Domingo, 1 de agosto de 2010 | Hoy
ECONOMíA › OPINION
Por Sandra Russo
“Los gobiernos pasan, son un mero episodio, pero la tierra permanece.” Tal el sustrato del discurso del liderazgo opositor más consolidado y visible hasta el momento. El mechón rebelde de Biolcati, que flameaba mientras al anochecer él leía su pieza oratoria y política, colaboraba en la pantalla, tan colocada en el primer plano, para ubicarlo en ese papel. Un papel, según definió, histórico: él, el más poderoso del núcleo duro opositor, viene a ser el heredero de las otras grandes luchas que libró la Sociedad Rural Argentina.
¿Qué luchas libró la Sociedad Rural Argentina? Todas y cada una, contra el pueblo. Todas y cada una, para sí. ¿Cómo llegamos a esta escena, en la que casi todos los dirigentes políticos opositores se arrastran a los pies de la gran corporación? Estaban allí, escuchando los insultos a la política. ¿Qué hacían Duhalde y Chiche escuchando que los pobres son la basura que genera la política para rejuntar votos, esa escoria que si es explotada por alguien, es por la política? Digo que es la clase política que se arrastra a los pies de la corporación, porque para alinearse ahí hace falta tragarse el sapo completo de la antipolítica. Ese sujeto histórico que dice representar Biolcati es el antipolítico por excelencia. Lo único que florece a su alrededor es servilismo y entrega.
Ese sujeto histórico embrionó en los financistas de la Campaña del Desierto. El país del que hablan no tiene pasado: lo fundaron ellos cuando les entregaron las tierras ya liberadas de indios de los que no hace ni falta acordarse, puesto que confirmó ayer, nosotros bajamos de los barcos. El embrión de ese país fue un pacto entre ricos y militares. Fue el Roca militar el primer político que aceptaron. Están acostumbrados a que les hagan esa clase de favores, y a que los pactos con los políticos sean de esa especie: con los políticos jugando para ellos y un territorio inmenso para ser sus dueños.
Los gobiernos pasan, la tierra queda. Ellos creen que son la tierra. Los dueños de las tierras se identifican con su propiedad privada, y es así en todo, claro, ellos son los que han tenido el poder durante casi toda nuestra historia. Todas las luchas populares de estos doscientos años se libraron contra los intereses que representan Biolcati y su Mesa de Enlace. El discurso de ayer lo consagra también para eso: es el que tiene la estancia más larga.
Si la política tiene sentido para millones de argentinos, ciudadanos, militantes, dirigentes, es precisamente para que gente como Biolcati tenga menos poder. Ellos no quieren ser sectores que pugnen con los otros, como en cualquier democracia. Quieren ser lo que han sido siempre, menos en los gobiernos peronistas: los que tutelan que lo mejor para todos, ese abstracto invocado por los políticos, siempre sea lo que les convenga a ellos. No quieren entrar en discusión. Desde el 2008 que se niegan a bajarse del caballo del dueño. No quieren negociar. No saben ser una parte. Siempre han hablado en nombre de la Patria, incluso cuando cobijaron a los asesinos o cuando eran amigos de Menem. Todos pasaron, la tierra queda. La tierra no son ellos, la Patria no son ellos. Tarde o temprano tendrán que darse cuenta.
Y si se preparan para una más de sus grandes luchas, Biolcati será el verdadero comandante. Tiene el carácter, la gula y el impudor que suelen enamorar a la derecha golpista argentina.
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