Jueves, 27 de abril de 2006 | Hoy
El gobierno de Bush decidió no renovarle el mandato y deja su cargo en agosto, en medio de la crisis del FMI. Argentina la padeció, pero ella carga con el desprestigio de sus errores.
“Argentina no logró todavía un programa macroeconómico que pueda ser apoyado por el Fondo Monetario”, dijo en julio de 2002. “La economía argentina se ha estabilizado notablemente. Para sorpresa de todo el mundo, incluso la mía, ha vuelto a crecer”, confesó menos de un año después, en mayo de 2003. Anne Krueger no se destacó por sus aciertos como número dos del FMI. Más bien será recordada por sus pifias y por su incansable lucha en favor de los intereses de los acreedores, los bancos y las privatizadas. Y por su tozudez para intentar imponer la receta de la ortodoxia económica. Sus jugadas, sin embargo, no pararon de fracasar. Golpeada por la crisis del FMI, sin respaldo del gobierno de Estados Unidos para un nuevo mandato, ayer informó que dejará el cargo el 31 de agosto próximo.
Ese día vence el plazo de cinco años por el que fue designada. Krueger indicó en un comunicado que se va del organismo “con sentimientos contradictorios”. “Me apena dejar el Fondo tras cinco años, un período en el cual creo que hemos conseguido mucho, y en un momento en el que se están poniendo en marcha reformas importantes que fortalecerán más aún su efectividad”, evaluó, con su habitual rigurosidad de diagnóstico. “No obstante, creo que éste es el momento adecuado”, agregó. La Dama de Hierro asumió su puesto el 1º de septiembre de 2001, diez días antes del atentado a las Torres.
Unas semanas después, Domingo Cavallo fracasaba en su última gestión en Washington para conseguir el auxilio financiero del FMI en medio de la corrida bancaria y eso aceleraba los tiempos del derrumbe traumático de la convertibilidad. No bien asumió el gobierno de Eduardo Duhalde, Krueger fue la más firme opositora a la firma de un nuevo convenio con Argentina. Por entonces, la subdirectora gerente del Fondo pronosticaba que el país caería en hiperinflación y advertía por las gravísimas consecuencias del default.
La solución que propuso para el corralito le terminó costando el puesto al entonces ministro de Economía, Jorge Remes Lenicov. Krueger exigió que se aprobara un plan Bonex II para reemplazar los depósitos retenidos por títulos públicos. No tuvo en cuenta la convulsión política y social en Argentina, que terminaron siendo más fuertes que sus demandas. “Habría que convertir los depósitos en bonos y luego liberar gradualmente el sistema (corralito) mientras la demanda de liquidez disminuye”, había recomendado Krueger públicamente. El Congreso le cerró la puerta a esa solución.
La funcionaria del FMI tuvo a Roberto Lavagna como enemigo número uno. Pero mientras mejor le fue al ministro, más se hundió ella. El golpe más duro lo sufrió, sin embargo, cuando el secretario del Tesoro, John Taylor, descartó su proyecto más ambicioso: convertir al FMI en un tribunal internacional para resolver los casos de default soberanos. El gobierno argentino, por su parte, también desatendió sus recomendaciones de negociación con los bonistas y tuvo éxito con la fórmula opuesta.
Lo mismo ocurrió con sus sugerencias de política económica. Krueger insistió en dejar caer el dólar, subir las tasas, elevar el superávit fiscal, compensar a los bancos, forzar a un ajuste a las provincias y aumentar las tarifas de las privatizadas. A pesar de sus errores de cálculo, nunca hizo una revisión de sus ideas. A principios de 2004 todavía insistía con que tenía “muchas dudas sobre si lo que hizo la Argentina es suficiente para consolidar el crecimiento”.
Ahora anunció su retiro en un momento particularmente difícil para el FMI. La decisión de Brasil y Argentina de cancelar anticipadamente sus deudas redujo los ingresos del organismo por cobro de intereses, lo que lo fuerza a hacer un ajuste. Su reputación, además, está en el piso. Aunque Krueger siempre tuvo el apoyo de los gobiernos republicanos –con Ronald Reagan fue economista jefe del Banco Mundial–, la administración Bush no le renovó el respaldo para un segundo mandato. A partir de septiembre seguramente volverá al ámbito académico, aunque en el comunicado de la despedida prefirió no hacer pronósticos sobre su futuro.
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