Jueves, 9 de octubre de 2008 | Hoy
ECONOMíA › OPINIóN
Por Sandra Russo
Esta es la prueba de que Bin Laden está muerto. No hay video. Si yo fuera Bin Laden, no dejaría de hacer circular un video en el que diría: “Yo no fui”. Deberían hacer remeras con Bin Laden diciendo: “Yo no fui”.
Estamos viviendo un tiempo cuya vertiginosidad no nos permite entender los procesos. Es que los procesos se han acortado e interconectado tanto, que vomitan hechos, cambios, giros, frenadas, y miedo. El mundo entero es una Argentina un tramo antes del estallido de 2001, pero está en shock. ¿Quién saldrá a la calle? ¿Saldrán a la calle? Por ahora no terminan de darse cuenta de lo que les pasa. Están detenidos justo antes de que las imágenes de ellos mismos dentro de seis meses se les pasen por la cabeza. No previeron esas imágenes. No estaban en el contrato.
Republicanos y demócratas intentan salvar el sistema que ya estalló. Los norteamericanos tuvieron su sueño, que fue módico para los ciudadanos de a pie: una casa de dos pisos y porche hipotecada, el estudio universitario de los hijos en un fideicomiso, la salud familiar garantizada con un buen seguro, una barbacoa cada tanto. El sueño de vida americano traía consigo a las instituciones bancarias, a las aseguradoras y a las hipotecas. Tan peligroso es el otro, que las tarjetas de crédito reemplazan al dinero en efectivo. El dinero se virtualizó. Como en un casino, con fichas. O como en una sala de slots, con vouchers. El dinero se virtualizó en la vida cotidiana, mientras el capitalismo neoliberal daba su último giro mortal: el capital se virtualizó y ahora implosiona con un estruendo mayor al de la caída de las Torres Gemelas. Cae el Símbolo Padre del poder. Eso es Wall Street.
En las pantallas de la televisión, a toda hora, hay una leyenda: “Mercados inestables”. Cuenta la leyenda que los mercados eran inestables. No en Wall Street, no, en otros lugares. En el mapa había países enormes y pequeños pintados de rojo. La mayoría, continentes enteros pintados de rojo. El rojo significaba que eran sacrificables. En esos territorios el capitalismo, que al mismo tiempo fue salvaje y virtual, clavó su naturaleza de buitre.
Ahora a los mercados no les cae bien que Bush salga a tranquilizar a los mercados tan seguido. Los mercados no quieren ser tranquilizados, porque se irritan. Esa abstracción detrás de la cual gritan de-saforados y escupen los celulares los agentes de Bolsa, ese dragón invisible que saca su lengua de fuego y quema acciones en todas las latitudes, ese aparato financiero que se cae como un gigante que ha comido y bebido en exceso, ese vampiro, ha comenzado a chuparse la sangre a sí mismo.
La psicología del miedo ha comenzado a virar. La inseguridad, un sentimiento que los norteamericanos han cultivado con pasión y los ha llevado a tener una candidata a vicepresidenta que tiene su morbo con los rifles, está cambiando de eje. La inseguridad y el miedo que sienten ya no es por otro ni por lo que tienen: ellos no saben que hay saqueos que su propio sistema avala y lleva a cabo. Un virus entró en su sistema y ahora los está saqueando a ellos. Es la película de Hollywood más increíble. La que usó más extras en toda la historia del cine.
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