Domingo, 18 de octubre de 2015 | Hoy
La aparición del peronismo coincidió con una muy fuerte expansión del fútbol profesional y el desarrollo social de los clubes. “La verdadera utilidad del deporte está en su práctica. Sin embargo, el espectáculo es también necesario porque educa, forma ambiente, crea clima y estimula”, afirmaba Perón en 1949.
Por Gustavo Veiga
El 17 de octubre de 1945 es más que una fecha. Cambió el país y se crearon condiciones político-sociales que aún perduran con fuerza en la memoria colectiva. Acaba de cumplirse el 70º aniversario de ese día que marcó la aparición del peronismo pero, además, de un desarrollo deportivo casi irrepetible. “El período de mayor expansión del fútbol profesional”, según palabras del doctor en Historia Raanan Rein, compilador del libro La cancha peronista, publicado este año. Pero no solo eso. En la etapa que continuó, Fangio inició su serie de cinco títulos mundiales. Delfo Cabrera y Pascualito Pérez obtuvieron medallas de oro en los Juegos Olímpicos de Londres. Se inauguraron los Juegos Evita. Argentina ganó en Buenos Aires los únicos Panamericanos de su historia. Y la grieta –que ahora está de moda en la dialéctica de confrontación– ya asomaba en el deporte.
Aquel célebre miércoles del 45, la sede de Gimnasia y Esgrima La Plata fue apedreada. Acaso porque su presidente era radical. Lo cierto es que sufrió las mismas consecuencias que el edificio del Jockey Club, un emblema antiperonista. En la campaña electoral que siguió, Talleres de Remedios de Escalada –que tenía tradición socialista– le negó a Perón la posibilidad de hablar en el club y el general hizo su acto en una esquina del barrio, Rosales y Beltrán. Historias como éstas –que recupera el sociólogo Mariano Gruschetsky en La cancha peronista– demuestran una relación conflictiva, aunque no siempre lineal, entre algunas instituciones futbolísticas y el gobierno justicialista que gobernaría diez años.
Antes y después del 17 de octubre de 1945, hubo fútbol. El 14 –cuando Perón ya estaba detenido en la isla Martín García– y el 21 se jugaron dos fechas del torneo que ganaría River, el de la recordada Máquina de Muñoz, Moreno, Labruna, Pedernera y Loustau. Incluso, el 12 Racing se había consagrado campeón de la Copa Competencia Británica George VI al golear a Boca 4 a 1 en el viejo estadio de San Lorenzo.
El caso de Gimnasia es curioso, pero también demuestra el cambio de época. De un presidente radical como Plácido Seara se pasó a uno de transición, Horacio Barandiarán y, ya en 1947, a uno peronista, Gabriel Rodríguez, según detalla el historiador Claudio Panella en un trabajo de investigación dedicado al club platense que está incluido en La cancha peronista.
Estudiantes se mantuvo políticamente en la vereda opuesta. Es conocida la historia de cómo una comitiva de la CGT apareció en su sede y descubrió que una partida del libro La razón de mi vida, de Evita, había sido ocultada en el sótano. Texto obligatorio en los colegios, se vendía en librerías como también se distribuía por medio de asociaciones civiles. Al club se le había dado esa responsabilidad: repartirlo. Su presidente, César Ferri, decano además de la Facultad de Agronomía platense, quedó expuesto y el gobernador Carlos Aloé le pidió a él y toda su comisión directiva la renuncia por decreto. Estudiantes fue intervenido y descendió en 1953, al año siguiente. La conclusión de una vendetta parece muy obvia.
La metamorfosis política de algunas instituciones se extendió más allá de La Plata. San Lorenzo pasó de ser un bastión radical a usar una nueva cosmética peronista. Su vicepresidente en 1946, Domingo Peluffo, llegó al máximo cargo de la AFA en 1953. Al fútbol, mientras tanto, se seguía jugando cada vez ante mayor cantidad de público. Está demostrado por las estadísticas de venta de entradas durante el primer lustro de los años ‘40. El promedio pasó de 10.221 boletos en la temporada de 1941 a 13.361 en 1945. Este último año se contabilizaron 3.206.799 localidades vendidas. River peleó el título con Boca, Independiente y el club de Boedo que había comprado a René Pontoni por 100.000 pesos. En la Máquina de Núñez el arco quedaría en buenas manos durante tres décadas: el 6 de mayo debutó Amadeo Carrizo, en la tercera fecha, contra Independiente. En el torneo del ‘45 hubo goleadas que hoy sólo podrían darse en un partido de potrero: Huracán 10, Rosario Central 4 y Estudiantes 7, Vélez 5. El fútbol de ese año emblemático para la política nacional se prolongó hasta el umbral de la Navidad. La Selección argentina y campeona sudamericana del 45 jugó en una semana tres partidos consecutivos con Brasil por la Copa Roca. Ganó uno y perdió dos en las ciudades de San Pablo y Río de Janeiro entre el 16 y 23 de diciembre.
La popularidad en crecimiento del fútbol y el desarrollo social de sus clubes se percibe también en la cantidad de socios que integraban sus padrones en el ‘45. San Lorenzo encabezaba el ranking con 33.485. Lo seguían de lejos River con 27.040; Independiente, 26.226; Boca, 23.495; Huracán, 23.083 y Racing, 19.955. Como escribió Rein en la introducción de su libro, “la década peronista con su democratización del bienestar, del tiempo libre y del consumo, fue el período de mayor expansión del fútbol profesional”.
El contexto donde la clase trabajadora consiguió conquistas económico-sociales innegables y se colocaron las bases de una política que alentaba al deporte, lo explica el propio Perón en 1949: “La verdadera utilidad del deporte está en su práctica. Sin embargo, el espectáculo es también necesario porque educa, forma ambiente, crea clima y estimula”. Esta última idea es la parte más populista de su discurso. Y quedará refutada por un conflicto laboral de gran repercusión. Los futbolistas profesionales votaron una huelga en 1948 porque sus condiciones de contratación, entre otras, no les permitían obtener el pase libre. No fueron los únicos: los gremios municipales, ferroviarios, bancarios, gráficos, de seguros y de la carne también hicieron paros a partir de 1946 que fueron declarados ilegales y reprimidos hasta con la cárcel. Hechos irrefutables de una etapa como la extensión de derechos que derivó en el reparto más equitativo de la historia en la renta nacional para la clase trabajadora.
El sindicato de jugadores había sido creado en 1944. Cuatro años más tarde, sus afiliados con referentes como Adolfo Pedernera y Fernando Bello a la cabeza, se lanzaron a un paro general que se prolongó por cuarenta días. Al abogado de Futbolistas Agremiados Nereo Pegadizábal lo tildaron de “comunista”, los clubes terminaron apelando a juveniles para completar el torneo y las principales figuras emigraron a Colombia, como Alfredo Di Stéfano y Néstor “Pipo” Rossi. Otros jugadores de menor nivel lo hicieron a Cuba, que mantuvo una Liga profesional entre 1948 y 1953, el año del asalto al Cuartel Moncada. La huelga se transformó así en el principal conflicto del deporte argentino durante los dos primeros gobiernos peronistas. Una lucha que a menudo no suele relacionarse con la etapa que empezó el 17 de octubre del 45.
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