Domingo, 30 de septiembre de 2007 | Hoy
ECONOMíA › MARIO BLEJER, CANDIDATO DEL ESTABLISHMENT
El ex presidente del Banco Central es el favorito de banqueros y grandes empresarios como ministro de Economía de Cristina Fernández. Accedió al reportaje con Página/12 desde su casa en Londres. Frontal, polémico, dio definiciones trascendentes sobre cómo ve la economía y qué habría que hacer con ella.
Por David Cufré
Mario Blejer empezó a tener peso en las decisiones de política económica en Argentina a fines de 2001, cuando llegó a la vicepresidencia del Banco Central de la mano de Domingo Cavallo. Antes de eso había desarrollado una frondosa carrera en el FMI, adonde se ocupó, entre otras cosas, de la relación del organismo con los países del sudeste asiático que se estrellaron en 1997. Eso lo acostumbró a convivir con las crisis. Pero todavía hoy asegura que nunca vivió nada igual como lo de 2002, cuando ya había escalado a la presidencia del Central por decisión de Eduardo Duhalde. “Eso que decían de que se vayan todos nosotros lo vivíamos como que nos iban a matar a todos”, recuerda, espantado.
Blejer ahora vive en Londres. Ocupa el cargo de director del Banco de Inglaterra, el banco central de ese país. Desde allí conversó con Página/12 y no ahorró definiciones. Habló de subir las tarifas, de sostener el dólar alto, de la crisis del Indec, de mantener las retenciones, de no rasgarse las vestiduras por la disminución del superávit fiscal, de arreglar “alguna vez” con los acreedores que rechazaron el canje de deuda y de cómo atacar la inflación. Pero lo primero que dijo cuando le atendió el teléfono a este diario fue que no hablaría de las versiones sobre su eventual desembarco como ministro de Economía de Cristina Fernández. “De ese tema no quiero hablar porque no tengo nada que decir”, descartó. Blejer es el candidato que intenta catapultar buena parte del establishment. Banqueros y grandes empresas lo tienen como su favorito, y creen que llegará.
–¿Le preocupa la inflación?
–Sí. Hoy en día es significativamente más alta que la del resto de los vecinos de la región y que la de otros países emergentes. Está en algún lugar de los dos dígitos, en torno del 15 o 16 por ciento, nadie lo sabe con precisión.
–¿Usted es de los que creen que se puede espiralizar?
–No, no es que esté desbordada ni que vayamos a una híper, pero es un problema que hay que tratar y solucionar desde sus raíces. Los acuerdos de precios han creado una distorsión, porque cuando los precios no son libres el mercado no refleja los costos de producir ni asigna preferencias.
–Tampoco ocurre en mercados que no son transparentes.
–En el largo plazo los acuerdos de precios no son la forma de controlar la inflación. En lo inmediato, si hace falta alguna intervención habrá que hacerla. Pero debe ser algo transitorio. La pregunta no es si los acuerdos son buenos o malos. El punto es que no sirven para controlar la inflación en el largo plazo. Es un tema de estrategia más que de principios.
–La estrategia ortodoxa es enfriar la economía.
–Yo no estoy de acuerdo. Con ello no necesariamente se baja la inflación. Si el problema es que la demanda es mayor a la oferta, tenemos que trabajar para aumentar la oferta. Es el punto básico: cómo se acelera el ritmo productivo. Necesitamos hacer crecer la capacidad instalada en forma consistente con el incremento de la demanda. Para eso, la expansión de la economía debe sostenerse en pilares distintos a los de la salida de la crisis.
–¿En cuáles?
–Tiene que haber un fuerte aumento de la inversión, de la productividad y de la incorporación de tecnología. Para salir de la crisis alcanzaba con usar la capacidad instalada ociosa, que era muy grande, pero eso se está acabando.
–¿Cuáles son las razones de la aceleración de la inflación?
–No hay una sola. La inflación aún está por debajo de la tasa de devaluación y eso genera algunas tensiones, subieron los precios internacionales de alimentos y combustibles, hay un exceso de demanda que está chocando con la capacidad instalada y tenemos el problema de que por la pérdida de credibilidad en los índices oficiales la gente tiende a cubrirse con más incrementos. El punto es cómo reducir la inflación sin causar un deterioro en el nivel de actividad y cómo ajustar los precios relativos sin causar desacoples en el proceso productivo.
–¿Ajuste de precios relativos equivale a una suba de tarifas de los servicios públicos?
–Las tarifas hay que subirlas gradual y diferenciadamente. Los subsidios para mantenerlas congeladas se están yendo de madre, se puede perder el control. Cuando se pusieron los subsidios en la salida de la crisis yo estuve muy de acuerdo. A mí me tocó estar ahí y no me olvido lo cerca que estuvimos de una guerra civil. Eso que decían de que se vayan todos nosotros lo vivíamos como que nos iban a matar a todos. Los subsidios había que ponerlos. Tuvieron que ver con ese momento, pero no significa que deban mantenerse para siempre. Es un peso presupuestario muy grande. Yo remarco que los aumentos de tarifas deben ser graduales porque si el 70 por ciento del transporte está subsidiado, eso no se puede sacar de un día para el otro. Y deben ser diferenciados en función de los ingresos de cada sector. Pero lo de las tarifas es una asignatura pendiente. Hoy no tenemos una situación de equilibrio.
–Sin embargo, el superávit fiscal sigue siendo elevado.
