de una búsqueda propia. Es más: Marsans, representado aquí por Gerardo Díaz Ferrán y Gonzalo Pascual, siente la presión de la Secretaría de Transporte para ceder espacio, algo que dice estar dispuestos a hacer en tanto y en cuanto no pierdan el control.

Esta presión genera en los españoles tanto malhumor como la lentitud oficial para honrar las promesas de darles a las líneas aéreas ventajas impositivas y otras prerrogativas prometidas en oportunidad de firmar el Acuerdo de Madrid, mediante el cual el Estado recuperó el 5 por ciento de su participación accionaria, subiéndola desde el 1,34 por ciento a que había sido reducido tras varias capitalizaciones. Los voceros de la compañía subrayan que ésta ni siquiera hizo uso del artículo tercero de ese pacto, en virtud del cual podrían deshacerse de aquellos tramos cuya operación no es rentable. Prefirieron negociar con Transporte, junto con otras líneas domésticas, una compensación por cada caso.

El negocio aerocomercial no parece tan próspero y la subsistencia del concurso de acreedores de Aerolíneas, que impide buscar recursos frescos en la Bolsa, tampoco ayuda. Conseguir socios que aporten fondos líquidos resulta una tarea ímproba. Jaime lo sabe porque ha recibido algunos “no” en ese testeo infructuoso, búsqueda que Alak ayer corroboró con sus dichos. “La incorporación de socios argentinos resulta una buena noticia porque expresa la confianza en el crecimiento y economía del país y en tener una sólida línea de bandera”, se entusiasmó el director estatal.

Claudio Cirigliano, del grupo Plaza y operador de TBA, estaría entre los que desairó al secretario de Transporte. El transportista hace saber que declinó el convite y dice que prefiere poner en marcha Safe Fly, su propia compañía en ciernes, por ahora una estructura con permisos de vuelo, para la que en algún momento buscaría socios y aviones. La española Isolux desmintió mediante un comunicado que estuviera arreglada su incorporación y el vocero de Aeropuertos Argentina 2000 descartó que Eduardo Eurnekian fuera número puesto. Claro que este caso es un poco más opaco.

Eurnekian –que logró convertir al Estado en su socio de AA2000 en lugar de pagarle millonarias deudas– quizá termine buscando una forma elíptica de sumarse a la compañía privatizada, eludiendo las restricciones legales que le impiden estar en dos segmentos afines del negocio aerocomercial. Juan Carlos López Mena, dueño de Buquebús, y el banquero Jorge Brito están entre los probables y, al menos por ahora, no avalaron pero tampoco descartaron la idea de esa eventual incorporación.

La compleja situación de la privatizada, económicamente complicada y con varios capítulos controvertidos en los tribunales locales y españoles, también puso en situación incómoda al gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, con el que Cristina Fernández de Kirchner pretende preservar el sólido y amistoso vínculo que también tenía su marido. Según aseguraron fuentes diplomáticas de ese país a la agencia EFE, habría “cierto disgusto” por la presión sobre Marsans. El gobierno local podría contraatacar: el principal accionista de Aerolíneas tampoco cumplió con su promesa de invertir lo que prometió.