Bastó una mirada para reconocerse. En medio de la última manifestación masiva de las entidades rurales, entre el público embanderado de celeste y blanco, se encontraron los dirigentes peronistas que circularon por el menemismo, el duhaldismo y el macrismo y que hoy respiran nuevos aires. La derrota del kirchnerismo en el Senado y la salida de Alberto Fernández del Gobierno los envalentonó. Después de los abrazos y los saludos, algunos constataron que nadie de la multitud los insultaba. Y uno de ellos se animó a proponer: “¿Y muchachos? ¿Cuándo volvemos?”. Su primer proyecto es recuperar el PJ porteño, que conduce Fernández. Ya empapelaron la Capital con lo que por ahora es una expresión de deseos: “Alberto, ¡renunciá ya!”.

Los encuentros ya comenzaron, algunos más nostálgicos –como el del acto ruralista–, y otros más operativos, de los que participa a control remoto el ex presidente Eduardo Duhalde. Las principales figuras del armado peronista no K de la Capital son el ex titular de la SIDE Miguel Angel Toma, la CGT Azul y Blanca de Luis Barrionuevo, los peronistas PRO Diego Santilli, Cristian Ritondo y Daniel Amoroso y algunos dirigentes que todavía se están desfrizando, como Eduardo Rollano y Juan José Minichillo. Ex diputado duhaldista, Rollano dirigía el Frente de Unidad Peronista (FUP). Durante diez años, entre 1983 y 1993, fue presidente del desprestigiado Concejo Deliberante porteño. Alguna vez imputado en una causa por empleados ñoquis, finalmente fue sobreseído.

Minichillo proviene de las 62 Organizaciones peronistas y es el presidente del Movimiento de Recuperación Peronista porteño. A él y a la picaresca de Barrionuevo se deben los carteles de fondo negro y sin firma que cubren la Capital y que piden la renuncia de Fernández al PJ porteño. Por el momento, son conscientes de que no cuentan con la fuerza para desbancar al ex jefe de Gabinete. Pero también son pacientes. “Alberto perdió la pulseada con De Vido en el Gobierno. ¿Cuánto puede durar frente al PJ Capital? Muy poco”, se preguntan y se responde un peronista cercano a Duhalde. “Luisito es funcional a la estrategia de Duhalde. Nos vienen bien los cartelitos”, señala.

En los cálculos de los duhaldistas entra la posibilidad de una elección desastrosa para el kirchnerismo en la Capital en 2009, que deje a Fernández lo suficientemente debilitado. “Va a haber muchos heridos... y nosotros vamos a salir con la ambulancia”, se divertía uno de los que participa de la tertulia anti-K. Los dirigentes se imaginan cobijándose en el armado del macrismo para ganar la ciudad el año que viene, pero ya tuvieron más de un desencuentro con Macri. “Mauricio se tiene que dar cuenta de que sin el peronismo no llega a presidente”, insisten sobre la negativa del jefe de Gobierno a verse con Duhalde en público.

Al armado del peronismo que ya existía en torno de Macri en la Capital –su alianza con los peronistas PRO data de 2003– se están acercando algunos dirigentes que habían formado parte del incipiente grupo de Roberto Lavagna durante su campaña del año pasado. Entre ellos están el economista Javier González Fraga, Abel Posse –ambos ahora en el Movimiento Productivo Argentino, de Duhalde– y Carlos Campolongo.

También reaparecieron algunas figuras del menemismo, como el ex vicecanciller Andrés Cisneros y el ex secretario de Planeamiento Estratégico Jorge Castro. Cisneros proviene del riñón de Guido Di Tella. Castro fue mencionado en la última campaña presidencial de Menem, en 2003, como su virtual canciller. No sólo compartió con el riojano su visión sobre la política internacional, sino su costumbre de circular por los tribunales: Castro fue denunciado por la Oficina Anticorrupción por diversas irregularidades en su gestión y pasó por un procesamiento por fraude al Estado junto al ex jefe de Gabinete Jorge Rodríguez.

“Kirchner logró el milagro de reunirnos a todos”, dicen en el espacio Nac&Pro, que todavía no decantó en una línea interna ni en una agrupación con un nombre. “Vamos a armar con los muchachos y le vamos a articular la disidencia interna a Alberto”, prometen. Lo seguro es que la época de hibernación terminó para el peronismo porteño. También para varios de sus dirigentes.