Domingo, 18 de octubre de 2015 | Hoy
ECONOMíA › REPORTAJE AL ECONOMISTA SERGIO WOYECHESZEN, DE LA FUNDACION SCIOLISTA DAR
El experto en temas industriales del equipo económico de Scioli detalla el plan para el mundo de la producción de un eventual gobierno del candidato del Frente para la Victoria. Programa desarrollista, impulso a la demanda, financiamiento al sector privado y planificación estatal.
Por Claudio Scaletta
El economista Sergio Woyecheszen, actual subsecretario de Industria de la provincia de Buenos Aires, coordina el área económica de la Fundación DAR, que dirige José “Pepe” Scioli, y cuya tarea, entre otras, fue darle forma al programa desarrollista que impulsa el candidato del Frente para la Victoria. El programa se plasmó en un grueso volumen, adelantado el pasado 26 de agosto por itccentury book, que repasa los fundamentos teóricos para la profundización de una “macroeconomía para el desarrollo”, de raíz heterodoxa, y que incluye el análisis detallado de 14 cadenas de valor y 36 sectores productivos. Esta semana se presentó también un segundo volumen dedicado a 38 economías regionales. En la entrevista se devela las claves de una futura gestión sciolista en el mundo de la producción.
–¿Cómo surgió el diseño de un Plan de Desarrollo?
–En lo personal vengo trabajando en estos temas desde mi paso por la Unión Industrial Argentina (UIA), fundamentalmente pensando en distribución del ingreso, pobreza, formalización laboral, todos temas que inevitablemente te llevan a la estructura productiva. Esto hizo que cuando me llamó el ministro Cristian Breitenstein a finales de 2011 para hacerme cargo de Industria, Comercio y Minería lo primero que hice fue tratar de planificar la provincia en términos sectoriales. Partimos del Plan Estratégico Industrial de Nación, las famosas once cadenas del 2020, que tenía un buen correlato para el Gran Buenos Aires, pero no tanto para el resto de la provincia. Entonces dividimos la provincia en ocho subespacios o regiones y trabajamos en un esquema participativo con todos los sectores; agencias de desarrollo, municipios, sindicatos, universidades, en cuáles eran las necesidades tanto actuales como potenciales. De ahí surgió un trabajo de dos partes, con más de 700 páginas, que financió el CFI, que tiene 46 cadenas de valor en la provincia y que ya se lo entregamos a Aníbal Fernández.
–Es raro imaginar a un funcionario a cargo del área de Industria de la principal provincia del país con tanto tiempo para dedicarles a cuestiones que tienen más que ver con la investigación que con el toma y daca cotidiano de la política.
–No escribo solo, somos un equipo, y buena parte de lo que se lee en estos trabajos, especialmente en lo teórico, viene de antes. Hay economías de escala en la formación previa. Tuve mucha actividad académica, aunque por razones laborales solo conservo un curso que quiero mucho de Desarrollo y Subdesarrollo en la Universidad Nacional de General Sarmiento y, cuando pueda, terminaré mi tesis de doctorado en Desarrollo Económico de la Universidad Nacional de Quilmes. Pero viene de más lejos. Con Mariano de Miguel veníamos trabajando en una publicación de la revista Peronistas, de la Cepag, que es un desprendimiento del MTA, y que dirige Horacio Ghilini, en la que se intentaba construir el pensamiento económico del peronismo, cuyos fundamentos coincidían bastante con lo que nosotros veníamos trabajando. En el número 10 ellos partían de lo que llamaban “dos heterodoxias”. La heterodoxia uno, que era un enfoque poskeynesiano desde la macro, y le heterodoxia dos que, sintetizando, tiene que ver con el cambio estructural necesario para retroalimentar el sostenimiento de la demanda pujante de la heterodoxia uno. Suponía dar respuesta a lo que (Marcelo) Diamand planteaba en su libro de 1973 sobre la existencia de dos corrientes, los liberales y los populistas. Diamand dice allí que los populistas tenían razón, pero que subestimaban los desafíos estructurales y por eso chocaban siempre con la restricción externa. De alguna manera esta idea de las dos heterodoxias es una respuesta a este problema. Nosotros en el número 11 (http://www.cepag.com.ar/peronistas11.html) bajamos un poco a tierra lo que en el 10 era tal vez muy teórico. Trabajamos comparando las matrices insumo-producto del 73, del 84, del 97 y la actualización última que hicieron en el Ministerio de Economía. Mariano trabajó en el enfoque poskeynesiano y yo me focalicé en las matrices y la planificación sectorial; en el cambio estructural.
