Domingo, 8 de mayo de 2016 | Hoy
ECONOMíA › OPINION
Por Axel Kicillof
¿A qué se debe la insidiosa y sobreactuada invocación de Macri a la “pesada herencia”? La respuesta es simple: todos los argentinos somos testigos, o mejor dicho, víctimas del primer intento en toda nuestra historia de aplicar un durísimo plan de ajuste sin que antes se haya producido una crisis económica. El Plan de Convertibilidad de Menem y Cavallo, por caso, vino precedido –y “justificado” por quienes lo pusieron en práctica– por la hiperinflación desatada en el gobierno de Alfonsín. Algo similar ocurrió con los planes de ajuste de 1956 y 1976. Pero esta vez la situación es distinta porque, a decir verdad, no hace falta ser un especialista para reconocer una crisis económica cuando se la vive. Y en los años previos al triunfo de Macri en Argentina no hubo nada ni remotamente parecido a una crisis económica
No obstante, el gobierno de Macri, con la crucial contribución de los medios de comunicación hoy oficialistas, está abocado a la extravagante tarea de fabricar una crisis que no fue, instalarla en la percepción de la opinión pública y, si puede, también en el recuerdo. Esta grotesca “crisis que no fue” en 2015, tiene al menos cuatro ingredientes: elevadísimo déficit fiscal, inflación desbocada, reservas extenuadas y economía estancada. La técnica de comunicación que emplean es ya bastante conocida.
El macrismo nos acostumbró durante su etapa de oposición a un sofisticado y efectivo manejo del marketing político, especialmente diestro a la hora de transformar complejos conceptos en frases breves, “de impacto”, que luego son repetidas de manera casi literal hasta el hartazgo por miles de trolls en la web; al mismo tiempo son reproducidas por los referentes de Cambiemos en cada discurso, en cada entrevista y en cada set de televisión usando métodos de la publicidad privada: el concepto, la repetición, la frecuencia. Los enunciados diseñados para machacar con el diagnóstico de la crisis que justificaría el plan de ajuste son cuatro: “hace cinco años que Argentina no crece y no se crea empleo”, “el Banco Central estaba quebrado”, “el déficit fiscal alcanzó 7 por ciento del PIB y fue el más alto de la historia argentina”, “la inflación estaba desbocada”.
Pero este esfuerzo comunicacional para convencer a la sociedad de que el ajuste del macrismo no es una decisión política sino la única respuesta posible y necesaria ante una crisis choca con dos obstáculos. El primero: nos quieren convencer de que hubo una crisis que nunca vivimos, una rara especie de crisis: “invisible” o, como dijo el diario Cronista Comercial, “asintomática”. Es como un médico que te quiere operar diciendo “usted nunca sintió absolutamente nada, pero está gravemente enfermo”. El segundo obstáculo es que todas y cada una de las afirmaciones que componen el diagnóstico son mentira. Y es muy sencillo demostrarlo, incluso tomando los datos de las propias “fuentes” de Cambiemos.
Empecemos por la más repetida de las mentiras: que no se creó empleo en los últimos cinco años. Basta con tomar la cifra de crecimiento publicada por el propio INDEC de Macri-Todesca el 30 de marzo pasado, una de las pocas que publicó saltando el apagón estadístico. Según el INDEC el PIB de Argentina creció 2,1 por ciento en 2015, y también creció en los tres años anteriores: 0,8 por ciento, 2,9 por ciento y 0,5 por ciento. Si preferimos tomar los datos de crecimiento de la oficina de estadísticas de la Ciudad de Buenos Aires, los resultados son muy similares ya que en 2015 arrojan un crecimiento del 2,7 por ciento. Como es de esperar, los números de empleo reflejan la misma evolución. Utilicemos una fuente que no está cuestionada, la base de AFIP (el SIPA) que registra la cantidad de personas empleadas según la cantidad de aportes a la seguridad social que efectivamente se realizan. Como muestra el cuadro, el empleo registrado creció entre 2010 y 2015 todos los años, y de punta a punta en más de 830.000 personas. De modo que el empleo total, formal e informal, lo hizo aún en mayor medida. Nótese además que 2/3 del crecimiento está explicado por el empleo privado, de manera que la última declaración de Macri, realizada tristemente en el Día del Trabajo, es simplemente un bolazo cósmico: “Hace cinco años que no se genera empleo, porque ocultaron el desempleo con trabajo público inútil”. En los últimos cinco años creció el empleo total, el empleo público y el empleo privado.
