Martes, 12 de agosto de 2008 | Hoy
ECONOMíA › OPINIóN
Por Alfredo Zaiat
La calificadora de riesgo Standard & Poor’s, compañía internacional que se dedica a analizar la situación y perspectivas de empresas y de países, ha castigado a la economía argentina bajando la nota de solvencia. En la lógica de funcionamiento de los mercados financieros globalizados la función de esas firmas es la de orientar a los inversores para la colocación de sus capitales determinando la mayor o menor seguridad de los activos. Los antecedentes recientes de esas agencias, como de su principal competidora, Moody’s, no merecerían el crédito a sus opiniones. Pero, como se sabe, en el mercado se destaca el sustrato ideológico para poder concretar negocios. Analistas de Estados Unidos han defenestrado a esas calificadoras. Y no es para menos. Con la liviandad que ofrece la impunidad de cometer errores sucesivos sin recibir castigo alguno, S&P y Moody’s habían calificado como de riesgo casi cero (AAA) a los bonos de hipotecas subprime. El derrumbe de ese mercado ha provocado la peor crisis financiera en Estados Unidos y Europa desde el crac del ’29, generando pérdidas billonarias. Para S&P y Moody’s esos activos financieros eran una inversión segura.
Un poco más lejos, a fines de la década del ’90, esas compañías también fueron protagonistas de bochornos de proporciones cuando aseguraban que bonos y acciones de empresas de Corea del Sur merecían el ansiado triple A. La profunda crisis financiera de esa potencia asiática en 1997 dejó al descubierto la fragilidad conceptual y poca fiabilidad de sus análisis. El mismo comportamiento tuvieron con México, en 1994, antes del estallido de la crisis del Tequila. Con respecto a la Argentina, después de la obsesiva búsqueda del ansiado investment grade (grado de inversión), que implica estar calificado en los primeros lugares de ese ranking, que emprendió el gobierno de Fernando de la Rúa hasta provocarle la destrucción, esas compañías asumieron un muy bajo perfil. No era para menos: su evaluación positiva de la convertibilidad con su desenlace final en el default de la deuda dejó a miles de inversores desamparados.
En Estados Unidos estudian regular el funcionamiento de esas calificadoras porque los entes de control del principal mercado financiero mundial sospechan que esas firmas definen las notas de los bonos según el interés de los bancos y empresas emisoras sin considerar el riesgo para el inversor.
Pese a estos antecedentes, que son bien conocidos y publicados por los grandes medios internacionales, Standard & Poor’s y Moody’s han vuelto ha ocupar el rol de censores de la política económica argentina. Junto a ellas también han retornado los tradicionales economistas de la city de pronósticos errados para pontificar sobre cuál debería ser el rumbo a seguir. Para los que tienen memoria de los noventa, falta el regreso de las opiniones del economista del quebrado banco ABN Amro Arturo Porzecanski y cartón lleno.
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