–¿Y cómo llegan todas estas formulaciones a transformarse en un plan nacional?
–En 2014 me crucé casi por casualidad en Tucumán en una actividad con Pepe Scioli. Yo lo conocía, pero era la primera vez que hablaba con él. En ese momento la Fundación DAR estaba recién creada. Su objetivo era precisamente construir el plan de gobierno de Scioli. Pepe me comentó que quería trabajar en algunos sectores, en ese momento más agroindustriales y de economías regionales. Yo le conté los trabajos que veníamos haciendo tanto a nivel provincial en Industria como a nivel nacional con Mariano. Me los pidió, se los acerque, tanto la planificación provincial como el número 11 de Peronistas, y me convocó. Así me convertí en el coordinador de Desarrollo Económico y Productivo de DAR.
–Una crítica, atendible dada la experiencia histórica, de estos planes de desarrollo es la dificultad de pasar del papel a los hechos cuando llega la hora de la interacción con los actores reales. Existe un Plan industrial 2020. ¿Por qué en un eventual gobierno sciolista esto sería diferente?
–Acuerdo con la crítica. El 2020 tenía objetivos muy loables, pero luego en las mesas de implementación no se logró avanzar mucho. Quizá el principal avance fue que se juntó a todas las partes de cada sector. Pero creo que el sciolismo, respecto de la etapa actual, tiene dos diferencias, aunque preferiría hablar de continuidades y profundización, en términos de lo que la Presidenta definió en su momento como sintonía fina, algo que yo entiendo como una política industrial. La primera y fundamental es que tenemos una planificación hecha ya antes de comenzar a gobernar. Pensemos como hubiese sido si, con sus limitaciones, ya hubiésemos tenido el Plan 2020 en 2004, cuando no teníamos a la vista todavía la restricción externa o un contexto internacional desfavorable. Después, sobre la base de la experiencia, ya logramos que algunas cadenas nos devuelvan propuestas conjuntas, donde las diferencias que queden se salvarán con decisión política. Un ejemplo es la automotor, donde juntamos a las terminales con las autopartistas. Eso permitirá que cuando llegue el 10 de diciembre ya sepamos cuáles serán las decisiones políticas que vamos a tomar. Este es el segundo punto para destacar para la nueva etapa, que en la propia planificación ya está implícita la implementación. En los casos donde se necesitan inversiones, sabemos cómo financiarlas, algo que venimos trabajando con Miguel Peirano. Donde hay brechas tecnológicas, sabemos cómo avanzar, lo que venimos trabajando con Fernando Peirano, primo de Miguel.
–¿Y donde no se puede avanzar consensuando?
–Decisión política.
–¿Hay casos identificados?
–Muchos. Se me ocurren los costos de los insumos en algunas tramas de la metalmecánica.
–Precisamente una de las críticas que desde un sector del kirchnerismo se le hacen a Daniel Scioli refiere a una posible falta de voluntad para enfrentar a poderes establecidos.
–Creo que es una cuestión de forma y no de fondo. La provincia de Buenos Aires es la única en la que se hizo un fuerte revalúo para el impuesto inmobiliario rural en los últimos 50 años. También se gravó al juego. Lo que cambia son las formas. A mí me tocó participar de varias reuniones con la mesa de enlace a nivel provincial y las diferencias entre sciolismo y kirchnerismo eran que el sciolismo se sentaba. En la mesa la relación era dura en lo innegociable, como las retenciones o el revalúo, pero en las inundaciones les conseguimos créditos a tasa cero, financiados por el CFI, a los pequeños productores. Lo mismo con las grandes aceiteras, que le plantearon un montón de cosas a Scioli y se les dijo que no, pero Scioli se sentó.
–En ese sentido, ¿qué actores privados imagina conduciendo un proceso de desarrollo como el que se desprende de la propuesta de DAR? ¿Cree que habrá una suerte de nueva burguesía nacional al final del proceso?
–Es complejo decirlo hoy. Supone preguntarse quiénes son, como decía (Jorge) Schvarzer “los capitanes de la industria” que conduzcan este proceso. El problema es que tenemos capitanes que lo son de muchos sectores al mismo tiempo. Y algunos están confundidos y hasta juegan en contra de sus propios intereses, como decía Diamand. Falta un elenco que imagino se irá armando con el nuevo entramado de pequeñas y medianas empresas. En estos años tuvimos más de mil empresarios que fueron asistidos por distintos programas de innovación productiva. Es un grupo bastante estable que creemos que se puede multiplicar. Mientras tanto un actor que será clave para suplir la ausencia eventual de esta burguesía local es el Estado, como lo demuestra YPF, Invap, toda la industria de la defensa. Y esto puede generar un entramado de proveedores interesante, que hoy existe pero está disgregado.
