Miércoles, 21 de junio de 2006 | Hoy
Es el nuevo régimen para el intercambio comercial. El Gobierno aspira a subir la fabricación local de autos y piezas.
Los gobiernos de Argentina y Brasil intentarán cerrar hoy en Río de Janeiro un acuerdo para el nuevo régimen automotor. Es un hecho relevante para el sector fabril que más está creciendo en esta etapa. El convenio definirá las reglas de juego entre ambos países para el intercambio comercial del sector. La negociación no es fácil, pero hay señales de que existe voluntad política. El año pasado fue necesario definir un régimen transitorio, ante la imposibilidad de llegar a un arreglo. Esa situación precaria vence en nueve días, el 30 de junio. Los negociadores esperan que esta vez se anuncie el esquema definitivo. El secretario de Industria, Miguel Peirano, encabeza desde ayer la delegación que negocia en el país vecino.
Las terminales automotrices y los autopartistas esperan expectantes la definición de estas conversaciones. La confirmación del nuevo régimen despeja incertidumbres, ratifica que podrán seguir produciendo para la escala Mercosur y asegura espacios de mercado para unos y otros. Los fabricantes de piezas confían en que el Gobierno logrará ampliar su participación en el negocio, con una mayor integración nacional de los vehículos. La delegación argentina pretende asegurar una mayor producción de autos y piezas.
Pero todavía hay varias cuestiones por resolver. Una de ellas es si se establece en el nuevo régimen una fecha precisa para la liberación del comercio de autos entre ambos países. Argentina se niega categóricamente. No quiere hablar de libre comercio para la industria automotriz, sino de un régimen compensado que resguarde a los productores locales. Hasta el momento, Brasil aceptó esa posición. Sin embargo, en esta instancia presiona para poner día y hora a la liberación de los mercados, y menciona la posibilidad de que sea el 1 de enero de 2008. Se basa en un acuerdo sellado en 2005 por las cámaras de las terminales de ambos países, la argentina Adefa y la brasileña Anfavea.
En relación con si se arbitrarán medidas que obliguen a las terminales a producir autos en el país donde están instaladas y al tratamiento arancelario para autopartes procedentes de terceras naciones, la Argentina ha venido sosteniendo que deberá hacerse a nivel de las empresas y no en forma global, de país a país. El “flex”, como se denomina a la posibilidad de desvío de intercambio de un país en favor de otro, se ubica actualmente en 2,60 dólares por 1 entre un país y el otro, mientras el Gobierno busca que esa relación sea de menos de dos por cada dólar exportado.
En materia de autopartes, Brasil pretende lograr una mayor rebaja de aranceles para favorecer a la mayoría de las fábricas de autos instaladas en su país. En cambio, la Argentina admite reducciones de aranceles únicamente para repuestos que no se fabriquen en la región, de modo de no perjudicar al autopartismo local.
De hecho, con las modificaciones en el tipo de cambio que tuvo cada país en los últimos cinco años, cuando el peso se devaluó y el real hizo el camino inverso, muchas terminales en la Argentina comenzaron programas de desarrollo de proveedores para sustituir importaciones.
Pese a lo complejo de las alternativas y a lo inminente del plazo, los negociadores y las empresas se muestran confiados sobre la posibilidad de alcanzar antes del 30 de junio un acercamiento político para destrabar el acuerdo, que podría surgir de los presidentes Néstor Kirchner y Luiz Inácio Lula da Silva. El plazo que tendría el nuevo régimen sería de cinco años, aunque se barajan distintas alternativas.
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