Pasemos ahora a la cuestión del déficit fiscal de 2015. En una de sus primeras conferencias de prensa, el 13 de enero de 2016, el ministro de Hacienda mostró los números. Ahí admitió que el déficit fue de 2,3 por ciento del PIB cuando se lo calcula como lo hacen todos los países del mundo. Esa cifra es la que aparece en las estadísticas del FMI. Ese nivel de déficit es, para quien no conoce el tema, absolutamente razonable y está en línea con los países de la región. ¿Cómo es entonces que siguen sosteniendo que el déficit fue de 7 por ciento? En esa misma conferencia de prensa, ante las cámaras, el ministro empezó a hacer un ejercicio de “contabilidad creativa” sumando y restando conceptos por fuera de la metodología habitual, para abultar el tamaño del rojo fiscal. Sumó al déficit de 2015, las “promesas de campaña de Macri”, que incluyen, por ejemplo, la reducción de las retenciones a granos y mineras, y otros aumento de gastos. Así y todo, nunca llegó a construir el famoso 7 por ciento con el que habían machacado durante meses. Es lisa y llanamente una falsedad.
Vayamos ahora a la evolución de la inflación. Todas las mediciones, tanto públicas como privadas, muestran que entre 2014 y 2015 se produjo una marcada desaceleración de la inflación, en como mínimo 10 puntos. Es decir, la inflación estaba bajando cuando llegó Macri. Y esto se logró sin afectar el crecimiento, sin enfriar la economía. Pareciera en cambio que la reducción de la inflación del segundo semestre –la tierra prometida– se va a producir por la recesión, los despidos, la generalizada caída del poder adquisitivo de los ingresos y la apertura de la economía. Es inevitable marcar el parecido con el plan antiinflacionario que se aplicó en la década del noventa.
Veamos ahora la cuestión de las reservas. El 9 de diciembre de 2015 las reservas del Banco Central eran de US$ 25.092 millones (hay que recordar que en octubre se habían pagado 5900 millones de Boden 15). En campaña, Cambiemos se cansó de sostener que las reservas “netas” eran de 7000 millones, es decir, casi nulas. En particular, restaban el famoso swap de China porque según el macrismo no podía utilizarse. Sin embargo, a los pocos días de asumir, el gobierno de Macri convirtió 3000 millones de dólares del swap y los volcó en el mercado cambiario. Y empezó entonces una festival de deuda. Tomaron US$ 5000 millones desde el Central (con garantía en títulos por US$ 10.000), YPF se endeudó en US$ 1000 millones, la provincia de Buenos Aires tomó US$ 1250 millones a una tasa de 9,75 por ciento y, finalmente, para pagarle a los fondos buitres una suma que supera lo que Singer esperaba, realizaron la colocación de deuda más grande de la historia (un dudoso orgullo) por US$ 16.500 millones. Entraron, en concepto de endeudamiento externo, y sólo sumando estos conceptos casi US$ 26.000 millones. Sin embargo, las reservas totalizan algo más US$ 31.500 millones. Si a ese número le restamos el vencimiento de US$ 5000 millones de diciembre por el préstamo del banco central, tenemos nuevamente US$ 26.500 millones.
Sinteticemos. En la herencia que recibió Macri no figuran ni el estancamiento, ni la inflación desbocada, ni las arcas vacías del central, ni el déficit descontrolado. Son, simplemente, falacias para justificar el programa de ajuste que Macri empezó a aplicar ni bien asumió. En la campaña Macri no habló de lo que iba a hacer con la economía y cuando se mostraban sus intenciones de ajustar, lo llamaban “campaña del miedo”. La crisis previa es mentira, pero las consecuencias del ajuste son, lamentablemente, muy reales.
Apertura de las importaciones, desregulación financiera para permitir la fuga, megadevaluación de la moneda, tarifazo, restricción del crédito a la producción y al consumo, aumento sideral en las tasas de interés, despidos del estado, paralización de la obra pública, endeudamiento externo tuvieron como resultados, como no podía ser de otra manera, la recesión, el aumento del desempleo y una caída en picada del poder adquisitivo de los trabajadores, las capas medias, los pequeños empresarios y productores, los jubilados, los más vulnerables. La inflación acumulada desde el 10 de diciembre cuando asumió Macri es de más de 25%, acumulando 40% en los últimos 12 meses. Los despidos superan, según las fuentes más optimistas, los 150 mil, mayoritariamente del sector privado. Si no cambia urgentemente la política económica del gobierno, esto es sólo el comienzo. La única respuesta del gobierno será, presumiblemente, buscar casos policiales para distraer la atención de la opinión pública. Pan y circo, al estilo Julio César. La receta de Macri es otra: mucho circo y nada de pan.
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