–Lo que usted detalla como programa de cambio estructural da por sentado, retomando su propia explicación, la existencia de lo que llamó la heterodoxia uno, la demanda pujante. A juzgar por las declaraciones de algunos voceros cercanos al candidato no parecería existir una visión monolítica sobre este punto.
–No estoy de acuerdo. Alberto Pérez lo dijo hace unos días, cuando le preguntaron a quién había que escuchar para saber cuál era la propuesta macroeconómica, si a Blejer, a Bein, a Peirano. Y Pérez contestó que había que escuchar a Scioli. Y Scioli es una persona que tiene la característica de escuchar a varios, pero después la decisión final es de él. Yo lo he visto muchas veces en la provincia. Cuando se empezó a hablar de temas como el atraso cambiario, que la región devaluaba, que perdíamos competitividad, por ejemplo, él fue muy claro y contestó que piensen bien como sortear el problema sin caer otra vez en la trampa de creer que la única solución era la devaluación. Se trata de una afirmación fuerte que solamente deja abierta la puerta para cierta parte de la biblioteca, no para toda. En eso estamos trabajando. Los libros de la Fundación son una muestra más de cuál es nuestra dirección. Sin demanda pujante no se puede pensar ni en los niveles de inversión ni de productividad necesarios para la transformación de la estructura productiva. Y obviamente atrás de esto hace falta la acción de la banca de desarrollo para poder viabilizar muchas de estas inversiones.
–Qué salida imagina para financiar importaciones en el corto plazo con la presencia de la restricción externa.
–Estamos viendo la posibilidad con los equipos de Lula da Silva de comerciar en nuestras propias monedas y que sean los bancos centrales los que arbitren ese cambio. Esto sería muy útil en sectores como el automotor. La posibilidad surgió en la última visita de Lula. Estamos pensando solamente en los intercambios. A nadie se le ocurre hablar de moneda única ni nada por el estilo. Scioli también viajará a Rusia y a China en las próximas semanas con la idea de profundizar mecanismos similares a los swaps y buscar inversiones, porque las hay en minería, energía y agroindustria. La idea es conseguir escala en estos sectores para construir el entramado de pymes proveedoras locales, algo en lo que hay mucho margen para negociar. Yo estuve en China y observé que esa complementariedad depende de nosotros. Esto para el corto plazo. Luego un tema central será la resolución del frente externo.
–¿Buitres?
–Sí. Resolviendo eso se abre el canal para muchas inversiones a menores costos, menor tasa. Ni siquiera estoy pensando en el tema financiamiento, sino en inversiones.
–¿Qué tipo de arreglo supone?
–Imagino una situación intermedia, porque para crear empleo por encima del crecimiento vegetativo necesitamos crecer como mínimo al 4 por ciento, y eso es muy difícil sin dólares. Después está la táctica de la negociación, en la que estoy de acuerdo en cómo la viene conduciendo el gobierno nacional.
–Ultima pregunta, productiva y de su área. ¿Qué planes tienen para los sectores más deficitarios en divisas? Me refiero obviamente al régimen fueguino y al sector automotor?
–En el caso de Tierra del Fuego ya venimos trabajando con ingenieros de la industria naval, de autopartes, de maquinaria agrícola, estudiando la posibilidad de que puedan radicarse en la isla para fabricar ahí los componentes electrónicos que demandan. Y con Rosana Bertone estamos viendo la forma en que se podría abrir el régimen para permitir este tipo de inversiones. En estos días Rosana viajará a Manaos con Fernando (Peirano). También nos está ayudando la Cepal. Hoy la electrónica nacional en la industria naval ni siquiera existe y en autopartes se podría empezar recuperando toda la parte de sistemas de bluetooth, que en su momento se hizo. La idea es hacer que la electrónica fueguina gane en escala y sea más partista que de bienes finales. En automotores, ya tenemos una propuesta para autopartes, en la que es importante como se resuelve el tema Brasil, al que necesitamos por una cuestión de escala. El intercambio hoy está circunscripto al intercambio de vehículos terminados, necesitamos avanzar en integración productiva. En conjunto representaríamos un mercado de 5 millones de unidades, lo que nos permitiría negociar plataformas únicas. Lo que logramos con Toyota, multiplicarlo.
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