–Sí, me refiero al mediano plazo. No pongo en duda el superávit actual. Yo no pienso, como algunos, que el achicamiento del superávit sea la causa de la inflación. En la Argentina siempre se dijo que los problemas de inflación estuvieron relacionados con el déficit fiscal. Hoy tenemos superávit, así que achacar los aumentos de precios a la reducción del superávit no tiene ni validez estadística.
–Es un tema recurrente de banqueros y cámaras empresarias.
–Si el año que viene la expansión del gasto público siguiera al mismo ritmo que en este momento lo vería como un tema preocupante. Pero hoy no. Por mi participación dentro del FMI me tocó analizar la economía de muchos países del mundo. No hay ninguno que no sufra un incremento del gasto en un año de elecciones. Ocurre en cualquier país democrático del mundo. No es para rasgarse las vestiduras. Creo que existe convicción en mantener el superávit y que el año que viene se volverá a los números normales.
–¿Qué opina de lo que está pasando en el Indec?
–Se ha creado un problema serio de credibilidad en los índices. Eso genera incertidumbre y en la práctica todos creen que la situación con los precios es peor de lo que es. Es una cuestión pendiente a resolver.
–¿Cómo atacaría la inflación?
–Se necesita previsibilidad. Tiene que haber un calendario. Las empresas tienen que saber cómo van a subir sus costos, cómo se van a liberar los precios. No se puede hacer nada de un día para el otro. No estoy de acuerdo con hacer nada drástico. A la larga los precios del mercado se tienen que determinar en forma libre. Pero, entre tanto, hay que ser conscientes de que tenemos un problema de pobreza mayor al histórico que es necesario atender.
–Los industriales piden un banco de desarrollo que provea financiamiento a largo plazo.
–La experiencia es mala. El Banade no fue una buena experiencia. Un banco que distribuya dinero subsidiado sin control no es una buena idea. Sí estoy de acuerdo con generar un mecanismo de financiamiento a las empresas con apoyo estatal, que sea para proyectos de magnitud.
–¿Qué otros instrumentos existen para hacer crecer la inversión?
–Tenemos que mejorar la capacidad de atraer ahorros. La inversión extranjera no está llegando bien. Se habla mucho de seguridad jurídica. Eso es importante, pero lo fundamental es mantener la rentabilidad del país. Hoy el país es rentable. Para consolidarlo se debe resguardar la estabilidad macroeconómica. Si tenemos mucha inflación o desbalances no se puede. Hay que evitar la burocracia, hay que generar estabilidad y que esa estabilidad se perciba. Y en este momento otro punto central es arreglar con el Club de París.
–¿Por qué?
–Un acuerdo abrirá la canilla a grandes inversiones. En este momento está frenando las garantías externas que requieren las empresas internacionales para venir. Me doy cuenta de que el Gobierno le está dando la importancia que merece. Tarde o temprano se llegará a un acuerdo. La Argentina quiere pagar. Si el otro quiere cobrar, va a encontrar el camino para cobrar.
–Además de llegar a un acuerdo con el Club de París hay una creciente presión internacional para renegociar la deuda con los hold-outs, los acreedores que rechazaron la reestructuración.
–Es un tema distinto. Con el Club de París hay voluntad de acordar porque el beneficio está claro. En cuanto a los hold-outs, no hay que olvidar que hubo una oferta de reestructuración que aceptó casi el 80 por ciento. No se puede premiar a los que no entraron. Pienso que alguna vez habrá que encontrarle una solución para facilitar el acceso de Argentina a los mercados de capitales internacionales. Alguna vez habrá que arreglarlo, pero no le asigno la misma urgencia que al caso del Club de París.
–Pero no descartaría reabrir la oferta a los hold-outs.
–Alguna vez habrá que ver que se hace para sacar ese asunto de encima, que nos está limitando el libre acceso a los mercados. Pero el cómo y el cuándo los dejaría para más adelante, después de que se solucionen muchos otros problemas.
–En un contexto de mercados complicados, ¿la Argentina podría volver a pedirle plata al FMI?
–Supongo que ese capítulo está cerrado. No me parece que tengamos esa necesidad, para nada. Las necesidades de financiamiento no son tan complicadas, a lo mejor tendremos que pagar una tasa de interés un poco más alta para la colocación de bonos.
–¿La cotización del dólar debería reflejar la suba de precios?
–Por toda la historia argentina y porque nos falta ganar competitividad, creo que el dólar debe seguir siendo competitivo. Si hablamos del 2015, cuando hayamos ganado toda la productividad que necesitamos y podamos competir con el mundo de igual a igual, acepto que el dólar refleje su valor real. En las condiciones actuales, soy partidario de un dólar competitivo.
–¿Se puede sostener el tipo de cambio real con compras de dólares del Banco Central o debería intervenir el Tesoro?
–Como el dólar competitivo genera un efecto fiscal positivo por las retenciones a las exportaciones, el Tesoro tendría que ayudar a mantener el dólar.
–¿Terminó la crisis financiera internacional?
–No, todavía existe un problema de liquidez bastante marcado. Mejoró el ambiente, pero todavía falta. De todos modos, desde un principio dije que se trata de un problema de liquidez, no de solvencia. No tendremos una recesión. A lo mejor el mundo crecerá un poquito menos, sin afectar el viento de cola que favorece a la Argentina ni el precio de los commodities que exporta el país.
–Para terminar, ¿la pesificación asimétrica que se aprobó cuando usted era presidente del Banco Central, en 2002, estuvo bien?
–Si vamos a la historia, la pesificación asimétrica fue una exageración. Hubo empresas exportadoras que se beneficiaron demasiado a costa del resto.
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