Jueves, 9 de octubre de 2008 | Hoy
ECONOMíA › OPINIóN
Por Rubén Dri *
Las corporaciones agrarias, con la avanzada Panzer de la Federación Agraria comandada por el gran Eduardo Buzzi, se lanzaron a un nuevo lockout patronal como una nueva vuelta de tuerca en su lucha por desgastar al Gobierno y someter al Estado que pretende entrometerse en sus negocios. Este nuevo lockout, o mejor esta nueva etapa de la embestida corporativa en contra del Estado, presentó una novedad, es decir, un favor que las corporaciones nos hacen. ¿De qué se trata? Lo dijo el demócrata, para el que sería deseable eliminar el Congreso, Hugo Luis Biolcati: “No hay ánimo para un corte total de rutas”. Fue éste un inmenso favor, una gracia, que el presidente de la Sociedad Rural nos hace.
Según la Constitución, el tránsito por las rutas, sean éstas nacionales o provinciales, es un derecho de todos los ciudadanos y es el Estado el que debe velar para que ese derecho se respete. Para las corporaciones agrarias las cosas no son así. Son ellas las que determinan quiénes y cuándo determinados ciudadanos pueden transitar por las rutas, porque ellas son el Estado. Naturalmente que podrán argumentar que no son ellas las que comenzaron con la modalidad del corte de rutas, sino los “malditos” piqueteros, o sea, los desocupados. El argumento no vale. La diferencia entre un corte y otro es abismal. El desocupado, invisibilizado por el sistema dominante, se pone a sí mismo, pone su cuerpo en la calle para ser visto, para hacerse presente. Su corte dura lo que un suspiro. Nunca puede ni pretende ocupar el lugar del Estado. El corte de las corporaciones es el de la prepotencia, el del poder, el de la riqueza, el de la oligarquía. No se arriesgan los cuerpos. Su lugar lo ocupan las máquinas, los tractores, las 4x4, los camiones y, como no necesitan trabajar, pues nunca lo hacen, pueden cortar las rutas por tiempo indefinido. A los cortes de los desocupados se les manda la policía. A los cortes oligarcas nadie los molesta. La gran prensa, los grandes medios de comunicación, los grandes diarios como La Nación y Clarín que clamaban por la represión de los cortes “piqueteros”, justifican como legítimos y laudables los cortes oligarcas, en una demostración de hipocresía repugnante.
El Gobierno seguirá con el intento de dialogar, seguirá proponiendo mejoras. No vale la pena. No les interesa. Siempre vendrán por más, como los terratenientes y grandes empresarios de la Media Luna boliviana. Si no se tiene claro que lo que las corporaciones pretenden es tener el terreno completamente libre para sus negocios, es decir, que el Estado se retire, nunca se logrará enfocar el problema en su exacta dimensión.
* Profesor de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).
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